Una boda con 2.050 invitados por el covid-19

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CAPOTILLO

A estos novios que se casaron en Marín el 30 de mayo les tocó innovar. Como en la iglesia solo podían entrar 50 invitados, prepararon un directo que siguieron miles de personas

14 jun 2020 . Actualizado a las 09:07 h.

Estaban todos, aunque no se pudiesen tocar. La boda de Dalila y Gustavo se celebró respetando los dos metros de distancia social entre los novios que indican las normas para evitar la transmisión del nuevo coronavirus. Eso fue hasta que se dieron el sí quiero en el altar. «En ese momento, al casarnos, pasamos a ser una unidad familiar y ya nos pudimos sentar juntos», cuenta la recién casada al teléfono. La boda de esta pontevedresa ha sido una de las primeras de la era covid-19 en Galicia. Fue un 30 de mayo de la fase 2. Como estaba previsto en su calendario, aunque las circunstancias no fuesen exactamente las esperadas. «Hay algo que no faltó pese a las restricciones: la ilusión», asegura Dalila. Por muchos motivos, el suyo ha sido un enlace único.

«¿Cancelamos la boda?». La pregunta rondó varios días la cabeza de Dalila y Gustavo. Cuando conocieron las medidas de la segunda fase de la desescalada terminaron de decidirse. El 25 de mayo las celebraciones con hasta 50 invitados en un interior pasaron a estar permitidas. La suya fue una de las primeras y también pioneras. Aunque en la iglesia Evangélica de Marín solo pudieron asistir medio centenar de familiares y amigos, a través de Internet la fiesta llegó a 2.000 personas. Para eso, hizo falta mucha organización.

AMOR EN TIEMPOS DE COVID

«Como los trajes ya estaban comprados y las invitaciones repartidas, no quisimos esperar más», dice Gustavo. Sin embargo, ni su familia, que reside en Guatemala, ni personas tan importantes para Dalila como su hermana, que vive en Barcelona, podían viajar a Pontevedra ese día. Ni siquiera los de otras provincias.

¿La solución? La encontraron en la red. «A través de una videollamada con la aplicación Zoom pudimos estar conectados con diez familiares más directos. Fue muy emocionante porque los estábamos viendo proyectados con un cañón en la Iglesia y ellos nos seguían a nosotros. Todos iban vestidos de boda, los niños incluso con los trajes de paje que les habíamos comprado. No pudimos abrazarnos con ellos, pero sí mirarnos y fue muy bonito. Los sentíamos cerca y ellos podían seguir todos los detalles en vivo», recuerda Dalila.

La retransmisión también fue éxito. «En Periscope, a través de Facebook, creamos un evento al que estuvieron conectadas en directo unas 2.000 personas de todo el mundo. Tenemos allegados y amigos repartidos en varios países, pero la mayoría eran de Guatemala, donde también hicieron una reseña en un blog local», sonríe Gustavo.

La foto del día. Primera parte. El enlace religioso ha sido la primera parte de una fiesta que continúa para el 2021, cuando celebrarán el convite propiamente dicho. El sábado 30 de mayo se dieron el sí quiero ante 50 familiares y amigos cercanos. Todos con mascarillas, excepto los novios, que retransmitieron el directo el evento.
La foto del día. Primera parte. El enlace religioso ha sido la primera parte de una fiesta que continúa para el 2021, cuando celebrarán el convite propiamente dicho. El sábado 30 de mayo se dieron el sí quiero ante 50 familiares y amigos cercanos. Todos con mascarillas, excepto los novios, que retransmitieron el directo el evento. CAPOTILLO

SIN PÉTALOS NI ARROZ

Su pericia con las tecnologías no fue la única anécdota. Para poder casarse prometieron que iban a cumplir a pies juntillas todas las normas contra el covid-19 dictadas por el Gobierno en el Boletín Oficial del Estado (BOE) y así lo hicieron. «Los 50 invitados llevaban mascarilla, excepto nosotros. Y también estaban distanciados entre ellos. Las máscaras fueron un regalo de boda. Las hicimos con tela de Guatemala y se las entregamos al llegar. Les encantaron, claro, aún las usan ahora», destaca ella. Las fotos del casamiento en el templo son, cuando menos, el reflejo de un 2020 muy atípico.

«Como la madrina, al no estar aquí mi familia, era la madre de Dalila, ella tuvo que llevar la mascarilla cuando entramos en la iglesia. Sin embargo, en el caso del padre de Dalila no fue necesario, porque conviven juntos. Cuando Dalila llegó no pudimos evitar darnos un abrazo (admite sonriendo Gustavo). Nos despistamos con la emoción. Después, ya mantuvimos la distancia social y los invitados tenían sus asientos marcados en los bancos. Los dos músicos estaban a una distancia todavía mayor, a seis metros, y nadie, excepto nosotros, pudo tocar los anillos, que estaban sobre una mesa», subraya él.

Mientras la mayoría de las parejas que tenían fijado este año como el de su enlace han preferido o bien posponerlo al 2021 o esperar a la evolución de la pandemia y hacer la fiesta avanzado el verano, ellos se lanzaron y confiaron en la segunda fase. Si el Atlántico no fue un impedimento para su relación mientras vivían separados, el protocolo impuesto para garantizar la seguridad de sus invitados, de ellos mismos y hasta del pastor de Marín, tampoco tenía por qué serlo si se hacían las cosas bien.

«Lo más incómodo de las restricciones fue no poder abrazar. ¡El cuerpo te pide abrazar en un día así! Pero pude sentir su alegría igualmente. También la de los que estaban a través del teléfono por videoconferencia», reconoce Dalila.

Ya son marido y mujer y, aunque no pudo haber baño de pétalos ni de arroz al final, también por el covid-19, se han comprometido a que nunca falten las rosas en su camino. «Seguir las normas, no perder la fe y el amor que sentimos han hecho posible que hoy estemos casados», tercian ambos.

Las reglas sanitarias no los privaron, eso sí, ni del desfile por la alfombra roja con Dalila de blanco y de largo cogida del brazo de su padre ni de su llegada al templo en un coche clásico.

ENLACE EN DOS FASES

«El domingo de la boda organizamos una comida familiar, con las diez personas más cercanas. Ahora queda pendiente el convite, que tenemos fijado para el año que viene. La gente, en general, fue muy comprensiva y solícita», destaca el novio.

«En Guatemala mi familia también estaba muy contenta. Allí llevan unas semanas de retraso en las medidas de confinamiento. Cuando aquí se empezaba la fase 2 allí aún no estaban en la 1 y los aeropuertos están cerrados. Aún se tardará un tiempo para que pueda desplazarme y estar con ellos», informa Gustavo. Una boda sin baile, sin fiesta, sin lágrimas y sin tocar no es una boda, así que esa parte se la reservan para el 2021. El suyo es, como la desescalada, un enlace por fases cuyo objetivo no es otro que alcanzar un final feliz.