¿Cómo recordarán el confinamiento? Los niños toman la palabra para contarnos qué les inquieta, cómo lo han vivido y qué esperan en estas primeras salidas. ¿Han sido más felices? ¿Qué han echado de menos?

JAVIER BECERRA
Redactor de la sección de Sociedad y Cultura.

No pide regalos. No quiere juguetes nuevos. Tampoco desea que la lleven a Eurodisney o cualquier otro parque de atracciones. Iria Llanos solo plantea una demanda: «¡Quiero volver al parque y jugar con mis amigas!». Después de un montón de semanas encerrada en casa de A Coruña, con sus padres y su hermano Lucas, el primer día que salió se llevó un buen palo. Todo eran sonrisas al principio. «Fuimos a dar un paseo al paseo marítimo, en la parte de Riazor. Me encontré a Clara y otros amigos del cole. Primero me puse feliz, pero luego muy triste». ¿Por qué? «Porque no podíamos jugar juntos, había que guardar la distancia». La distancia, sí, eso de lo que hablaban en la tele y que tanto insistían en casa. La niña no entendía nada. Toda aquella euforia de salir a la calle se vino abajo al ver el caramelo delante y no poder tomarlo. «Yo lo que quiero es volver a jugar con mis amigas», insiste. Y recuerda sus nombres: «Clara, Carmen, Amaia, Estela, Martina... todas las del cole».

MARCOS MÍGUEZ

Iria tiene 7 años y muy fresco el recuerdo del pasado 12 de marzo. Ese día acudió por la mañana a su colegio, Compañía de María. Cursa allí segundo de primaria. Ocurrió algo anómalo. «Nos dijeron que teníamos que llevar los libros y que volveríamos en dos semanas». Aquello respondía a las medidas excepcionales adoptadas por la Xunta ante la amenaza del coronavirus. Dos días después se decretó el estado de alarma en todo el país. El par de semanas se estiró hasta hoy, dos meses después. Su hermano, de 5 años, es lo que más echa de menos: «Quiero volver al cole y jugar a los columpios y el autobús que tenemos allí». No va a poder ser durante un tiempo. Seguramente, hasta el curso que viene.

Sin embargo, las clases siguen. En casa, eso sí. «Voy muy bien -asegura-. Estoy aprendiendo a sumar y a leer». Comenta orgulloso que acaba de terminar El pez arcoíris, un pequeño best-seller de la literatura infantil que chifla a los pequeños. Cuenta de qué va. Pero también lo que hace en esa hora en la que sale por la tarde con su madre. «El otro día fui a la playa y me tiré por la colina», explica con una emoción que invita a imaginarlo cubierto de arena. Se refiere a las dunas de protección que el Ayuntamiento instala en invierno por los temporales. Aún están levantadas en el arenal coruñés. «También fui a las rocas con el patinete a ver los peces que hay allí», añade. Si antes los días se dividían entre lo que se hacía antes de los aplausos de las ocho y lo que se hacía después, ahora todo gira alrededor de esa hora de desfogarse con bicis, patines y carreras. A ser posible, al lado del mar. Todo un lujo después de semanas y semanas encerrados y explorando todas las posibilidades de diversión del hogar. 

Deportes en el hogar

Han sido muchas horas en casa haciendo cosas que jamás pensaron que llegarían a hacer. «¡He patinado por el pasillo de casa y ha sido superdivertido!», se ríe. No solo eso: «Hemos jugado también al fútbol, al voleibol y al brilé», añade. También vieron un montón de películas nuevas. «Esta semana, Noche en el museo y Jumanji 3». Y han sacado todos los juegos de mesa que permanecían en cajones. Son el reverso a la otra cara de esta moneda: «Yo prefiero el cole de verdad que este que hacemos en casa» ¿Qué ocurre? «Es que en segundo de Primaría aún no tenemos deberes para casa y yo estoy acostumbrada a hacer las cosas del cole en el cole, no aquí. Si fuésemos en otro curso ya estaría más acostumbrada», razona. Pero todos los días a las 10.00 empieza esa escuela casera, con fichas, ordenadores y videoconferencias. Luego ya viene otra diversión. Un menú compuesto con estos ingredientes: «Jugar, ver la tele, escuchar canciones, pintar y hacer manualidades».

La entrada en la nueva fase y el optimismo que se respira hacen pensar a estos niños que todo se puede arreglar. «A mí lo que más me apetece de todo es ir a las piscinas y tirarme por el tobogán con mi prima», dice Lucas. Se acuerda también de sus amigos: «Mario, Jorge, Luis, Fer, Xabi...». Iria piensa en el verano. Su familia tiene previstas unas vacaciones. «¡Vamos a ir a Lanzarote a un hotel superchuli!», se emociona. Será a finales de agosto y flota el interrogante de si el turismo de hoteles familiares funcionará para entonces. «Bueno, si no podemos ir, nos quedamos aquí a jugar, jugar y jugar», dice. Antes de todo eso hay una promesa muy especial: «Mi madre me prometió que cuando terminase el coronavirus podía invitar a cuatro amigas a dormir a mi casa». Y mientras explica cómo se van a distribuir en las camas, no queda más que esperar que pueda cumplir su deseo. Cuanto antes.