Supera el covid y celebra sus 104 años con sus tataranietos

YES

«Tuvo un poco de tos dos días, pero nada más», cuenta una nieta

31 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Nació en 1917 y su segunda tataranieta en el 2017. Un siglo después. Esta familia gallega es de las pocas privilegiadas que pueden presumir de contar con cinco generaciones. «Yo nací en 1967, cuando ella tenía 50 años», comenta María Jesús, la nieta mayor de Josefa Villaverde Vascoy, que acaba de cumplir los 104 años. Es natural de la parroquia de Dordaño en el ayuntamiento de Oza-Cesuras, y lleva allí desde principios del siglo pasado. Se casó al lado de casa con un agricultor que, como ella, dedicó toda su vida a cultivar la huerta. Trajeron al mundo tres hijos, que ahora tienen 74, 70 y 69. Además de María Jesús, tiene otros tres nietos, todos varones, Juan, Víctor y Miguel. Y la familia se completa con tres bisnietos, Almudena, Leticia y Miguel, y otros tantos tataranietos. Ana, de 10 años; María, de 3, y Gael, de 15 meses. A Josefa y Gael los separan 102 años y 9 meses.

Qué suerte tiene Ana, que a sus 10 años tiene abuela, bisabuela y tatarabuela. Hace unos días lo celebraron en la casa familiar y la centenaria hasta se animó a cantar el Cumpleaños feliz. Una mujer de récord que el pasado mes de febrero, en pleno pico de la ola con la que comenzamos el año, dio positivo en coronavirus. Como se pueden imaginar, todos se temieron lo peor. «Tuvo un poco de tos dos días, pero nada más», recuerda su nieta sobre cómo pasó la enfermedad esta veterana. Con el covid superado, ahí la tienen con sus tres preciosos tataranietos.

EL BAR DEL MONASTERIO

Cuando mi amiga Isabel dijo que en el monasterio había un bar, reconozco que no me lo creí. Hace un par de años recuerdo haber subido al alto de A Bailadora y el monasterio de Santa Catalina de Montefaro estaba abandonado. Pero Isabel estaba en lo cierto. En un pequeño claustro colocaron unas mesas y sillas de esas espantosas con publicidad de una firma comercial y puedes tomar algo. Es como la cantina de un albergue de peregrinos y tiene mucho encanto, al margen del mobiliario. El mesonero es un hombre afable, de los que te ofrece la tapa gratuita casi antes de que pidas la consumición. Puso unos tacos de tortilla con chorizo y verduras que estaba realmente rica. A la entrada del local hay un loro enorme que Eduardo de Cervás, un oyente de Radio Voz, creo recordar que me dijo que se llamaba Cata, supongo que por Santa Catalina. Un lugar que merece la pena. Una pausa en el camino hacia el alto de A Bailadora, uno de los lugares con mejores vistas de Galicia.

Ves a tus pies el castillo de San Felipe y La Palma y la imponente ría de Ferrol. Saludé a un grupo de ciclistas que me explicaron a qué se dedican cuando tienen un poco de tiempo libre. Suben en las bicicletas de montaña eléctricas y después bajan descargando adrenalina por la infinidad de caminos que hay por la zona, entre los postes de radio y televisión. De hecho, cuando entré en el bar del monasterio salía un grupo numeroso de deportistas que venían de repostar. No sé si pondrán algo más que tortilla, pero antes de que acabe el verano pienso organizar otra caminata por estas tierras. Fui desde Ares hasta Chanteiro, por la costa en la que encalló el barco Blue Star hace un par de años, y es una maravilla. La ruta arranca al lado de las instalaciones del club de remo de Ares, que cuenta con cantidad de aficionados en la zona. Subes por unas escaleras de madera y empiezas a recorrer unos senderos que están bien señalizados. No hay demasiada gente y las calas son imponentes. Como premio final llega la subida de la que les hablaba, que es dura pero llevadera. Y ahora con la novedad del bar del loro en el monasterio, que aporta un atractivo más a un lugar ya de por sí incomparable.