Laura, 39 años: «Yo no digo que tengo cáncer en una entrevista de trabajo porque me resta»

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Marcos Míguez

Tras la lucha toca volver a la vida, y eso incluye la reincorporación laboral. «Tienes que volver como cuando te fuiste, y eso es imposible», dice Laura. Con 39 años, busca trabajo después de superar la enfermedad

27 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Ante el diagnóstico de un cáncer, todos los esfuerzos se enfocan en la lucha encarnizada por superar la enfermedad. En lo que muy pocos piensan es en la segunda parte, en el regreso a la vida tras un episodio que la cambia para siempre. Laura sabe lo que es compaginar la vida profesional con el cuidado de un paciente oncológico, pero el destino quiso que a ella también le tocase serlo. A sus 39 años y pasado lo peor, busca trabajo. Sorprende conocer las dificultades ante las que se encuentran todos estos supervivientes cuando toca volver al mercado laboral. De ello se encarga la Fundación Naru, la entidad gallega que trata de facilitarles la reincorporación. Un proceso que puede resultar traumático, como si haber sufrido un cáncer no fuese suficiente. Laura emplea un nombre ficticio y no muestra su rostro. Prefiere buscar empleo sin hacer referencia a su enfermedad. Aunque felizmente superada, sabe que debe seguir vigilándola y que las secuelas psicológicas constituyen otra de esas realidades silenciosas.

El cáncer le golpeó dos veces en menos de un año. «A mi padre se lo diagnosticaron a finales del 2018. En enero del 2019 lo operaron y le dieron radioterapia. Pasó ese verano, y a mí en el mes de noviembre me detectaron uno de mama. Después vino la pandemia, y nos confinamos. Cuando yo estaba casi terminando, su proceso continuaba y tuvieron que darle quimio», relata esta gallega sobre cómo pasó de cuidadora a paciente en un abrir y cerrar de ojos con 37 años.

Diagnóstico a los 37

«Yo en enero siempre pido cita para limpieza dental y ginecología, toda mi vida. Pero justo a finales de año tuve un pequeño problema ginecológico, así que en enero pensé: 'No voy, total acabo de ir hace tres meses'. Y en noviembre, tuve regalito. Mi tumor además era de 4 centímetros, así que no tuve opción», recuerda. Junto a ella, esperaba otra chica de su edad. Nunca olvidará las caras de ambas: «Nos hablamos: 'Te lo acaban de decir, ¿verdad?'. A ella también se lo habían detectado. Siempre pensamos que esto sucede más bien a los cincuenta y pico, pero cada vez se detecta en gente más joven y lejana a la edad de jubilación».

Afortunadamente, los supervivientes van en aumento. Pero eso hace que también sean más las personas para las que la vuelta al trabajo resulta imprescindible. «Las empresas no están preparadas, y nosotros tampoco», señala Laura. Reincorporarse al cien por cien tras un cáncer es casi siempre una quimera. En su caso, el insomnio, el cansancio físico y las dificultades para concentrarse le impidieron retomar el puesto que dejó. «Yo no podía volver a estar a turnos, porque necesitaba una pastilla para dormir y ahora aún tengo que conservar unas rutinas; además, tenía que desplazarme a diario a otra ciudad, y hoy puedo aguantar ocho horas trabajando, pero recién terminada la quimio no. Tienes que volver como cuando te fuiste, y eso es imposible. Te haces preguntas, piensas: '¿Sigo valiendo para lo mismo?'. Y te presionas, porque la gente tiene un recuerdo de ti, de cómo rendías, de cómo eras... pero tú ya no eres igual, al menos al principio». Eso sí, en otro sentido asegura que el cáncer le ha servido para mejorar otras cualidades: «Ahora soy mucho más resolutiva, no estoy para perder el tiempo».

Asegura Laura que las empresas deberían explorar otras opciones. Reducir la jornada, negociar la posibilidad de que puedan cogerse las vacaciones fragmentadas en dos días a la semana para aliviar el cansancio... «Hay muchas alternativas que no se plantean, y a mí me quedan por cotizar más años de los que llevo trabajados», dice. En cualquier caso, indica, siempre se piensa en el paciente: «En el cuidador no, y yo sé lo que es ser cuidadora compaginándolo con el trabajo. Además, si tú tienes cáncer, queda feo despedirte. Pero cuando eres el cuidador estás muy desprotegido, y no todo el mundo tiene un trabajo fijo y estable».

Durante su proceso, toda la atención se centraba en el día a día, sin que los médicos le avanzasen nada. «Lo mismo ocurre desde el punto de vista laboral. '¿Sabes cuándo te van a dar el alta?'. No lo sé. '¿Te encuentras bien?'. ¿Para qué?, porque después de un año y medio fuera, el trabajador tiene que actualizarse. Y se supone que como estás curado, estás perfecto, pero queda un camino por recorrer», asegura Laura, que señala el temor a que la vida vuelva a torcerse: «Igual que la quimio no te hace buena persona si no lo has sido antes, tampoco te da un boleto para quedar libre el resto de tu vida. A mayores, hay que lidiar con las circunstancias de cada uno y también está la parte burocrática, que es de mucho estrés. Yo no encontré otro sitio con esta vocación que tiene Naru para acompañarte como paciente o cuidador en todo esto». Laura señala que no quiere victimizarse por ser paciente oncológica pero, indica, «igual vas al INSS y te dicen: 'Camina de talones'. Y tú piensas: 'Es que igual me cuesta más levantarme de la cama'».

«A mí esto no me define»

De la misma forma que otros optan por ponerle rostro a la enfermedad, ella ha decidido no hacerlo. Tiene sus razones: «No quiero decir que tengo cáncer por dos motivos. El primero es que lo he superado, formó parte de mi vida, pero no me define como trabajadora. Que también es verdad que no estoy proporcionando toda la información, pero de la misma manera que no tienes por qué decir si piensas tener hijos. A mí lo que me definen son mis conocimientos y mi experiencia. Y la segunda razón es que el entrevistador podrá pensar que yo tengo revisiones, pruebas, que puedo no tener el mismo rendimiento... Pero yo he visto a gente de 40 recién separada y menos productiva que yo recién reincorporada de la quimio».

Laura no le pone cara a esta situación que padecen muchos supervivientes como ella, pero sí voz. «Yo no digo que tengo cáncer en una entrevista de trabajo porque creo que me resta. Es lo mismo que hago con gente de mi entorno que ni siquiera sabe que lo he tenido, porque lo pasé en pandemia y no me vieron. Ahora nos encontramos y me preguntan: '¿Qué tal?'. Y les digo: 'Pues bien', sin ponerme a contar nada. Lo que no se ve no se sabe, ni tú ni el empresario».

Cerrado el 2021 y esa fase final de su recuperación física, ahora está volcada en encontrar ese ansiado trabajo de la mano de Naru —«si hay empresas interesadas pueden pedirle currículos a la fundación», señala—, y en recuperar la vida después de su lucha por conservarla. También en reponerse económicamente. «El cáncer tiene un precio. La medicación no, es gratuita y tenemos un sistema maravilloso, pero el cáncer sí lo tiene. Que si la alimentación, que si las cremas... La gente se preocupa mucho más por todo aquello que pueda ayudarle a curarse, y si pones ‘cáncer' en una búsqueda, te salen un sinfín de productos y actividades», apunta. Ahora toca recuperarlo todo. Sin duda, se lo merece.