El primer embarazo llegó contra todo pronóstico, después de que los médicos le dijeran que era prácticamente imposible
26 ene 2022 . Actualizado a las 20:27 h.
A los 30 años, Vanessa tuvo posibilidades de ser madre. La relación no salió adelante y las opciones se esfumaron. El instinto maternal se mantuvo en perfil bajo hasta que con treinta y pico conoció a una pareja que le devolvió las ganas de convertirse en madre. «Yo ya tenía 40, y dijimos: ‘Vamos a ponernos ya. Ahora o nunca’», cuenta Vanessa que, en una revisión ginecológica previa, recibió el diagnóstico del cáncer de mama. Se sometió a una cirugía conservadora para extirpar únicamente el bulto de dos centímetros, y, después de analizarlo, le informaron de que estaba en un estado muy avanzado. Recibió quimioterapia y radioterapia, aunque previamente decidió extraerse ovocitos por lo que pudiera pasar. «Lo llevé con mucho ánimo —señala—, hasta que una doctora me dijo que si pensaba tener hijos me podía ir olvidando porque después del tratamiento se me iba a ir la regla. Eso fue un mazazo. Me dejó hecha polvo. Salí de allí llorando». Sin embargo, lejos de derrumbarse, aquellas palabras provocaron el efecto contrario: «No voy a perder la regla y voy a ser madre», se dijo.
La genética estaba de su parte. Su abuela materna había tenido a su sexto hijo con casi 50 años y en su familia había antecedentes de menopausias tardías. Desafiando a las estadísticas, la regla regresó, pero aun así los médicos le recomendaron que desistiera porque no lo conseguiría, ya no tanto por el cáncer, sino por la edad, 42 años. Lo intentaron con tan buena suerte que a la primera se quedó embarazada. «La sorpresa fue mayúscula, el 80 % de los médicos me decían que era imposible», señala. Lamentablemente, al mes y medio sufrió un aborto. Poco después llegó un nuevo positivo, que tampoco salió adelante. Centró todas sus fuerzas en sacar plaza en la oposición, que ya había aprobado anteriormente. La consiguió, «pero tuve una depresión, como si fuera el duelo de los dos abortos que no había pasado», explica Vanessa, que de la mano de su pareja consiguió superar ese difícil momento. Prometieron hacer algo alegre para compensar, y así fue como se animaron a pasar por el altar. En medio de los preparativos para el enlace, en febrero del 2017, cuando menos se lo esperaban, se quedó de nuevo embarazada, y en noviembre de ese mismo año vino al mundo Santiago. «El bebé nació sanísimo, el embarazo fue muy bueno, la lactancia no tanto. Me costó muchísimo, con solo un pecho no iba del todo bien, pero yo estaba empeñada. Finalmente fue mixta», indica.
SOLO QUEDABA UNA OPCIÓN
En los meses siguientes, los problemas en el trabajo la absorbieron por completo, y fue aparcando repetir la experiencia. Hasta que en el 2020 decidieron acudir al IVI, una clínica de fertilidad, porque su edad (47 años) incrementaba notablemente el riesgo de sufrir enfermedades genéticas. Recurrieron a los ovocitos congelados, y después de analizarlos, solo resultó óptimo uno, que le implantaron con éxito. «Todo al límite», señala. En agosto del 2021 nació Sofía, con la que ha cumplido un sueño por partida doble. «Hace poco, gracias a un aparato de radiofrecuencia, que revitaliza las células y que me estaban dando por el abdomen, me lo pasaron por el pecho y he conseguido darle de mamar por los dos. Sale menos leche de uno que del otro, pero el hecho de darle de los dos para mí es una maravilla», confiesa.