Luisa Martínez, experta del CSIC en Galicia: «Quizás llegará un día en que solo podamos tener un coche por familia»

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Esta gallega acaba de publicar un libro orientado al público juvenil en el que explica con un lenguaje asequible y sencillas ilustraciones el reto del cambio climático partiendo de la digestión de una vaca. «Mucha gente no cree que algo tan cotidiano pueda tener una repercusión tan grande»

22 mar 2022 . Actualizado a las 17:20 h.

Luisa Martínez Lorenzo es responsable de la Unidad de Cultura Científica del CSIC en Galicia. Un día le comentó a su hijo que tenían que reducir el consumo de carne, porque comerla a diario tenía un efecto sobre el planeta. «¿Cómo puede ser eso?», le preguntó él. «Por las flatulencias de las vacas, que tienen una repercusión en el cambio climático», le dijo ella. El pequeño se mostró incrédulo ante semejante respuesta. «Realmente, le pasa a él y a mucha gente, visualizar que algo tan cotidiano, tan cercano a nuestra vida, como es una vaca, pueda tener una repercusión tan grande, tan inmensa, que se nos escapa de escala, como el cambio climático, a los niños les cuesta, también nos pasa a los adultos con otros fenómenos naturales», explica Luisa, que junto a su amiga Marian Martínez Izquierdo, técnica medioambiental, decidieron plasmar sobre el papel esta conexión en un libro editado por Hércules de Ediciones.

 —¿Así surgió el libro «¿Qué tienen que ver las vacas con el cambio climático»?

—Sí, Marian y yo nos dimos cuenta de que realmente se hablaba mucho de la carne, de reducir el consumo, pero los niños no sabían qué conexión había entre el cambio climático y la vaca. Las dos trabajamos en temas relacionados con la ciencia y el medioambiente, y nos gusta mucho compartir nuestros conocimientos y nuestra pasión por la naturaleza, por el funcionamiento de las cosas, de los ciclos… Decidimos hacer este libro divulgativo, que con la excusa de la vaca, lo que hace es explicar cómo funciona el planeta y, sobre todo, el papel tan importante que tenemos las personas de a pie con el consumo para luchar contra este cambio climático.

 —¿Podemos hablar en presente, no?

—Sí, lo decimos en el libro, hay evidencias de que el cambio climático está aquí con nosotros, sobre nuestras vidas.

 —¿Estos vaivenes del tiempo tienen que ver con el cambio climático?

—Hacer esta afirmación es muy comprometido porque hay muchos más factores, probablemente sí, pero habrá más causas. Que el cambio climático es real es así, la comunidad científica ya lo ha dicho. Hay evidencias de que la temperatura media del planeta ha aumentado desde la revolución industrial, el ejemplo más clarificador es la famosa curva de Charles Keeling, que fue un químico que empezó a medir los niveles de CO2 en la atmósfera en el año 1958 desde las islas Hawái. Es una serie de datos que tiene muchísimos años, que llega hasta nuestros días y en ella se puede ver claramente un ascenso continuado del aumento de CO2 en la atmósfera, y el CO2 es un gas de efecto invernadero, que es parte de los gases que aumentan la temperatura en la Tierra. Existen evidencias de que el cambio climático es real.

 —¿Entonces, por qué aún hay gente que lo niega?

—Yo creo que lo que nos pasa con el cambio climático y con muchas otras cosas es que reaccionamos al corto plazo, a lo que pasa ahora, no tenemos esa capacidad de ver más allá. A veces, es como si fuera una cuestión de fe. Aunque no lo vemos, está ahí, y es una realidad, y la ciencia nos ha dicho que hay evidencias, tenemos que creer, y luchar para frenarlo. Porque da igual si es la ganadería, la producción de ropa, de energía… al final de todos esos procesos industriales estamos cada uno de nosotros, consumidores de productos o de servicios. Tenemos mucho que decir en esto. Nuestro consumo puede ser un acto que cambie el mundo.

 —A nivel individual, ¿cuál es la medida más beneficiosa que podemos tomar?

Hay un gesto que hacemos casi todos los días que es comprar, y en la medida de lo posible deberíamos hacer lo que se llama el consumo informado, que no siempre se puede hacer, no siempre tienes la información sobre ese producto, pero en el momento de ir a comprar algo deberíamos pensar: ¿realmente lo necesito? ¿Realmente esta es la opción más favorable para mi compromiso con el clima? Si puedo comprar algo que sea de la ciudad en la que yo vivo, mejor que si es de otro lugar de España, y si es de España, mejor que si es de Europa, y si es de Europa mejor que si es de otro continente. Esos pequeños gestos, sumados a arreglar la ropa, suponen algo que todos sabemos: reducir el consumo. Esta es una de las claves, aunque hay muchas más. Hay gente que es muy escéptica con esto del consumo responsable.

 —¿A qué te refieres?

—Una persona nos comentaba el otro día, que no quería cargar con esa responsabilidad, y es cierto, la responsabilidad no es toda nuestra, pero sí tenemos mucho que decir. Si queremos ser consecuentes con nuestros pensamientos y darnos cuenta de que el cambio climático está ahí, y de que el planeta no es ilimitado, podemos empezar a actuar cambiando nuestros hábitos de consumo.

 —¿Es reversible? ¿Lo podemos llegar a frenar?

—Todos los procesos en general en la naturaleza son a muy largo plazo. Es decir, vamos a soñar (porque yo creo que es prácticamente imposible) que se detienen las emisiones de gases de efecto invernadero, todo tiene unas sinergias, y aunque hoy parásemos, no íbamos a notar los cambios, porque los plazos a nivel de los ecosistemas, y del calentamiento del planeta, no son los de los humanos. Por supuesto que no lo íbamos a notar, pero la única manera de evitar llegar al aumento de los dos grados centígrados la temperatura del planeta, que es uno de los peores escenarios, es empezar a apagar, intentar no sobrepasar el grado centígrado y medio, que nos proponen las autoridades. En la cumbre del clima de París se acordó reducir a la mitad las emisiones de gas del efecto invernadero en el 2050, y aproximarse a cero, o por debajo, emisiones de CO2 o estar por debajo de cero en el 2100 a más tardar.. Hay diferentes iniciativas internacionales que intentan frenar el cambio climático, y creo que las fechas que se barajan son esas.

 —En esta línea, hace unos días conocíamos que se están planteando que los coches viejos no circulen por las ciudades para contribuir a reducir las emisiones. ¿Sí o sí hay que tomar estas decisiones aunque sean polémicas?

—Por supuesto que son polémicas, pero realmente es como la ley del tabaco. Cuando se aprobó, nadie se creía que fuera a pasar, la gente pensaba que era imposible que en una discoteca no se pudiera fumar, y fue posible. Son polémicas, pero a veces son imprescindibles y hay que tomarlas. Yo creo que en esta línea, las leyes medioambientales se van a endurecer, es verdad que no son aceptadas por la mayoría de las personas, pero es que a medio-largo plazo van a ser beneficiosas para todos. Vamos a tener que reducir el modelo de consumo, y efectivamente, a lo mejor los coches muy antiguos con ciertas emisiones no van a poder circular, pero es que igual llega un momento, que no lo sé, que solo se podrá tener un automóvil por familia… pues tendremos que adaptarnos. Lo que es una realidad es que solo tenemos un planeta, y los recursos son limitados y eso es así.

 —Quizás los niños son los que más tienen presente ahora mismo que solo tenemos un planeta…

—Sí, está claro que el planeta que va a quedar es el que tenemos ahora, pero creo que la responsabilidad de cuidar el ambiente en el que vivimos no es solo de los niños, también es de los adultos. Esas inquietudes de la gente joven existieron siempre, solo que ahora las redes sociales son una plataforma que hacen que lleguen a todas partes… Nosotras en el libro hablamos de la primera Greta, que fue Severn Suzuki, que en el año 1992 ya fue a la cumbre de la Tierra celebrada en Río Janeiro, a decir: ¿qué está pasando que estamos estropeando el planeta? Yo creo que es muy importante que la gente joven se implique, y yo creo también como tú que ellos se dan cuenta, que intentan cambiar actitudes, rutinas para mejorar…

 —Volviendo al clima… ¿nos tenemos que acostumbrar a ver el sol en enero y la lluvia en julio?

—¿Tenemos otra opción?

 —Acostumbrar en el sentido de «nos tiene que dejar de sorprender»...

—Yo hay una cosa que percibo muchas veces que es que en esta sociedad en la que vivimos, en la actualidad, parece que tenemos todo controlado: sabemos cuándo llueve, cuándo no, cuándo va a haber mareas vivas, un oleaje extremo… Parece que todo lo controlamos, pero la realidad no es esa. La naturaleza y los fenómenos extremos no podemos controlarlos, se nos escapan, ¿nos tenemos que acostumbrar? Pues probablemente, se presagia que va a haber cambios, que van a aumentar los tiempos de sequía, movimientos de especies latitudinalmente por los cambios de temperatura, es decir, nos vamos a tener que acostumbrar a que las cosas cambien, porque el clima está cambiando.