«Estiven a piques de vender o camión, e agora deume a vida»

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ANA GARCIA

Aquí la compra va sobre ruedas... Ellos llevan la tienda a cuestas. No les ha parado ni el coronavirus, que les ha traído más trabajo. ¡ A la rica fruta, el fresco pescado!

31 may 2020 . Actualizado a las 11:37 h.

Cuando ni se había inventado la entrega a domicilio, ellos ya existían. Llevan así toda la vida. No necesitan más que un camión o una furgoneta, buen producto y mucha amabilidad. Así se recorren todas las mañanas las zonas del medio rural para atender las necesidades de estos vecinos que, en ocasiones, no tienen posibilidad de desplazarse a la tienda para comprar pescado, fruta o cualquier otro alimento. Y si Mahoma no va a la montaña... es la tienda la que va sobre ruedas.

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Es el caso de Maikel Silveira que se hace todas las semanas cerca de 500 kilómetros por las zonas rurales de Carballo y municipios vecinos vendiendo todo tipo de productos de alimentación. A veces los encargos los recibe días antes por whatsapp o se le acercan directamente al camión para ver qué es lo que ofrece esta semana. «Traballo non falta», dice este autónomo que tiene más de 500 clientes y que reconoce que no tiene tiempo ni para parar a comer. Pilla algo de fruta del camión y sigue con la ruta. «Non podo parar, a xente está esperando», señala quien hace las rutas de lunes a viernes, y el sábado se dedica a reponer el género, limpiar la furgoneta y hacer algún encargo particular que recibe de última hora o por alguna urgencia.

Nunca tuvo en mente seguir con el negocio de su padre. De hecho, ya había apalabrado la venta del camión cuando le cogió la crisis del 2008 y decidió ponerse al volante del negocio. Ahora asegura que no se arrepiente y que le encanta su trabajo. Para él, algunos clientes se han convertido ya en su familia e intenta ayudarles en todo lo que puede: «Hai veces que teñen algún problema na casa e intento arranxarlles o que me piden», explica este hombre que no dejó de hacer su ruta ni siquiera cuando el país estaba paralizado por la pandemia. Conocedor de la importancia de su trabajo, nunca les falló. Bueno, solo una vez, cuando un domingo un cliente le pidió ayuda y no pudo ir porque la Guardia Civil no se lo permitió: «Chameinos para preguntarlles e dixéronme que non», dice quien se sabe de memoria la lista de la compra de los cerca de 500 clientes que tiene. «Xa sei o que me van pedir», dice.

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VENDIENDO PESCADO

Tania Rodríguez y su hermana llevan 13 años recorriendo los núcleos rurales de Carballo, Malpica y Coristanco vendiendo pescado. Al contrario que a Maikel, a ellas el negocio no les viene de familia: «Déusenos por aí. Empezou miña irmán que agora está de baixa e eu decidín acompañala». Y así hasta hoy, aunque esta pescadera reconoce que cada vez el negocio está más difícil: «As axudas son todo para os barcos e as redeiras. Para as peixeiras nada», se lamenta esta mujer que explica que la pandemia les ha obligado a tener más gastos: «Tes que desinfectar todo máis, gastas máis en lixivia e en luvas e máscaras da cara que temos problemas para conseguilas e están moi caras», se queja.

Pero a pesar de la situación, si hay algo por lo que merece la pena seguir fiel al volante es por sus clientes. No sabe decir Tania cuántos forman parte de su lista: «Nunca me parei a pensalo», pero reconoce que son de diez: «Eles moi ben, ademais con todo isto do coronavirus sempre foron moi respectuosos, mantendo a distancia de seguridade e con máscaras da cara», apunta. Tania hace todas las semanas una media de 400 kilómetros llevando pescado fresco a la puerta de casa. Incluso vende a algún restaurante de la zona: «Máis ou menos xa sabes o que quere a xente. Son moitos anos e xa coñeces os gustos», indica.

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TODA UNA VIDA

Luis Quintela no tiene tiempo de atender al teléfono mientras está de ruta. No para. Y así lleva desde hace más de 30 años, aunque va a cumplir el medio siglo rodeado de frutas: «Eu traballei sempre na froita. Puxen un froitería que me ía ben, pero decidín ao cabo do tempo dedicarme á venda en aldeas», explica este hombre que vende el género por cajas, en lugar de por kilos en distintas zonas de la Costa da Morte.

La cartera de clientes es tan amplia que ya le vende a los nietos y bisnietos de sus compradores más fieles: «Segue sendo aquela casa, aínda que xa morrera o propietario de antes, os que quedan seguen mercándome a froita», dice. Si ya de por sí tiene un gran volumen de trabajo, reconoce que el coronavirus le ha traído más: «Moi estresado porque hai moito máis consumo. Antes a xente comía máis fóra e os nenos estaban na escola. Pero agora todos están na casa. Hai algunhas que se antes me mercaban unha caixa de laranxas, unha de mazás e un cúmulo de plátanos. Agora levan catro caixas de laranxas, dúas de mazás e unha de plátanos».