«Para mí ponerme pelo a los 32 años significó darle un vuelco a mi vida»

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Ramón Leiro

Óscar Mendoza se fue a Turquía, y el resultado fue tan brutal que hoy no solo se siente otra persona, sino que impulsó el Hospital Capilar, una red de centros de injerto con base en Pontevedra: «Esto hay que hacerlo joven»

23 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Óscar empezó a tener problemas de alopecia desde muy joven. Tenía solo 26 años cuando la falta de pelo empezó a acomplejarle. Y ese complejo, poco a poco, fue a más. Hasta el punto de que se planteó celebrar la boda antes de que la calvicie le invadiera en esas fotos que quedan para toda una vida. A los 32 y tras probar muchos productos milagro, decidió que había llegado la hora de tomar otro tipo de medidas.

Corría el año 2015 cuando Óscar se puso a buscar clínicas para hacerse un injerto capilar. No encontró demasiadas alternativas en Galicia ni en España, y un congreso de medicina estética al que asistió le puso sobre la pista. Dio con el anuncio de una clínica turca. «En ese momento tomé la decisión de comprar la cirugía, y me fui a Turquía a los 15 días», recuerda. Al principio, la idea no fue muy bien recibida en su círculo más cercano. «Aunque sabían que era muy importante para mí y me animaban a que lo hiciera, decían que si estaba loco por viajar a otro país. Pero es que yo aquí no vi que en ningún sitio me dieran garantías», explica.

Óscar Mendoza, antes de someterse al injerto capilar
Óscar Mendoza, antes de someterse al injerto capilar

El paso de los meses le dio la razón. Y no solo eso. Unos cuantos amigos y conocidos acabaron cogiendo ese mismo vuelo para hacerse un injerto tras admirar su nueva imagen. «Una vez que vieron los resultados, todo el mundo lo entendió. Es que di un cambio radical. Más de 40 personas que conozco fueron a operarse a Turquía en aquella época», cuenta Óscar, que asegura que a medida que cada uno iba regresando, le contaba que coincidía con más personas que volvían a España con el injerto recién hecho. Su propio cambio, esa demanda creciente por parte de tantas personas y aquella sensación de soledad que sintió durante el período del posoperatorio, hizo que le cambiara el chip: «Cuando volví, me obsesioné con esto. Analicé el mercado, me fui a Turquía a ver sus técnicas y a aprender de ellos para mejorar lo que había experimentado. Es decir, aplicar la técnica turca en la sanidad española, que proporciona mucha más seguridad e higiene al proceso». Así nació el Hospital Capilar, que ya tiene tres centros: Pontevedra —su tierra natal—, Murcia y Madrid.

«TE INFLUYE MUCHÍSIMO»

Su alopecia le condicionaba para todo. Desde su propia autopercepción hasta la manera de afrontar el trabajo. «Influye muchísimo a nivel psicológico. Pasa lo mismo que con la sonrisa, que si intentas ocultarla por cualquier problema, dejas de sonreír cuando y como quieres, y por tanto dejas de ser tú mismo. Yo daba conferencias y cada vez me sentía más inseguro sobre el escenario. De hecho, tenemos un montón de pacientes que han adelgazado veinte o treinta kilos porque se sienten mejor y retoman los hábitos saludables tras haberse abandonado durante años», explica. Lo primero que sintió en cuanto empezó a atisbar su nueva imagen fue mucha más seguridad en sí mismo. «Te vuelves a reencontrar con tu mejor versión. Te ves guapo, mejor que antes. Y, a mayores, me ha cambiado la forma de vida. Me deshice de todo por montar esto que ofreciese a la gente la posibilidad de hacer aquí lo que yo había hecho fuera. Por supuesto, también ha cambiado mi vida familiar a mejor», indica.

El procedimiento, asegura, es sencillo. Consiste en extraer pelo de la zona donante, donde nunca nos va a faltar, e injertarlo en el área en la que escasea. De ahí la importancia de dar el paso pronto. «La juventud es el momento en el que hay que hacérselo, porque si ves que te puedes quedar calvo, la alopecia va a seguir para atrás, no se va a detener. Y cuanto más tardes es peor, porque la zona donante tiene un límite, y también mermará la cantidad de pelo ahí. El trasplante tiene que hacerse en un momento en que puedas cubrir las zonas despobladas con tu pelo trasplantado —el que se injerta ya nunca va a caer—, y al mismo tiempo cuidar el que todavía te queda», apunta.

El dolor se concentra en los primeros minutos, durante esos pinchazos iniciales de la anestesia local. «Pero implantamos un sistema de preanestesia por impulsos y sin pinchazos, para que cuando vaya luego el cirujano a anestesiar, no duela tanto», señala Óscar, que añade que a las 24 horas de la cirugía ya se realiza el primer lavado del cuero cabelludo y garantiza que al décimo día la intervención no se nota nada. La clave es que realizan el lavado de las costras, por lo que no queda rastro visible de la intervención. «La peor etapa es entre el primer y el segundo mes, y es la del desierto. El pelo trasplantado se cae, y alguno de los nuestros también. Pero a partir del segundo mes ya empieza a nacer, y hasta el año eso es imparable», precisa.

Lo crucial, insiste el pontevedrés, es atajarlo a tiempo y sacudirse los prejuicios. «Yo tengo amigos que con 40 o 50 años ya se han acostumbrado a verse sin pelo. Y a esa edad no es una opción, lo hubiera sido antes», zanja Óscar, que insiste en que la gran mayoría de los hombres desearía verse con pelo: «Todos los calvos hemos sido engañados. Quien más y quien menos ha probado tratamientos y potingues extraños. El que diga que no lo ha intentado, creo que miente. Otra cosa es que luego te acostumbres y te rapes, pero el pelo es como nuestra virilidad. No eres menos hombre por cuidarte. Para mí, esto significó darle un vuelco a mi vida». Y a la de muchos.