Ignacio Bermúdez de Castro: «El covid ya está trayendo más divorcios... y son más conflictivos»

Noelia Silvosa
NOELIA SILVOSA REDACCIÓN / LA VOZ

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MARCOS MÍGUEZ

Tras 35 años de carrera judicial, el letrado experto en derecho de familia asegura que el confinamiento ha acelerado más rupturas. «Pero el que se divorcia iba a hacerlo igual antes de la pandemia», matiza. Eso sí, las fricciones del encierro tensan aún más un proceso que cada vez es menos de mutuo acuerdo

29 oct 2020 . Actualizado a las 09:45 h.

El control excesivo, el desacuerdo en la educación de los hijos, los malos tratos y las infidelidades son algunas de las realidades que han aflorado o se han acentuado durante el confinamiento, y que han conducido a un aumento de las demandas de divorcio. Así lo corrobora uno de los referentes en este sector, el abogado coruñés Ignacio Bermúdez de Castro, que aunque reconoce que el miedo y la inestabilidad económica propios de la pandemia pesan, cuando uno no puede más, no hay marcha atrás. «Cuando hablamos de crisis hablamos de algo que vienes arrastrando de mucho tiempo, que ocasiona depresión y tratamiento psicológico o psiquiátrico del hombre o de la mujer, con problemas en los niños, que son auténticas esponjas. A esa persona que está pasando por esto, no le hables de crisis económica o de pandemias», señala el experto, que se ha pasado el estado de alarma al teléfono atendiendo a clientes que decidieron decir basta.

—¿Confirmas que estamos en época de divorcios?

—Siempre se ha dicho que las épocas del año en la que más divorcios hay son después del verano y después de las Navidades, por la convivencia, el roce con la familia política... Eso no es que motive el divorcio, sino que motiva que la gente tome la decisión. Pero eso se ha quedado muy pequeño con respecto a un confinamiento de meses. Durante esos meses no se han producido divorcios porque los juzgados no estaban operativos. A medida que el estado de alarma se fue dulcificando, se empezaron a presentar las demandas que empiezan ahora a incoarse. Efectivamente, consideramos que va a haber un aumento importante del número de divorcios a pesar de que las cifras, las estadísticas del Consejo General del Poder Judicial, decían que había habido un descenso. Pero claro, lo hubo porque en esos meses materialmente no se podía salir. Cuando dos personas en el mes de marzo se ven media hora al día porque trabajan fuera, divorciarse es casi un vicio. Pero claro, cuando estás todo el día... la rutina es el cáncer de los matrimonios.

—El confinamiento también ha recrudecido la violencia de género.

—Si el número de divorcios se va a multiplicar, esto también. El maltratador, cuando tiene las 24 horas del día durante unos meses, no es que pueda explotar o no, es que explota. Y ahora estamos viendo los abogados que nos dedicamos a estos temas que en los casos de violencia de género no es solo que se hayan incrementado el número de denuncias, que también. Es que han aumentado no solo las motivadas por maltrato físico, sino también psicológico. Y ahora, con la segunda oleada, quizás eso se multiplique por el tema económico.

—La crisis económica empeora las demás, ¿no?

—El tema económico motiva que los problemas domésticos se multipliquen por un factor importante. En la primera oleada aún había un pequeño colchón, pero en la segunda va a ser peor. Una de las cosas que frena la interposición del divorcio es la cuestión económica, pero no por lo que cuesta el proceso en sí, sino por lo que cuesta vivir tras el divorcio, porque hay que pagar dos viviendas, pensión para las hijos, hipotecas a medias... Lo que ha surgido hasta ahora no es más que la punta del iceberg de lo que va a venir.

—¿Qué tipo de divorcios estás tratando?

—Esta pandemia va a hacer que el número de divorcios de mutuo acuerdo disminuya en favor del número de contenciosos. El covid ya está trayendo más divorcios... y son más conflictivos. No es igual ir a un divorcio después de estar seis meses relajado y hablando que estos que son más problemáticos, porque arrastran seis meses de conflictividad. Han arrastrado demasiado tiempo de convivencia para que el buen rollo se convierta en mal rollo, sino en una animadversión recalcitrante. Un matrimonio que va a hacerlo de mutuo acuerdo, que los romanos le llamaban a eso la desaparición del affectio maritalis, es decir, se acabó, piensa que hay que seguir por el bien de los hijos. Pero no es igual estar seis meses diciendo: ‘Tenemos que hacerlo', o esos tópicos que nunca se cumplen de ‘Vamos a ser muy amigos', que se dan poquísimas veces, a la tensión de un encierro tan prolongado. Yo he tenido gente que viene de buen rollo, cariño por aquí y por allá, pero de repente salta una chispa y todo cambia.

—Habrás visto de todo en este despacho.

—Yo he tenido clientes que me ha venido la mujer aquí por la mañana, y por la tarde me viene un señor y me cuenta su historia. Bueno, pues están tan en las antípodas las versiones, que yo no reparo en que es el mismo tema hasta que a lo mejor me dicen que a ver qué hacemos con el perro, o con la finca, y caigo en que eso me lo habían contado antes. Pero nada del fondo, de lo importante, coincidía. Ya me pasó alguna vez que tardé tanto en darme cuenta que no pude aceptar el caso, porque tenía demasiada información. Pero normalmente a los quince minutos te das cuenta y les dices que no puedes. Ahí, prior in tempore, potior in iure, prima el que llega antes. Que no siempre es el que te gustaría llevar, pero somos profesionales.

«Cuando una mujer va al abogado a consultar, ya no hay marcha atrás. El hombre va más a consultar, la mujer viene ya consultada»

—¿El covid ha roto parejas entonces?

—El que se divorcia, se iba a divorciar igual sin covid. Eso tiene que quedar claro. El covid no ha motivado que nadie se divorcie. No es el causante ni de eso ni del maltrato. Esas personas iban a hacerlo igual, pero quizás más tarde y de una manera distinta, probablemente menos conflictiva. No sé si quieres que te hable de las infidelidades...

—Las restricciones han reducido las posibilidades de tenerlas, ¿o no?

—Durante el confinamiento se han descubierto muchas. El móvil es lo que hace que se descubran, porque esa persona ahora tiene todas las horas del día en casa, y las pasa con el teléfono, que no para de sonar. En un descuido es fácil, casi siempre vienen por ahí las sorpresas y los descubrimientos.

—Pero el bienestar de los hijos pesa.

—Los hijos se convierten en el arma arrojadiza. Dos personas ya no es que dejen de quererse, es que pasan a odiarse, y empiezan a no dejar ver al hijo y demás. De hecho, por el covid se legisló para casos concretos de gente que se había quedado sin trabajo y que no podía pagar las pensiones, o para pedir un aumento de las mismas durante los tres meses de confinamiento. Y hubo personas que no han podido ver a sus hijos durante el estado de alarma, a pesar de que el decreto recogía ese supuesto, lo que aumentó también la interposición de demandas ejecutivas. Hablo de casos sin custodia compartida.

—¿Se dan muchas compartidas?

—El Imelga está teniendo una media de retraso de año y medio. Tú vas a un divorcio y hay unas medidas provisionales. Y mientras, el juez igual dictamina que los niños se queden con la madre. Después, ese juez probablemente dicte la custodia compartida, si es un padre normal, porque la compartida se da siempre que no haya causas muy objetivas para no darla, es la norma general. Aquí se busca el interés del menor, no el deseo del menor. Porque a veces un niño de seis años quiere ir con el padre porque le va a comprar la Play Station. Ahora, si un niño de 14 años dice que quiere ir con uno u otro a vivir,a no ser que el juez detecte que pueda ser una lástima del padre o la madre que quiere darle pena y que el niño se sienta culpable, se le hace bastante caso.

—Y luego surgen nuevas fórmulas, como en el caso de Miguel Bosé.

—Es que con la legislación española, el Código Civil recomienda no separar a los hermanos. Si los niños fueran hermanos o Bosé se hubiera convertido en el padre no biológico por el registro civil, y su pareja igual, aquí no se separaría a esos niños. Solo en casos muy excepcionales con un hijo mayor y otros pequeños. Y luego hay que tener en cuenta que el 50 % de las parejas que entran en este despacho no están casadas, es lo que se llama una relación paramatrimonial. Es todo exactamente igual, pero sin divorcio, porque no ha habido matrimonio.

—¿Han cambiado las causas que llevan a las parejas al divorcio?

—En las demandas de mutuo acuerdo se limita a poner «por razones que solo afectan a estas partes». En la ley del 81 había unas causas tasadas de divorcio, pero ahora no, por lo tanto si a mí nadie me pregunta para casarme, tampoco para disolver. Si son contenciosos las causas pueden ser de mucho tiempo. Los malos tratos se invocan bastante ahora, porque la mujer da el paso tras el infierno que ha vivido durante meses. Y después se dan situaciones de control excesivo. Por ejemplo, si vas con una infidelidad a un juzgado ya ni te lo admiten, te dicen que es un problema en el que no tienen por qué entrar. La causa mayor es que no se soportan, y es omnicomprensiva. El divorcio se da siempre, no tienes que invocar una causa. Antes empezabas preguntando por qué motivos querían separarse, era la antítesis de lo que es ahora. Hoy en día cuando te empiezan a decir ‘no, es que mi marido ha sido infiel'. Ahí le advierto que no vaya por ahí, porque eso si lo pones, el juez te lo puede hasta recriminar. A mí lo que me interesa es que se quiera divorciar y que me diga qué quiere, cómo quiere quedar en cuanto a la casa, la custodia, etcétera. Solo eso. A mí no me cuentes que un día pasó esto o lo otro.

—¿En este momento dan el paso igualmente hombres que mujeres?

—Aquí vienen aproximadamente al 50 %. Ahora bien, la forma de afrontar el divorcio de una mujer es distinta. Cuando una mujer va a un despacho de abogados, ya no hay marcha atrás. Ya lo ha sopesado mucho, sois mucho más cartesianas y reflexivas normalmente. El hombre igual viene dos o tres veces y ya no sabes más de él, porque quizás somos un poco más de impulsos. Todo esto lo digo en general, obviamente. El hombre va más a consultar a un despacho, la mujer viene ya consultada.

—¿Cuántos años llevas ya ejerciendo?

—Llevo 35 años y he visto de todo. Ahora ya hay custodias y peritos psicólogos de perros. Son muy pocos casos, muy puntuales, pero los hay. Ya se tramitan custodias compartidas de perros. Nos estamos americanizando tanto que llegamos hasta a que un psicólogo de perros diga con quién se encuentra mejor. Si nos dicen esto hace 20 años...

—Y según tu experiencia, ¿el que va a consultar acaba divorciado?

—La gran mayoría sí. Es posible que venga una persona a consultar para saber qué es un divorcio, a qué tiene derecho. Pero esa gente, lo normal, de un 90 % para arriba, aparece a los dos o tres meses. Porque durante ese tiempo han estado macerando con esos derechos que yo les dije que tenían.

El padre que teme las medidas puede decir: 'Prefiero no divorciarme, seguir ahí en mi butaca y con un saneamiento económico'

—¿La pandemia y el contexto económico no les echa para atrás?

—Para los que la padecen, la crisis es muy dura. No es el cabreo, me refiero a la crisis. Una crisis es una cosa que se arrastra desde hace mucho tiempo, que motiva que el hombre o la mujer entre en una profunda depresión con un tratamiento psicológico o psiquiátrico, que haya problemas económicos o problemas con los hijos, porque los niños son esponjas que captan todo. Así que al que tiene una crisis matrimonial no le hables de la crisis económica ni de la pandemia. Eso es absolutamente secundario para esa persona para la que esa situación se ha convertido en una enfermedad.

—Muchos padres temen no poder vivir con sus hijos, o piensan que la compartida les generaría inestabilidad.

—La tendencia, casi te diría que unánime, del Tribunal Supremo, es a favor de la custodia compartida. Eso no quita que no haya casos en que no se dé porque los padres se lleven excesivamente mal o por otras cuestiones. Que conste que hay muchos jueces que afortunadamente ya les dice: «Pues si ustedes se llevan extremadamente mal aprendan a llevarse bien», porque aquí lo que prima es el interés del menor, su beneficio. Que no es lo mismo que su deseo, porque los niños son muchas veces egoístas y buscan un beneficio. Pero el padre que teme ver a sus hijos cada 15 días y un día intersemanal, a dejar la casa, a pagar una pensión, puede llegar a decir: no me compensa. Prefiero no divorciarme, seguir ahí en mi butaca y con un saneamiento económico. Los hijos es lo que más pesa en la toma de decisión de los padres, al 90 %. 

—¿Has consultado durante el estado de alarma?

—Durante los dos primeros meses trabajé al mismo ritmo desde casa consultando y presentando mis pleitos, porque ese es el momento en que la gente necesita una solución a corto plazo, claro que la demanda tardaba más en incoarse al estar los juzgados paralizados. Yo estaba igual 6 o 7 horas al teléfono en el confinamiento, con clientes nuevos y otros antiguos que igual era un padre que su madre no le llevaba al hijo cuando le tocaba.

—Tú sí estás casado desde hace muchos años.

—Llevo casado desde el 87, tengo 59 años y llevo 33 casado más 5 de novios.

—Y en este despacho ves todo lo que no hay que hacer, ¿no?

—¡Ja, ja! Esto también te sirve para no caer en esos fallos. Porque 35 años escuchando... Y hay que evadirse, porque el derecho de familia es tremendamente absorbente. No hay horario. Pueden llamarte a las once de la noche para decirte que el padre no mandó el cepillo de dientes sin cortarse un pelo. Yo recurrí a estudiar, tengo seis licenciaturas y varios másters, y me refugié en eso para entender también abstractamente el mundo del derecho. Por eso quería acudir a la universidad nunca como profesor, siempre como alumno, para escapar de algunas cosas que he visto aquí.

—¿Como cuáles?

—Ojalá no las hubiera visto, porque yo he visto la denigración del ser humano hasta límites insospechados. He visto actitudes heroicas por parte de padres luchando por el derecho a ser padre, heroicas por parte de madres por el mismo derecho. He visto conjuntamente actitudes heroicas de padres y madres. Y he visto lo más triste de todo, que es cómo se utiliza a un niño para joder al contrario. No hay peor cosa que odiar a quien quisiste mucho. Los despechos en este ámbito son muy importantes, y no conocen de nada. Ni de estatus, ni de poder adquisitivo, de nada. Aquí juegas con sentimientos, que es lo peor que le puede pasar al ser humano. Cuando salgamos del covid vamos a ver que a la recesión que se avecina se le va a unir la recesión personal de cualquier ser humano que vio que cayó de lo más alto a lo más bajo en lo que dura en tramitarse un divorcio.