«Soy la primera mujer trans en lograr que me paguen la operación»

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MARCOS MÍGUEZ

La lucha de Sara Romero no es en la calle, sino en los juzgados. Esta gallega ha conseguido varios hitos que han creado jurisprudencia en España. Esta es la historia de una mujer que solo quería que la aceptaran como es. Y que no paró hasta alcanzarlo. Ahora disfruta de la vida, de su trabajo y de su hija

03 nov 2021 . Actualizado a las 19:39 h.

Sara es programadora informática. Tiene trabajo, una hija que adora y de la que tiene su custodia, amigas, es portera en un equipo de fútbol femenino... Definitivamente es feliz. Pero lo es después de iniciar un viaje de no retorno en la búsqueda de su verdadero yo, de eliminar los grandes conflictos internos con los que siempre ha vivido, y de lograr, a base de defender sus derechos, que la sociedad la aceptara como es, una mujer. Y no como el resto de la gente le decía que tenía que ser. En el camino ha dejado varias batallas ganadas y ha logrado el objetivo, tener una vida normal como el resto, nada más. Algo tan sencillo y, a la vez, tan complejo en estos casos. Pero para ello ha tenido que utilizar sus mejores armas, la palabra y la defensa de sus derechos. Solo así lo ha logrado.

Ya de niña sabía perfectamente lo que le pasaba: «Toda la vida fui Sara. Siempre me sentí Sara. Esto no te despiertas un día y dices ¡hala!, me siento mujer, no. Cuando eres una niña no sabes explicar las cosas, pero sí sabes lo que te sucede. Siempre lo supe. Pero antes no había los medios que hay ahora, porque no había información en aquel momento. Estás tú contra todo el mundo». Esa es la segunda parte. Una vez que superó su conflicto interno y se aceptó como realmente se sentía, comenzó su batalla contra la sociedad, incapaz de aceptarla. «Todo el mundo te dice que eso está mal, que no puede ser, que no puedes tirar por ahí... Con lo cual, intentas mentirte a ti misma y engañarte todos los días. Y es una lucha, cada día tienes que mirarte al espejo y decirte: 'Tienes que ser quien no eres'. Y enfrentarte a que te digan que mientes, que tú no eres quien dices ser y que se lo demuestres. Lo primero es el conflicto interno, y cuando decides que ya no tienes ese conflicto, vienen de fuera a decirte quién tienes que ser», explica sobre cómo se sintió durante años.

Pero nada de eso la detuvo y logró realizar el tránsito administrativo en el 2016. Con su DNI en la mano, ya nadie podía decirle que no era una mujer. Pero sentía la necesidad de operarse. Necesitaba someterse a una cirugía genital. «Era eso o la oscuridad total. No es un capricho porque te sientes totalmente anulada todos los días. Tienes algo que no tenía que estar ahí y que tú sabes que no es tuyo. Para nosotros sí es vida o muerte, es una urgencia vital operarse», aclara mientras dice que no todas las personas trans tienen esa necesidad. Cada caso es único: «Hay muchas formas de vivir la transexualidad, casi tantas como personas trans. Y todas son igual de válidas. Hay personas que sienten que tienen que operarse como es mi caso y hay otras que no. Una mujer trans que no necesita operarse es igual de mujer que yo, independientemente de lo que tengamos entre las piernas». E insiste en que ella se sometió a una vaginoplastia porque «era lo que sentía que tenía que tener». «Era un conflicto interno mío. Me suponía un problema tener un aparato genital distinto al que tengo ahora. Ahora soy yo. La reconstrucción genital fue para eso, para adaptar los genitales a lo que yo tenía que tener», aclara.

EL TRÁMITE ADMINISTRATIVO

Pero Sara no fue la única que vio esta necesidad, la endocrinóloga del Sergas que la trataba en ese momento también lo determinó así e inició el proceso para que esta operación se llevara a cabo porque este tipo de intervenciones «están incluidas en la cartera de servicios de Sanidad y tenemos derecho a ellas»: «El proceso fue evaluado en todo momento por mi endocrinóloga y lo derivó al único sitio donde podía tener unas mínimas garantías [en la intervención], ya que en Galicia no me podían operar. La persona de referencia era el doctor Mañero, en Barcelona. Que fue a donde me derivó (Barnaclinic), entonces hicimos todos los trámites con el Sergas, le pedimos cita y entregamos toda la documentación de lo que iba a pasar, de los plazos que había para pagar el tratamiento y demás». Pero después de remitir toda la documentación solicitada, no hubo más respuesta antes de operarse y el tiempo se le echó encima: «Dimos todos los datos que nos pidieron y no contestaron. Y llegó el plazo límite. Era cancelar todo o adelantar el dinero y operarme. Tuve que pedir un préstamo», pero finalmente se operó.

Fue un posoperatorio difícil, pero Sara ni siquiera se acuerda de ello: «Había riesgo de sufrir trombos, por eso tuve que dejar de hormonarme un mes antes de la operación para reducir ese riesgo. Pero no me importó. Prefería morir siendo yo que vivir sin serlo. Esa era la cuestión».

RELACIONES SEXUALES

Y después de pasar por todo este periplo, llegó la felicidad: «Te da paz mental, libertad... es algo que no tiene parangón». Y también su primera relación sexual tras la operación, ¿cómo fue?: «Pues como la primera vez de una mujer en ese sentido. Estaba muy nerviosa. Pero vi que todo iba bien y que llegas a tener orgasmos, no tienes ningún problema», dice. Una vez recuperada, Sara procedió a reclamar los 22.540 euros que le había costado la operación y que el Sergas desestimó por «no tratarse de una urgencia inmediata y de carácter vital y utilizar por decisión propia los servicios distintos a los de la Seguridad Social». Una argumentación que no fue aceptada por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia el pasado mes de julio que considera que esa era «la única vía a la que (Sara) podía acudir para obtener una prestación a la que tiene derecho, y que no debería de haberle sido denegada por el argumento de que no esperó a 'terminar la gestión'». En esta sentencia, el Alto Tribunal condenó al Sergas al pago de los gastos de la operación. Un pronunciamiento que ha permitido crear jurisprudencia: «Soy la primera en lograr que me paguen la operación y que se realice en un plazo razonable. Tenemos derecho a saber en qué fase está el proceso. Además también se admite en la sentencia que esta operación está incluida en la cartera de servicios y que el Sergas tiene que garantizarla».

Pero este no es el único hito judicial que ha logrado Sara, porque ella también ha conseguido que en la sentencia de la guardia y custodia de su hija menor, figure su nombre y su sexo y no el que aparecía en el momento en el que salió dicho pronunciamiento judicial, antes de que ella iniciara su proceso de transición. «¡Con las becas de comedor tenía cada lío! Yo me negaba a dar la sentencia de la custodia. Se la enseñaba, pero me negaba a adjuntarla porque no quería que en el mismo expediente apareciera mi nombre con mi DNI y luego la sentencia en la que figuraba mi nombre anterior y un sexo que no era el mío. No me parecía ético ni justo», apunta. Fue así cómo también logró que en el 2019 se le reconociera su derecho a que se hiciera constar «su nuevo nombre y su condición registral de madre [...] sin referencia a su anterior identidad sexual y nombre» en la sentencia sobre la custodia de su hija. Otro pronunciamiento que también crea jurisprudencia para el colectivo.

«Te veo fuerte», le comento. «Te vas haciendo fuerte. No te queda otra. Tengo una hija y no me puedo permitir el lujo de venirme abajo. Lo que tengo claro es que no me voy a quedar callada, sobre todo con las injusticias. Cuando hay una injusticia, hay que pelearla porque los derechos no los regalan, se luchan. Y nunca se consiguen al 100 %. Hay que estar observando porque a la mínima te ganan terreno». Bravo, Sara, eres un gran ejemplo: «Ojalá nuestra pelea sirva para que nuestros hijos no tengan que luchar como nosotros estamos haciendo. Eso significará que hemos conseguido cosas para que las nuevas generaciones trans estén mejor».