«Esto no es conciliar, pero el teletrabajo llegó para quedarse»

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Si hay niños en casa, el trabajo crece, se reproduce, se expande, colisiona y no desaparece. Eva Millet, autora de «Hiperpatenidad»; Laura Baena, fundadora de Malasmadres, y la psicóloga Alejandra Dotor valoran los pros y contras de esta crisis que nos ha cambiado la vida

04 may 2020 . Actualizado a las 14:44 h.

Teletrabajar está siendo muy complicado en esta situación, apunta Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres. Es algo que constatan madres y padres a los que el covid-19 ha puesto a teletrabajar (¡y gracias!). Es un alivio, por una parte, poder estar activo en casa y quedarse con los niños. Por otra, cuando hay niños hay siempre ocupación, y si son menores de 5 años, ¿podrá nutrirse, en algún momento, sin demasiado consumo de tecnología el tiempo de los niños y los padres trabajar sin interrupciones cada 20 minutos? «Es difícil encontrar el equilibrio en esta situación», comienza Baena.

La crisis del coronavirus ha supuesto un cambio de ritmo brutal. «De la noche a la mañana, nuestros hijos han dejado de tener las agendas de ministro que tenían a estar en casa las 24 horas durante más de 40 días. De este cambio de ritmo tan brusco, una de las primeras enseñanzas que podemos extraer es que no hace falta andar corriendo todo el día de arriba abajo, ¿o no?», plantea Eva Millet, autora de Hiperpaternidad. No se trata de vivir sine díe encerrados en casa, «pero sí de bajar el ritmo cuando esto pase. Es interesante ver cómo nos hemos adaptado al cambio, y lo bien que lo han hecho la mayoría de los niños». Mejor que nosotros incluso, ¿no? «Una experta en juego infantil, madre de tres hijos, me decía que está viendo mayor calidad en el juego infantil», expone Millet.

El teletrabajo para una madre suele suponer, considerando las cifras sobre el reparto de las tareas del hogar, una oportunidad para la flexibilidad pero a la vez un sacrificio extra, un modo multitarea en que el tiempo laboral se estira como un chicle y en el que, si las circunstancias lo permiten, se mezclan de manera inevitable los Words con los Skypes, camisetas y calcetines, la comida, los deberes de los mayores y los berrinches y necesidades naturales de los pequeños. No es algo excepcional, ni que le ocurra solo a la mujer madre. Le ha pasado hasta a famosos como Chris Hemsworth, por lo que se ve en una entrevista en la Red. Da gusto, dicen, el asomo de la naturalidad...

Teletrabajar ayuda, pero no, esto no es conciliar. «Por eso lanzamos una encuesta la segunda semana del confinamiento para analizar cómo llevaban la conciliación las familias en tiempos de cuarentena: 12.600 ‘malasmadres’ contestaron y la mayoría nos contaron que se hacía muy difícil teletrabajar. El 97% de las madres apuntaban que las principales barreras son las interrupciones de los hijos e hijas, seguido de la falta de concentración para el 67% de ellas. Siete de cada diez mujeres no han podido hacerse un espacio de trabajo, y esto es fundamental porque no diferenciamos espacio y tiempo de trabajo del cuidado familiar. Todo mezclado lo hace realmente difícil. Cuando luchábamos por conciliar, no nos referíamos a esto. Trabajar y a la vez cuidar y a la vez atender los deberes no es posible», asegura Laura Baena, madre de tres «buenashijas».

«No están dándose las circunstancias favorables a la conciliación, esta es una situación excepcional, en la que la prioridad es salvar el bache. Y la primera receta es tratar de no tomarnos a la tremenda las tareas, relajarnos. Esto no es un reality show donde nos llevan a una isla, en la que debemos sobrevivir, procurarnos alimento, cuidar a los niños y limpiar la cabaña al final. Estamos en un una situación de incertidumbre histórica. El teletrabajo, con la flexibilidad que trae consigo, puede cambiar las cosas, empezando por despejar las sospechas que existen en torno a él, y haciéndonos trabajadores más eficientes y motivados mañana, a la manera de lo que ya sucede desde hace años en los países nórdicos», señala la psicóloga Alejandra Dotor.

¿Relajaremos al fin la carrera de la paternidad, seremos menos hiperpadres e hipermadres a partir de ahora, dejarán los hijos de suponer «un signo de estatus» para los padres?, planteamos a Eva Millet, autora de Hiperpadres. «Había mucho este miedo de ‘Mi hijo hace esto o lo otro porque tiene baja tolerancia a la frustración’. Y estos días se está demostrando que los niños tienen una tolerancia a la frustración alta, porque la situación es realmente frustrante. Los niños están demostrando que son bastante fuertes. Así que lo de la baja tolerancia a la frustración es quizá más un miedo de los padres; un mito», resuelve.

«No hay receta mágica, simplemente sobrevivir. Y pensar que lo estamos haciendo muy bien. Que además somos unas privilegiadas porque nuestra misión sea quedarnos en casa cuando esta pandemia está azotando fuerte a muchas familias. Bajar la exigencia más que nunca y sacar fuerzas de donde podamos, de esto se trata. Porque no está siendo fácil y nos queda un largo camino que recorrer. Por supuesto, ayuda mantener rutinas de comidas y horas de sueño, además de intentar sacar tiempo para hacer ejercicio y desconectar, haciendo equipo y siendo todos corresponsables», plantea Baena.

Con todo parado, los grupos de WhatsApp siguen funcionando, se llenan a diario de mensajes positivos, de ánimo, de imágenes y palabras, pero también pueden dar pie a un frenesí para ver quién lo lleva mejor, quién se muestra más activo, más feliz. «La felicidad constante es un trastorno. Debemos consentirnos momentos bajos, días muy malos», propone Dotor. ¿Hemos llevado el frenesí pre-covid al confinamiento? «Un poco sí. Ojalá se relaje el ir y venir constante, y aprovechemos para dar a los hijos otras habilidades de carácter y de vida. De lo que va a pasar no tengo idea, pero en los próximos meses tendremos que llevar una vida obligatoriamente más pausada. No vamos a poder movernos como lo hacíamos», responde Eva Millet. El ocio masivo se irá, al menos un tiempo, plantean las entrevistadas. Piscinas de bolas a tope, con la música a todo trapo... adiós. «El ‘chiquipark’ se ha acabado», apunta la divulgadora barcelonesa.

¿Y qué pasa ahora, tenemos que ser la ‘familia perfecta’ durante el confinamiento para no perder el tipo en la Red? «No, mira, hemos de tratar de hacerlo lo mejor que podemos y si sacamos un aprobado, ¡nos damos con un canto en los dientes! -plantea Millet- No hace falta hacer 25 cosas al día, ni hacer todas las tardes pasteles. Esto está muy bien, pero que no sea otra manera de competir por ver quién hace más, quién es la mejor madre, el mejor padre, quién saca sobresaliente».

La ansiedad anda suelta entre cuatro paredes. No siempre se calma, sino que a veces aumenta cuando uno no cuenta con los habituales estímulos, y la vitamina de la comunicación natural real. «Yo espero que cambiemos un poco... pero, si no dejamos de ponernos retos en los grupos de WhatsApp, no sé. Hay gente adicta a la hiperactividad. El no parar es una adicción. No hace falta sacar matrícula de honor en el encierro. Ahora cuesta concentrarse, les pasa a muchas madres que están trabajando en casa», señala, en línea con Baena y Dotor, la autora de Niños, adolescentes y ansiedad.

«Esto sería conciliar si tú pudieses trabajar unas horas o unos días de la semana en casa, con los niños en el cole. Esto es, más bien, hacer lo que se pueda... Pero lo poco bueno que quizá podemos sacar de esta situación es que podemos trabajar desde casa de forma efectiva. El teletrabajo está aquí y ha venido para quedarse», afirma Millet.

El país está funcionando con una gran parte de los trabajadores en casa, «y no hay vuelta atrás», continúa quien cree que la mejor opción es combinar «los dos mundos: el del trabajo y el de casa». Con todo, aún hay, y no son empresarios, quien te dice que «una cosa es el teletrabajo y otra trabajar de verdad». Hay un chip presencialista que tira a mantener lo de siempre, por más que en Países Bajos, por ejemplo, se haya demostrado que la eficiencia puede ser mayor si evita el exceso de lo presencial. Pero mentalidad y costumbres no cambian en una cuarentena, ¿no?

Nadie estaba entrenado para esto, «ni hay mindfulness que lo resista», señala Alejandra Dotor, que apunta al equilibrio entre el trabajo presencial y el a distancia, «cumpliendo siempre, claro, unos resultados». Dotor apunta, por otra parte, la ventaja de los roles y espacios divididos, porque «si mezclamos todo el cóctel no sale siempre bien».

El reparto equilibrado de tareas en el hogar, la corresponsabilidad, es algo que preocupa a la fundadora del Club de Malasmadres. Según las encuestas realizadas por el colectivo, «en el 13% de los hogares ha empeorado la corresponsabilidad en este confinamiento. Las mujeres encuestadas (71%), además, piensan que el reparto de las tareas en casa no mejorará tras el levantamiento de la cuarentena. Pese a los datos, nosotras queremos quedarnos con un aprendizaje positivo de esta situación. Ha obligado a muchas personas a teletrabajar y a darnos cuenta de que muchas de las funciones que hacíamos en la oficina se pueden hacer en casa. Cuando volvamos a la normalidad, espero que nos quedemos con esa experiencia y las empresas la pongan en práctica. Para mejorar el dato que teníamos de que solo el 8% de las empresas ofrecen el teletrabajo entre sus medidas». Laura Baena confía también en que el teletrabajo permita, de ahora en adelante, una mayor flexibilidad, «porque la crisis que esto conlleva va a perjudicar sobre todo a las madres. No contar con los colegios durante los próximos meses será un problema social. Porque además recordemos que en este país la conciliación son los abuelos y abuelas, que ahora son grupo de riesgo y no pueden apoyar a las familias. Esta pandemia nos va a colocar en otro lugar, donde la lucha por la conciliación cobrará más sentido que nunca», concluye.