Él vivió el mayor atasco de la historia del Everest en el 2019, en el que fue su tercer ascenso a la cumbre, «y volvió medio muerto», cuenta Xiana. «A su cliente se le acabó el oxígeno y Lakpa le dio el suyo. Esto no se cuenta en las grandes crónicas de los alpinistas. El sherpa no sale nunca», recuerda.
«De Xiana me interesó en un primer momento su cultura, idioma y estilo de vida, tan diferentes a los míos. Por ejemplo, me interesa ver que que en Occidente no hay grupos étnicos y castas tan diferenciados como tenemos en Nepal. Aquí convivimos más de 100 castas diferentes, cada una con su propio lenguaje, religión y cultura. Por ejemplo, mientras en Nepal la lengua oficial es el nepalí, se hablan muchísimas lenguas diferentes. Yo, por ejemplo, soy sherpa y hablo idioma sherpa. Europa me sorprende porque creo que tenéis menos lenguas, tenéis festivales en común y parece que todo el mundo tiene un estilo de vida más parecido entre sí, cosa que aquí no ocurre. Y sobre el estilo de vida, me sorprende que aquí en Nepal una familia grande suele vivir junta, quizá 5 ó 10 personas o más. Comemos juntos, dormimos juntos en la misma habitación y no tenemos cuartos privados para descansar, pero creo que en Europa eso no existe. Me sorprende que vosotros vivís en familias más pequeñas, donde la gente tiene su propia habitación privada para dormir, con su propio salón y comedor. También me llama la atención que planificáis mucho la vida y todas las cosas, mientras aquí acostumbramos a vivir más en el día a día, y he visto que vivir en un equilibrio de ambas cosas está bien. Xiana y yo pasamos muchísimas horas explicándonos nuestras diferencias culturales, intentando comprender por qué ella hace así tal cosa, y yo la misma cosa de otra forma, y nos pasan las horas y nos reímos mucho», comenta Lakpa, que vive hoy en Katmandú, capital de Nepal, durante seis meses al año. «Los otros seis acudo a trabajar en trekkings y expediciones», cuenta.
La otra historia del Himalaya respira en este cuento real de amor entre culturas, en un libro de Ediciones del Viento que nos hace sitio en un viaje que ha cuajado también en un proyecto solidario para impulsar la retirada de una tonelada de residuos en el Everest. Para no acabar con «la diosa madre del mundo» ni con el sueño de acercarse, al menos, a sus helados pies.