Paula Fernández, trabajadora social: «Cada vez tenemos más consultas de jóvenes que se autolesionan»

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XOAN A. SOLER

La especialista, coordinadora de los centros Quérote+, asegura que los adolescentes han dejado de acudir al servicio para preguntar sobre sexo, y que ahora lo hacen para manifestar su ansiedad: «Desde que empezó la pandemia, hablamos con padres que no saben qué hacer»

31 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

De la preocupación por el sexo a la autolesión. Esa es la dura factura que la pandemia ha pasado a los adolescentes. Lo sabe bien Paula Fernández Rico (Ferrol, 1981), trabajadora social y coordinadora de los centros Quérote+ de la Xunta. La profesional lleva desde los 15 años trabajando en este servicio anónimo y gratuito para los más jóvenes, pero jamás vivió un escenario tan desolador como el actual: «Se les ha privado de una etapa vital y además están viendo venir la falta de futuro».

—¿Qué cambios estáis percibiendo en los adolescentes desde que se inició la pandemia?

—El cambio se basa fundamentalmente en el contexto. Nosotros cuando empezó la pandemia también nos tuvimos que ir a casa. Cambió la vía de acceso, porque tuvimos que adaptarnos a la videollamada, al menos para las consultas que ya había de seguimiento y acompañamiento. En cuanto a las consultas nuevas, intentamos dar una atención presencial, porque no todas se pueden atender de forma telefónica o por WhatsApp. También reforzamos la presencia en redes, y hacemos directs. Está cogiendo peso la atención más integral y psicosocial en los temas de la juventud, desde conflictos hasta sexualidad, autoestima... Esa caja de Pandora que no hay otro servicio público que atienda y, además, de forma anónima.

—¿Qué es lo que más demandan?

—Al hacer la consulta de videollamada, lo que pasó en Quérote+ es que aumentó mucho la atención psicológica y social en relación a la desmotivación. También hay muchas de temas de autoestima, de problemas de convivencia en familia... eso que nunca vimos. Hasta ahora eran casi todo temas de sexualidad, y de repente hemos visto que crecieron esas consultas en temas de convivencia, resolución de conflictos, y muchísimas de ansiedad. Pero con crisis, autolesiones, etcétera. Se están haciendo casos más crónicos y graves.

—De hecho, aumentó la violencia filioparental durante la pandemia.

—Supongo que es algo que todo el mundo podría ver, pero para lo que no estábamos preparados. Muchas familias pasan poco tiempo juntas, entre el colegio, las extraescolares y el trabajo, y en el momento en el que todos se quedan encerrados en casa, se da una situación nueva. Incluso familias que se reagruparon. Por ejemplo, tenemos un caso de una menor que de repente le llega a casa una prima y una persona mayor en un espacio que ya era reducido. Se dieron muchas situaciones que no se tenían planeadas y que recayeron en las familias. Después, está la propia adolescencia. Para ellos es duro no poder estar con su grupo de iguales, algo que es difícil de entender por un adulto, que piensa: «Si ahora el problema es el trabajo, a mí qué más me da que tú no puedas estar con tus amigos». Pero es que esto se ha prolongado mucho en el tiempo, y a ese grupo de edad se le ha privado de una etapa vital.

—¿Cuáles son las consecuencias de esa privación, de esas primeras veces que no han podido vivir cuando tocaba?

—Se ha juntado eso, la falta de ocio y de relación, con la falta de futuro, la complicación económica y laboral. Se han dado cuenta también de que ni siquiera es fácil conseguir un trabajo. Nosotros en Quérote+, de tener una consulta cada cuatro meses pasamos a tener una a la semana causada por la desmotivación. «No quiero estudiar, no vale para nada, no tengo nada que hacer, no tengo ocio...». Adolescentes que se han encerrado en casa conectados a Internet y con desesperanza. La gran consecuencia es el aumento de la ansiedad y de estados depresivos. Eso, en una etapa en la que se supone que todo son ideas, proyectos y conocer gente nueva. No tienen herramientas, y no se atreven ni a hablarlo con los padres. Lo más dramático que ha aumentado son las autolesiones y las crisis de ansiedad. Ha bajado la demanda en atención sexual y ha subido la del estado de ánimo.

—El sexo también tienen que vivirlo muchas veces de forma virtual, y se habla mucho de los riesgos del «sexting».

—En Quérote+ trabajamos desde el sexting positivo, educativo y no prohibitivo. Decide muy bien a quién envías la imagen. Reduce el riesgo, que no salgan partes de tu cuerpo que puedan reconocer, y usa plataformas en las que la imagen se autodestruya, aunque pueden hacerle igual una captura. Hay unas normas legales, obviamente, y se intenta apelar a la responsabilidad cuando las envías, pero sobre todo a la hora de recibirlas. Trabajamos mucho con la persona que las recibe, y con el consentimiento. Lo que destacaría en el sexting es el control, es decir, qué foto quieres pasar, y asumir la responsabilidad de lo que puede ocurrir, si acaba donde no quieres. Pero más desde el punto de vista del que la recibe, qué responsabilidad tiene, qué pasa si es de un menor de edad, y si se reenvía.

—Es decir, la víctima no es la culpable.

—Sí. No pondría el punto en culpabilizar a la persona que la envía, sino en quien la recibe. Y en el caso de que tú hayas pedido esa foto, también en cómo se pide. No puedes presionar a nadie, ser pesado, o enviar una foto sin que te la hayan pedido. Que eso también se ha dado, el sexting no solicitado. Gente que se ha sentido obligada a enviar, que te dice «es que me presionaba, si no le mandaba las fotos se enfadaba». No eran imágenes deseadas, no partía de su propio deseo ni voluntad enviarlas. Ahí hay un problema. Pero nosotros no vemos que haya aumentado el sexting. Sí el FOMO (fear of missing out), el miedo a perderse algo en la red, y la falta de autoestima. Eso se ha juntado con que los padres también han rebajado un poco las normas, porque dices, «por algún lado tiene que tener una salida».

—¿Esperáis otros felices años 20 cuando el covid remita?

—Yo soy defensora total de los adolescentes y de los jóvenes, y creo que por el momento vital, se les achaca como un poco más la irresponsabilidad y el vivir en el momento, pero opino que la lección de contención la han dado. No se les ha tenido en cuenta ni en las medidas cuando se desescaló del confinamiento. Han sido los grandes olvidados y olvidadas, y les faltan recursos públicos de atención. Siempre van a salir fotos de los botellones, pero creo que hay que tener en cuenta las necesidades de esa etapa. No podemos pedirles que funcionen como adultos, porque no tienen las capacidades ni neuronales ni vitales. Si llevo año y medio desmotivado, sin salir, sin tener relaciones, ni un contacto físico... Sus necesidades son otras, y son importantes.

—¿Tiene algo de positivo todo esto?

—Perder un año y medio en experiencias no tiene por qué ser horrible, porque has pasado otras cosas y ganado otras herramientas. Ahora sabes gestionar mejor la frustración, o has mejorado los vínculos con la familia... Has perdido unas experiencias, pero has ganado otras. En muchos casos, la falta de apoyo institucional ha hecho que esto se resolviese en familia y sin recursos, porque si tú ves en tu casa que tus padres estudiando se han quedado sin trabajo, que no te van a poder pagar no sé qué, que igual lo de irte de Erasmus ya no va a poder ser, que no puedes juntarte con tus amigos en la universidad cuando todos queremos ir por las fiestas el primer año... Hablando con otras psicólogas compañeras para ver cómo gestionar las consultas, incluso hemos pedido formaciones nuevas, porque estamos recibiendo casos que no habíamos visto.

—¿Cómo os contactan los adolescentes?

—Suelen contactar por WhatsApp o por teléfono, pero también lo hacen padres que no saben qué hacer, porque su hijo está mal. Funciona mucho por el boca a boca, por amigos suyos que llamaron antes. Mira, hace poco atendí a una profesora de FP porque tiene una alumna con autolesiones. Se enteró la profesora, no los padres. Pero en cuanto dejas de ir al centro educativo, todo queda en tu casa. Cada vez atendemos más consultas de jóvenes que se autolesionan. Depende de cómo las familias afronten todo esto, y las hay muy disfuncionales, que no se conocían y que tiraban para adelante por las dinámicas del día. Luego están los problemas de pareja, que hacen que te fijes menos en tu hijo y prefieras que se quede en su habitación sin molestar.

—¿Qué preguntan más en los institutos?

—Hay preguntas que siguen haciendo un montón en relación a las primeras veces, a cómo saber si estoy preparado. También temas de anticoncepción y de gestión de la pareja, porque se está viendo a través de los medios lo de la media naranja, la relación tóxica... Luego está la incidencia en el porno, porque estamos encerrados en casa con acceso a Internet, y les genera dudas en cuanto a los estereotipos, los consentimientos... Y la diversidad. Esta generación está muy puesta en eso, demanda distintos modelos de masculinidades y feminidades, al igual que de su identidad de género. Dicen es que soy pansexual, o soy asexual. Hay términos que van escuchando y se van planteando. Todo este tema está muy en boga también por la ley trans, y les está llegando.