DANIEL Y VERÓNICA, apasionados del mundo analógico, recorren Galicia con su furgoneta para hacer retratos en blanco y negro con una cámara con más de un siglo de vida y un auténtico laboratorio sobre ruedas
03 ago 2020 . Actualizado a las 23:25 h.
«Hay quien dice que en los retratos sale más el alma de la gente. No podría decir si sale el alma, pero sí que salen con más carácter». Dani enseña una cámara de 1906. Una Imperial Thornton hecha a mano por un ebanista en Inglaterra. Una pieza casi de museo que sigue inmortalizando momentos. «Fue el regalo de cumpleaños de mi padre. Compró dos en Ebay que estaban hechas polvo y las restauró. Me pasé la infancia con él, le encanta la foto analógica y lo que más le gusta es el retrato». En el archivo del Reina Sofía se guardan algunas de las fotografías de su padre, Luis Plácido López Caballero.
El regalo de cumpleaños no podía llegar en mejor momento: se convirtió en una ilusión para Daniel López y su novia, Verónica Alfonso. Así, con esta cámara con más de un siglo de vida, y su furgoneta, crearon Lab On Wheels, un proyecto con el que recorren Galicia haciendo retratos en blanco y negro como los que hacían los fotógrafos minuteros usando la técnica del calotipo de 1850. Una forma de guardar recuerdos en blanco y negro.
«Empezamos como algo para aprender, para viajar, disfrutar y conocer gente». Su intención era empezar retratando peregrinos en la plaza del Obradoiro, pero el confinamiento les hizo aplazar durante unas semanas sus planes. «Cuando pudimos salir, el primer sitio al que fuimos fue a Nemiña». ¿Y la reacción de la gente? «Hay de todo. Personas que se quedan alucinadas cuando lo ven y quieren saber cómo funciona. También es curiosa la reacción de padres a hijos, que les dicen: ‘Mira, así eran las cámaras de antes'. O muchos abuelos a los que les toca la fibra nostálgica». A través de Instagram muchos fotógrafos les escriben: quieren saber cómo recuperaron la cámara, cómo revelan las fotos. Dani enseña el pequeño laboratorio que tienen dentro de la furgoneta y cómo tiene que revelar las fotos a ciegas. «Es como los músicos que tocan de oído. Parece magia», aclara. «Nos llegaron a preguntar si teníamos una impresora dentro de la furgoneta», añade. Posar como en 1850 tiene su truco. Primero, es importante ser capaz de aguantar con los ojos abiertos el tiempo que tarda en disparar la cámara. Segundo, permanecer estático unos segundos. Esto nada tiene que ver con la ráfaga de la cámara del móvil. Es como pintar un cuadro del momento. «Lo que más gracia hace a mucha gente es tener que estar un segundo quieto. En las fotos antiguas era habitual que no sonriesen precisamente por ese motivo: no era fácil aguantar la expresión más de un segundo». Después del posado para la foto, Vero y Dani tardan unos 15 minutos en revelarla. El acabado es una foto en blanco y negro muy pictórica. Un recuerdo de un instante, de un verano, de un momento en familia. «Ahora es fácil que en el móvil tengas cien mil fotos que no se revelan. Pero igual viene un señor que no tiene ninguna foto con su hija y que de esta forma puede llevarse ese recuerdo», cuenta Vero. «Una foto que no está impresa no está terminada», señalan.