Ariel y Mari, de La Plata a Rianxo: «Nos confinamos juntos casi sin conocernos»

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EL NOVIO DE LA RIANXEIRA. Ariel se fijó en Mari por redes a 11.000 kilómetros y vino volando. Se fue y volvió junto a su rianxeira antes de que estallase la pandemia. El estado de alarma lo pilló en Galicia. Y el billete de vuelta caducó...

24 feb 2022 . Actualizado a las 13:03 h.

Cuando Ariel habla, se escribe un relato. Sus frases son aviones que cruzan la distancia entre el que cuenta y el que escucha, sin perder la línea que conduce a su destino. Él no cumple, asegura, el cliché del argentino «carameloso», él es un «toxo» que en Galicia «otro toxo» encontró. Y ese encuentro dio flor.

La aventura empezó casualmente, por una foto. «Tengo un amigo que se vino de Argentina a Padrón. Vi unas fotos en las que salía ella... Y le dije: ‘¿Y esta chica?’. Me contó que era una compañera de trabajo. Le mandé a ella, Maricarmen, una solicitud de amistad por Facebook. Y me aceptó, y ahí quedó». Ariel estaba entonces al frente de una peluquería en La Plata, cuando conoció por redes a la rianxeira que llamó su atención. En febrero del 2017, tuvieron «la primera charla» por Facebook, a la que siguieron otras puntuales por WhatsApp. «Ella le preguntó a mi amigo sobre mí. Mi amigo, como buen amigo, le contó la parte buena», sonríe él.

La distancia y la diferencia horaria eran grandes. «Pero esta historia tiene muchas coincidencias. Mi padre empezó con problemas de salud y me fui al campo con él. Maricarmen, en ese tiempo, se quedó sin trabajo y disfrutó con sus amigas de las vacaciones de su vida. Pero esas vacaciones se acabaron...», cuenta Ariel. Y se encontraron los dos con tiempo y un estado anímico parecido.

De vez en cuando, Ariel subía fotos de su campo. «Y ella me puso: ‘Es el sitio más bonito del mundo, después de Galicia’». Ariel se fue dejando convencer por el atractivo da terriña. Un día decidió a contarle a Mari lo de su padre, y ya fue un hablar sin parar. «Y sentí: ‘Acá hay alguien que está lejos, pero siento que está cerca». A ella le pasó igual. Él volvió del campo a la ciudad con su padre, y quiso «dejar el caos de Buenos Aires» para irse a la montaña en Mendoza. Este viaje también fue un hito en la relación virtual que sorteaba distancias entre Argentina y Galicia. «En diciembre del 2018, ella me dijo: ‘Puedes venirte a Madrid y te voy a buscar». La cosa se puso seria como sin querer.

Como Ariel tenía a su hermano en Cataluña, se le ocurrió que podía visitarlo. «Hablé con mi hermano y él que nunca me había dicho: 'Venite', me dijo: ‘Venite con el viejo’. Y pensé que podía ser -continúa él-... Y así lo que iba a ser la locura de venirme solo a Madrid y que ella me fuese a recoger para llevarme en coche a Rianxo terminó siendo irme a Barcelona con mi padre, ver a mi hermano y decirles: ‘¡Miren que después empieza mi aventura solo!’. Yo había venido por ella. Así que tomé el avión a Santiago». En Compostela le esperaba su rianxeira, y se hicieron con las Marías la primera foto juntos. Hoy tienen todo un álbum gallego. «Pero me gusta mucho esta foto, es como que los dos estamos contentos de que yo hubiese llegado», explica.

A Ariel la gente suele preguntarle qué hace en Rianxo, cómo vino a parar aquí, no a España, no a Galicia, sino cómo vino a dar enRianxo. Y la historia que despliega tiene la llama del cariño que se mantiene en el tiempo. Va de Mari a Castelao, y al sentimiento de hogar que le pellizca aquí. «Porque como le explica Luppi a Botto en la película Martín (Hache),no se extraña un país, se extraña el barrio. La patria es un invento. Uno se siente parte de muy poca gente. Tu país son tus amigos’. Buenos Aires es la quinta provincia gallega y en Buenos Aires se escribió La rianxeira. Allá todos los españoles son gallegos, salvo los vascos, que son vascos», advierte Ariel.

Su primera vez en Galicia fueron 20 cálidos días de vacaciones con Maricarmen. En mayo del 2019 vino a conocerla: «El viaje era conocer España y conocer su Galicia». La «cita a ciegas» fue muy bien, los largos días de «acá» a partir de mayo enamoraron a Ariel. «Y yo que ni sabía que Rianxo estaba en el mapa...», confiesa quien no deja de verle el aire mágico a su historia, de azar que tiene por fuerza que ser.

«Llegué acá, me subí a un coche con ella de noche. Y ya sabes: árboles, oscuridad, autovía... ¡Puede pasar cualquier cosa! O estoy yendo a casa del amor de la vida o me va a descuartizar», ríe. La confianza le pudo al miedo. ¿Fue amor a primera vista? «Yo nunca había tomado un avión, y pensé: ‘Voy a tomar un avión por primera vez cuando vivo en lugar con un millón y medio de habitantes... Algo tiene que haber. Vine a sacarme esa duda y no me la saqué», afirma. Para sacarse la duda del todo, la prueba llegaría después, con el covid.

EL MARZO MÁS INESPERADO

Con la sensación encima de haberse dejado la puerta abierta, Ariel regresó a Argentina y, con el transcurso de los meses y una «melancolía» con corazón de morriña, decidió cerrar su peluquería. «Un día le dije a Mari: ‘Mira, ya hablamos dos años, ya fui, ya volví. Nos mandamos un mensaje al principio del día, otro a la mitad y otro al final, pero nuestras vidas van cada una por su lado. Somos solo dos personas que se conocieron y no dejan de hablarse por WhatsApp».

«Yo caí aquí cuando tenía que caer», no duda Ariel. En marzo del 2020 finalizaba el contrato con el local donde tenía la peluquería. Con ayuda de su hermano compró un billete para el 2 de marzo. «Le pregunté a Mari: ‘¿Lo compro?’ Y me dijo: ‘Compralo’ (sin acento)». Hecho.

El 3 de marzo del 2020, un día después de haber tomado su avión, en Argentina se notificó el «primer caso de covid». El 2 de marzo, Ariel aterrizó en Cataluña, se quedó con su hermano cinco días y se vino a Galicia. «Llegué aquí el 7 y el sábado siguiente estábamos confinados». Él con Mari, sin apenas conocerse. Vivieron juntos un encierro como el de cualquier pareja real. «Mi abuela aún piensa que me quedé aquí por la pandemia...», suspira Ariel. En principio, iban a ser quince días, «quince días encerrados», y así la vuelta de Ariel a Argentina entraba en plazo. Pero el estado de alarma se fue alargando hasta mayo. «Nuestro confinamiento fue como el de mucha gente: intimidad, charlas, distintas emociones, alguna crisis de ansiedad, discusiones...», cuenta él con encomiable sentido de la realidad.

La cabeza de Ariel dio muchas vueltas, confiesa. No era el covid, era la revolución completa de su vida, un estar partido entre todo lo que dejaba allá (la abuela, el padre, su campo, su ciudad, toda su vida entera) y lo que vino de golpe acá. «No acababa de encontrarme. La pandemia fue un consuelo para mí -concluye-. Yo había dejado de golpe mi vida. La pandemia me iba a coger en Argentina con la peluquería cerrada, en invierno. Pero me pilló aquí, y enseguida vino el verano, un verano en que recorrí toda Galicia con ella. Lo que hubiera sido un invierno negro y fundido económicamente en Argentina terminó siendo un verano que nunca más en la vida. Nosotros estamos juntos por el coronavirus. El vínculo es fuerte, pase lo que pase en un futuro, que no se puede saber, pero ese vínculo lo tendremos siempre ella y yo». El relato de Ariel es un manantial de relatos, el primero de ellos se lo contó a mi compañera Manuela Mariño, en un bar en el que trabajó este verano en Rianxo. «A mí me gusta mucho hablar», admite.

¿Y el billete de vuelta a Argentina, qué pasó? «El billete de vuelta caducó...», sonríe Ariel, un pibe un poco «toxo» que tiene ya corazón de rianxeiro.