Muy buenas experiencias
Todas sus experiencias como reportera gráfica de partos han sido buenas. En los nacimientos en casa nunca vivió un sobresalto, un mal trago, una incidencia que complicase el proceso y provocase el traslado al hospital por la deriva de los acontecimientos. «Que podía pasar...», admite Diana.
Cuando empezó a dedicarse al oficio con el que hoy se gana felizmente la vida, quería ser José Couso, el reportero gráfico que no olvidaremos, muerto en un ataque estadounidense contra el hotel en el que se alojaba durante la guerra de Irak, en el 2003. Con el tiempo, tras quedarse embarazada, cambió naturalmente su enfoque de la profesión: «Hay que hacer periodismo de guerra, pero también contar realidades como estas, cercanas y extraordinarias», que a menudo quedan, por su cotidianidad, fuera del foco. Diana vive como un privilegio acompañar con la cámara a una mujer hacia el nacimiento de un hijo. «Que me dejen ser testigo de su parto es un regalo. Es algo maravilloso. La situación en la que se encuentra en ese momento la mujer es contagiosa. Hay algo especial en el ambiente. Vas para casa con un buen rollo que te dura por lo menos una semana», cuenta. En cuanto le dicen: «Ven, llega el parto», lo deja todo. Se va con el equipo y muchas veces no vuelve a dormir a casa. «Si voy al parto, voy al parto, me quedo», asegura. Y no es infrecuente que la llamen de madrugada. La llaman, se apresura en salir, llega y espera. «Y no intervienes, solo haces fotos -subraya-. Este es mi trabajo».