El flechazo maestro de Adrián Millán, autista, epiléptico y campeón arquero

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Adrián Millán, campeón arquero, en el campo del Club Arco Trasno, de Tomiño
Adrián Millán, campeón arquero, en el campo del Club Arco Trasno, de Tomiño Oscar Vázquez

12 sep 2022 . Actualizado a las 18:20 h.

Adrián Millán tiene, a sus 17 años, una colección de trofeos y medallas que superan de largo su edad. Nadie le puede quitar lo que ganó: 15 trofeos y 25 medallas desde el 2016. Pero él llegó a temer que podría pasar, cuando la federación gallega le retiró la licencia que le impidió competir en casa una temporada tras convertirse en número uno. Podríamos llamarle «el Robin Hood gallego» por su talento con el arco y su gusto por el bosque, pero él no es un ladrón. Se ha ganado lo que tiene con puntería y una perseverancia que pelea contra su autismo. Sus padres, Carmen y Roberto, son sus primeros aliados en esta lucha fuera de competición. Adrián se convirtió, en el 2020, en subcampeón de Asturias en categoría absoluta y campeón en dos competiciones de liga nacional 3D y campo. Su historia es un flechazo a las dificultades y la discriminación.

Todo empezó «con un arco del Decathlon», recuerda su madre. «Le regalamos un arco de juguete ». Y vieron que Adrián tenía estilo. «Le hice unas fotos que compartí en Facebook y un compañero me dijo: ‘Qué buenas posturas pone... ¿Por qué no lo traes al Club de Gondomar?», cuenta su padre. Con 12 años, Adrián empezó a apuntar al campeón que ha llegado a ser.

Gracias al arco, se relaciona mejor. Él no tiene filtros, ni para lo bueno ni para lo malo, dice lo que piensa, como si fuese un espejo, necesita la repetición, lo concreto, tanto que, cuando, al prepararse para la Comunión (les costó encontrar cura dispuesto a dársela), le explicaron que Dios está en el cielo, él miraba arriba diciendo: «¿Dónde? No lo veo». Lo cuentan sus padres, que, cuando él se cansa, son su voz.

«Era un niño muy nervioso. Y en el Club de Gondomar nos dijeron que este deporte le iba a ir bien. ¡El primer año fue increíble! Todo beneficios. Y se le daba tan bien... Pero íbamos contentos porque veíamos que estaba relajado, que se centraba. Él que no era capaz de estar quieto en la silla...», señala su padre.

El primer premio fueron la calma y el contacto con los demás, esa manera de destensar con el deporte el arco de sus relaciones. Su especialidad es el arco desnudo, y sus favoritas, las competiciones de bosque. «Me gusta ir a los campeonatos porque soy como los demás compitiendo. Nadie me ve raro tirando flechas», cuenta Adrián.

PREMIO TRAS LA DESILUSIÓN

Enseguida se tomó en serio su pasión; al principio iba al Club Serra de Gondomar. Hoy tiene su propio club, que montaron sus padres a raíz de que le retiraran la licencia en Galicia. «Luchamos por él montando el club», dice su padre sobre el Arco Trasno, su sueño hecho realidad en el campo de Tomiño.

El primer trofeo llegó... «¡en la primera tirada!», ríe su padre. El primer año que compitió, en el 2016, cuando logró un segundo puesto en Galicia. En el 2018, Adrián fue el número uno gallego.

«Le quitaron la licencia en Galicia alegando que el seguro no cubría a un niño autista con epilepsia»

Tras convertirse en campeón le quitaron la licencia. «En septiembre del 2019 se le renovó, pero en octubre nos reclamaron desde la federación informes médicos en los que se indicase que está capacitado para este deporte», explica Carmen. «Primero nos dijeron que era por el autismo -añade Roberto-. Luego que era por la epilepsia». «Pero solicitar informes médicos para demostrar que estás capacitado no lo recoge la normativa ni se lo pidieron a nadie más en la federación. Le quitaron la licencia alegando que el seguro no cubría a un niño autista con epilepsia», resume Carmen. Estaban entonces en el club Arkeiros do Deza. Gracias a ellos, señalan, Adrián compitió la temporada pasada en Asturias, y se convirtió en subcampeón absoluto venciendo la desilusión de no haber podido jugar en Galicia. «Ese día lloré como una Magdalena», confiesa su padre. «Para Adrián fue un retroceso estar mes y medio sin practicar, no por competir, sino a la hora de relacionarse. Era como enfrentarse a todo por primera vez», explica su madre.

Pero hubo quien, en las duras, dio la cara por él. La familia no olvida el apoyo que recibieron, con nombres y apellidos. Entre otros, el de un guarda forestal de 64 años que lleva toda la vida tirando con arco siendo epiléptico.

Oscar Vázquez

Adrián, que ha pasado más de un año sin crisis, fue discriminado sin razón, subrayan sus padres, que se aficionaron al arco gracias a él. «Aprendí al verlo a él, al acompañarle. Y ahora yo pongo los arcos a punto», dice Roberto. A Carmen la apuntó él por sorpresa a un curso de iniciación, y se convirtió el año pasado en campeona gallega.

En esta entrevista por Skype, Adrián me enseña uno de los trofeos de los que se siente más orgulloso, el del campeonato gallego de bosque del 2018. Tiene tantos que su abuelo le está haciendo una vitrina para reunirlos, para tener muy junta su gran familia de méritos. «Eso espero, que ya no hay sitio», dice.

¿Prefiere las medallas o los trofeos? «Cuando tenga el siguiente concurso de arco, lo averiguaremos...», responde Adrián, que no dice una palabra en vano. Es directo y competitivo. Si algo sale mal, «se pica», dice su padre. Al principio, si las flechas se le iban fuera, se frustraba, pero sus padres destensan con humor lo que él se toma a pecho.

«Lo mejor no son los trofeos, sino la tranquilidad que ganó Adrián, el arco le ayudó a gestionar la vida con más calma»

Ni ganar un trofeo le cura a Adrián el dolor de romper una flecha. Conoce el valor de cada una. El trabajo de sus padres y el del arco va en el sentido de relajar esa tensión. Lo mejor «no son tanto los trofeos como la tranquilidad que ganó Adrián con el arco, que le ayudó a gestionar la vida con calma. Llévalo del deporte a la vida cotidiana: no pasa nada si te equivocas, esa es la lección». «Ahora, Adrián no da pasos atrás si te acercas. Da pasos adelante. Y, si vienes a casa, eres un amigo. Es una educación que no da el colegio»