—¿Este giro mexicano es un cambio de dirección? Porque a ti se te suele asociar al flamenquito de «Brisa esperanza».
—Eso fueron los discos que me fueron sacando las discográficas. Cuando salí de Operación Triunfo no pude elegir nada como artista. Me pusieron un disco de flamenquito, porque con Noches de bohemia di audiencia al programa. Si recuerdas, mi paso por Operación Triunfo fue todo a base de baladas y boleros. Luz Casal, Gloria Estefan... Pero un día canté Noches de bohemia y el pico de audiencia se disparó. Dijeron: «¡Ya tenemos aquí a la flamenquita!». Yo eso lo hago muy bien, ya que soy andaluza y me encanta. Pero también evoluciono y tengo más registros. Me encantan los boleros y las rancheras de toda la vida . En este punto de mi vida en donde tenía que dar un paso hice lo que me pedía el corazón.
«Mi psicóloga me decía que la fama y el éxito van de la mano, que decidiera qué hacer con mi vida»
—¿Era así tal cual? ¿De verdad que no podíais opinar nada?
—Mira, yo salí del concurso y grabé el disco en una semana. Tres canciones por día. No pude escogerlas, me las dieron. Eso fue así. Brisa esperanza fue un éxito porque es preciosa. En los siguientes discos ya pude elegir un poco el repertorio, pero al principio fue así.
—¿Sentías entonces frustración por no poder manejar tu carrera?
—En ese momento tienes tanto trabajo que no te da tiempo ni a pensar. Era un «tú mándame y yo hago». Cuando pasaron dos años o así todo se calmó y lo ves de otra manera.
—Necesitó ayuda psicológica para superar el éxito. ¿Fue tan apabullante?
—Sí, totalmente [risas]. De la noche a la mañana vi que salía a la calle y no tenía intimidad, que todo el mundo te veía, te saludaba, te tocaba... para eso no está preparado nadie. Fue muy fuerte. Fui de las primeras que dije que todos estábamos para ir al psicólogo. Es normal. Todo lo que conseguimos de la noche a la mañana. Eso o tienes la cabeza muy bien amueblada o te desborda totalmente la situación.
—Pues tú y Manu Tenorio parecíais los más apaciguados, calmos y maduros. Aún así te afectó.
—Claro que me afectó. Pero mucho. Yo estaba medio enfadada, no disfrutaba. Por un lado, quería ser anónima y no entendía por qué no podía ser como un médico, que al salir del trabajo no lo conoce nadie. Mi psicóloga me decía que la fama y el éxito iban de la mano, que decidiera qué quería hacer con mi vida. Y decidí adaptarme a lo que estaba viviendo, mi sueño: vivir de la música.
—¿Cuando vas ahora a un restaurante y te miran te sigue incomodando?
—No, son ya 20 años y estoy tremendamente agradecida. Gracias a ellos sigo viviendo de la música. Yo podía haber desaparecido. Si sigo aquí no es por las discográficas, sino por unos seguidores que quieren escucharme cantar y venir a los conciertos.
—¿Tuviste miedo al olvido?
—Nunca he pensado en eso. Creo que ese es el secreto para no sufrir. No tener miedo y seguir trabajando. Lo otro ni me lo he planteado y aquí estamos tú y yo hablando tan felices 20 años después.
—Esa felicidad la desprendes en tu Instagram. Incluso con recetas de cocina.
—Sí, empecé en la pandemia y ahora la gente me lo pide. Siempre quieren más. Así que las cuelgo. Claro que sí.
—Cantante, actriz, presentadora de galas, publicidad... Haces de todo.
—Me encanta. No me gusta encasillarme. Si se hace en Estados Unidos, a la gente le parece bien, pero en España ya no. A mí interpretar me gusta mucho. No me estoy dedicando a buscar cosas ahora, pero no lo descarto.
—¿Este proyecto del disco de rancheras es independiente?
—Sí, no hay nada detrás. Toda la inversión la estoy haciendo yo.
—¿Da vértigo dar ese paso?
—No, llevo ya mucho tiempo sola y sin discográfica. Pero sigo trabajando y haciendo música. Por eso no he podido sacar muchos discos, porque eso cuesta mucho dinero y esfuerzo. Pero es el modo de seguir.