Idoia Cuesta, cestera, premio Artesanía de Galicia: «A mis manos les doy una importancia increíble»

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Hay personas que nada más conocer a otras se fijan en los ojos o en la boca. Idoia Cuesta, en cambio, es de las que se fija en las manos. La vida le va en ello, tal vez por eso, no puede resistirse a observar si las manos que tiene delante descubren algo del otro. Las de ella no son manos de uñas pintadas, pero no pueden evitar mostrar esas heridas de quien siempre tiene herramientas entre ellas: un punzón, un alicate, una navaja... «Yo sí me fijo en si tengo enfrente unas manos curtidas porque yo a las mías les doy una importancia increíble, date cuenta de que a mí un mínimo corte me puede fastidiar; al trabajar haciendo cestos, cualquier cosita que pase por ese corte ya me puede hacer daño. Me las mimo un poquito», señala Idoia, que no duda en afirmar que la cestería es un trabajo físico. «Me tengo que cuidar la espalda, porque hay mucha carga de materiales pesados, puedo estar realizando obras grandes que requieren un manejo importante, así que entre las manos, el cuello y los brazos ¡no gano para el fisio!», clama. De broma le digo que ella tiene todo lo que muchos desearían: «¡La felicidad está en tus manos!» y ella asiente descubriéndose como una personalidad inquieta. «Sí, nunca lo había pensado así, pero de hecho yo no puedo estar sin hacer algo con las manos. Si estoy en casa y me pongo una serie, o hago ganchillo para relajarme o me llevo trabajo a casa, necesito hacer algo, si no me parece que pierdo el tiempo. Y eso es peligroso a veces...», se ríe. Idoia ha confesado que es de las que jamás se aburren y toda esa comezón interior la ha ido moviendo hacia una vocación que ni siquiera ella sabía que llevaba dentro.
Nacida en San Sebastián, en el 68, estudió Biología, y un buen día recaló en Lugo porque hasta Galicia la trajo su doctorado. Todo iba enfilado para que despuntase en esa carrera investigadora, había hecho su Erasmus, y sin embargo ese mundo no cuajó. «Me costó mucho tomar mi decisión de abandonar toda mi carrera —explica—, todo lo que mis padres habían apostado por mí, mi camino estaba trazado, pero un día dije: ‘¡Buf!’. No sé por qué no encontré mi sitio, no sé si fue que no tuve la oportunidad, no encontré el momento, pero con casi 30 años decidí el cambio a la artesanía». «No me arrepiento, al final uno tiene que hacer lo que le gusta. En cualquier caso, creo que mi paso por la universidad también fue importante, te da una manera de ver la vida y te amuebla la cabeza, eso es un gran valor».
La distancia entre la biología y la artesanía textil se acortó en cuanto Idoia entró por primera vez en el taller de una amiga que hacía tapices. «Ver su estudio, las lanas de colores..., ese ambiente despertó algo en mí y, llevada por esa pasión, le dije que quería aprender. Ella me enseñó, y a partir de un pequeño tapiz que hice, decidí formarme en el Centro de Artesanía y Diseño de Lugo, participé en varios cursos de verano, hice miles de horas, primero como tejedora, y ya después me especialicé en cestería, que es también una técnica textil». ¿De dónde te venía a ti toda esa capacidad para trabajar con las manos? «Algo genético hay, mi padre es el típico mil mañas, superhabilidoso, de esta gente que te hace de todo y arregla todo, y mi abuelo, de Burgos, ya hacía cestos con la paja del trigo. Por ahí algo corría, además yo siempre quise hacer Bellas Artes, pero en casa no me dejaron, de modo que toda esa fuerza estaba dentro sin yo saberlo hasta que vi los tapices de mi amiga».
Ell rojo es un premio
Idoia es ahora una artesana reconocidísima, destacada con el Premio Nacional de Artesanía en la categoría producto en el 2015 con la colección Pandeira, y en el 2021 consiguió el Premio Artesanía de Galicia con la colección Abisal, aunque su pieza favorita, la que le cambió la vida, fue su primer bolso Medusa. «Lo hice con mi colección de lana filtrada, y es curioso, porque los dos premios han sido con el color rojo, que me atrae mucho».
«Mis días de investigación en zoología marina pesan, y mucho, en la creación de la colección Abisal. Mi fascinación por el mar, mi formación y mi curiosidad por buscar nuevos materiales se juntaron para crear esta pieza que recuerda esas formas marinas que tenemos en nuestro imaginario colectivo que nos evocan un mundo inhóspito, fascinante, bellísimo», expresa Idoia de esa pieza ganadora, porque para ella «la cestería no es solo hacer cestos». Ella ve una tanza y se emociona. «Fue un flechazo, esa translucidez cuando le da el sol me cautivó», asegura. «El referente que tiene la gente es la cestería tradicional, que está muy bien, seguimos bebiendo de esas fuentes, pero hay que cambiar esa imagen. Se pueden llevar las técnicas de la cestería y aplicarlas al mundo contemporáneo, a nivel de interiorismo (lámparas, objetos de decoración...), moda, complementos, paisajismo... Idoia ha trabajado con firmas importantísimas, desde Loewe a Inditex, pero cree que el acierto es siempre apoyar su empresa en varias patas. «Una de ellas son las colaboraciones y proyectos para compañías grandes, otra es la formación: yo voy ahora a dar clases en el máster de Artesanía y Diseño de la Universidad de Valencia, y también daré otro módulo de diseño en la Facultad de Arquitectura de Pamplona, esas cosas hay que potenciarlas. Y otra pata es que nunca dejas de aprender, sigues conociendo técnicas, yo voy a ferias, intercambio conocimiento con otros cesteros y sigo avanzando». «Afortunadamente aquí el oficio no se ha perdido, pero en otras partes de Europa sí, y se está recuperando, la artesanía tiene futuro, y los oficios también, pero los padres no solemos motivar a los hijos en eso; el trabajo manual se está perdiendo y hacen falta no solo artesanos, también fontaneros, electricistas...».
Pero trabajar con las manos tiene también su beneficio: «Al final la cabeza está conectada de diferente manera, cuando tú dominas una técnica luego puedes realizarla y repetirla sin pensar, tú estás trabajando con las manos pero tienes la cabeza en otros sitios, es casi una relajación, aunque otra cosa es pensar el prototipo de una pieza. Pero una vez que lo tienes, ya haces 50 cestos iguales del tirón; puedes estar trabajando y hablando por teléfono o escuchando música», dice Idoia que, si algo tiene claro, es que todo su esfuerzo tiene que ser recompensado. ¿Cuánto te puede llevar hacer un cesto? «Esa es la pregunta del millón, yo puedo invertir tiempo en pensar y prototipar, haces prueba-error, pero una vez que ya lo tienes, en un día puedes hacer producción de piezas. Tienes que ponerte las pilas porque lo difícil es vender. La artesanía es un trabajo lento, pero hay que sacarle rendimiento, hay que adaptarse a lo que quiere la gente, por eso es superimportante llevar la artesanía al mundo actual, hacer piezas contemporáneas y con diseño, ese es el futuro; hay que invertir en formación y hacer piezas asequibles. Tiene que ser rentable porque tienes que pagar facturas». Esas también pasan por sus manos.