Micaela, 33 años: «Mis tres hijos nacieron en tres hospitales distintos, con la cuarta repito»

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Micaela, con sus hijos Jost, Ciro y Jerónimo
Micaela, con sus hijos Jost, Ciro y Jerónimo MARCOS MÍGUEZ

Micaela, gerente del Catastro de Pontevedra y jugadora de rugbi, es un caso insólito en la realidad demográfica gallega. Su cuarto hijo, su primera niña, está a punto de nacer en A Coruña. Con ella iniciamos un recorrido por algunas de las maternidades públicas más valoradas de Galicia

19 nov 2023 . Actualizado a las 09:49 h.

Tiene 33 años, ha tenido tres hijos en tres años y dará a luz a la cuarta (su primera niña) a finales de octubre, según lo previsto, en el materno-infantil de A Coruña. Micaela Martínez, gerente del Catastro Territorial de Pontevedra, es una madre en la élite deportiva que pelea un partidazo en casa. Jugadora de rugbi en el CRAT, que ha debido aparcar los entrenamientos por el embarazo, esta gallega de adopción (nacida en Santander) debutó en una Liga tras dar a luz a su tercer niño. Al principio, lo vio sencillo, pero «no es fácil compaginar la entrega que supone este deporte con la crianza de una familia numerosa», admite tras prueba del algodón de la práctica, dura maestra. «Yo puedo permitirme dejar a mis hijos con alguien para jugar. Con niños, o te ayuda alguien de casa o pagas... siempre que puedas. Aun teniendo ayuda en casa, si trabajas y entrenas no es fácil -explica-. Cuando tuve el tercer niño, al principio era muy optimista, en plan ‘si quieres puedes’. Luego es más complicado. Pero para mí era importante mantener la identidad como persona, irme a entrenar dos días por semana y hacer un placaje sin pensar si el niño llora qué le pasa o si la caca está más verde o menos...», se moja con naturalidad.

Con tres hijos, Micaela ganó una Liga con el CRAT. En la primera temporada se llevó a su bebé a los viajes, y en la segunda ya podía dejarlo en casa con su marido. Un pilar para ella, dice, es la voluntad de su familia por que siga jugando. «Pero yo no soy la misma jugadora. Voy a cumplir 33 años, soy joven, pero para competir es difícil. Mis compañeras duermen, yo no. Mi juego es más inteligente, pero menos físico», concreta sobre los efectos colaterales de la maternidad. Pero las ganas siempre son un combustible. Ella se acostumbró a delegar el cuidado una parte del tiempo y a la vez a sentirse un poco en todas partes, pero no ha dejado de ver el deporte como «una cultura» que está bien tener en casa, que favorece a sus hijos. «Esa regulación de hormonas y esa gestión psicológica que da el deporte desaparece si lo dejas. Estás peor sin él», afirma quien comprende la reinvidicación de Ona Carbonell en las pasadas Olimpiadas de Tokio, cuando lamentó que el Comité Olímpico Internacional (COI) no le hubiera permitido viajar junto a su hijo Kai, para amamantarlo.

El plan para el partido de su vida fue saliendo con un punto claro de partida, el deseo que Micaela compartía con su marido, militar, ahora de misión en el Líbano: tener dos hijos, darse un descanso y luego tener otros dos. Pero no hubo intermedio, y nacieron, en tres hospitales distintos, sus rubios soles, Jost (2015), Ciro (2017) y Jerónimo (2018). La cuarta todavía no tiene nombre, confiesa Micaela. «Siempre lo decidimos al final o una vez que ya han nacido...», sonríe con aire infantil.

La niña verá la luz, según lo previsto, a finales de mes en el Teresa Herrera, de A Coruña, uno de los hospitales de referencia en atención al parto, lactancia y puerperio. Será la primera vez que Micaela repite en un paritorio. «El seguimiento de este embarazo por la matrona me parece más personal que el anterior -detalla-. Y la diferencia es muy grande con mi primer embarazo. En el primero, me hizo el seguimiento un ginecólogo en un privado de Madrid, donde vivíamos. Sentí, entre otras cosas, que se manipulaban las fechas de parto por intereses ajenos al parto... Aquí no me pareció eso y la figura de la matrona tiene una importancia central».

Una de las grandes diferencias entre este embarazo y el inmediatamente anterior, señala, es el plan de parto, un documento legal accesible en la página del Sergas, y personalizable, que recoge las preferencias y deseos de la madre ante el parto. En el tercer embarazo, Micaela tenía interés en tener un parto natural, sin epidural, en parte debido a un primer parto instrumentalizado y a un segundo bueno, asistido por una matrona en el Miguel Servet, de Zaragoza, en el que sí le pusieron la epidural, pero la justa para dejarle fuerzas para empujar: «Me iban rebajando la dosis para dejarla a cero en el expulsivo. Y así pude empujar, tener todas las sensaciones». Esto le dio aliento y fuerza para plantearse ir más allá en el parto natural con su tercer niño, que nació en el materno de A Coruña en el 2018.

BUENOS RECURSOS, A VECES DESCONOCIDOS

«A unos días del tercer parto, le dije a la responsable del equipo de matronas que me estaba planteando ir a dar a luz al Hospital de Cee, por su buena fama. La matrona me dijo que veía un riesgo que cogiese el coche para hacer esa distancia estando de parto y que, si quería un parto lo menos intervenido posible, lo mejor era tardar en ir al hospital». Así que fue lo más tarde que pudo al materno. «Gritaba por las contracciones. Me pincharon la bolsa para que fuese más rápido, tras consultarme, y ahí me propuse intentarlo sin epidural. Al subir a planta me dijeron que me tumbase, y yo no me quería tumbar. ¡Monté un pollo! En algún momento pensé que iban a venir de Psiquiatría a por mí, estaba fuera de mis cabales», relata. Aun así, a pesar de ciertos choques con la matrona que la atendió, la experiencia fue buena, gracias también, dice, a hacer caso a la matrona sobre el momento idóneo para empujar. A la media hora de dar a luz sin epidural a un hermoso bebé de 4, 200 kilos, se sintió «fresca como una lechuga». «Es importante el plan de parto, que antes ni existía, que lo respeten y que respeten tus derechos, pero también hay que entender a las profesionales», considera Micaela.

El equipo asesor de lactancia y la especialista en suelo pélvico, del centro de salud San José, fueron de las figuras que ella más valoró en el período de posparto. Micaela hizo fisioterapia de suelo pélvico dentro de la asistencia pública («que por lo privado suele ser carísima») y la especialista le detectó un punto gatillo, que, tras varias sesiones de fisioterapia, le cambió la vida. «El programa público de suelo pélvico que hay aquí es fenomenal. En Galicia la sanidad pública lo cubre, mientras que en Madrid creo que se hacía solo en casos graves, de prolapso uterino», apunta Micaela.

Ella, que les dio el pecho a sus tres pequeños, nos recomienda seguir la web Alba Lactancia, «buenísima, con un temario que desarma mitos, y es como un máster en lactancia en abierto».

Con ayuda de una au pair alemana, del teletrabajo, y en este momento también de su suegra, Micaela va llevando su cuarto embarazo. «Voy a pedir el permiso, me quedan cinco semanas para dar a luz. Mi cabeza ya está más en otra cosa», nos dijo diez días antes de la publicación de este reportaje.

Afronta su espera «feliz» en A Coruña, porque aquí la trajo la plaza que ganó al opositar a Hacienda. Se mudaron desde Zaragoza, donde habían destinado a su marido, que no la acompañará en el parto por estar de misión. «Él solo podrá venir una semana, porque además está en el cierre de misión, pero esa semana no le consume permiso de paternidad. Disfrutará la baja de paternidad completa», dice. Micaela se está pensando si dará a luz sola o con acompañante. «Si es muy rápido, tendré que tirar de agenda, llamar a una amiga y decirle: ¿Vienes de parto?». El plan, sin duda, es original. Cuenta con su madre para acompañarla los primeros días. Y en cuanto al parto, que conste que sus candidatas a acompañante son todas madres.