Estos bebés no han visto el sol

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ANA GARCIA

Han nacido confinados, pero pese a ello, estos niños han llenado de alegría a unos padres que jamás se imaginaron que no podrían compartir esta felicidad con los abuelos: «Ellos son los grandes perjudicados»

25 abr 2020 . Actualizado a las 11:28 h.

Ninguna de estas parejas se imaginaba que cuando su hijo llegase al mundo lo haría en las circunstancias que ahora vivimos. Todas habían hecho otros planes, se veían a estas alturas rodeados de sus familias, con abuelas y abuelos entregados e ese nieto pequerrecho, y dando paseos largos con su bebé recién nacido. Pero nada de eso se ha cumplido. Estos niños que han nacido en pleno confinamiento no han visto todavía la luz del sol, no han respirado apenas aire de la calle, salvo cuando han salido a alguna revisión médica, pero los tres han traído la mayor alegría a su casa. Eso es lo que certifican todos estos padres que están viviendo una situación particularmente extraña en sus hogares. «Eu vivo con moito medo -relata Silvia, la madre de Martina, que ya ha cumplido los dos meses. Intento telo todo desinfectado, limpo moi ben a comida, pero chega un momento no que te volves tola e xa non sabes se limpiaras por aquí ou por alá». Ella lo dice sobre todo porque sabe que su hija recién nacida apenas tiene defensas, y aunque vigila y protege como la madre que es también a su hijo mayor de 12 años, la pequeña Martina es la que le preocupa más. «Ás veces chego a agobiarme, pero penso que é o normal porque nada me facía pensar nunha situación así. Ademais, meu home e mais eu temos negocios e agora estamos coa porta pechada. El cunha clínica de fisioterapia e eu cunha perruquería, esa incerteza de que pasará tamén co traballo, de como será despois o contacto coa xente nos nosos oficios, pois súmase a esta ansiedade polos nenos, que estean ben, que non collan nada».

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Silvia asegura que en casa lo están llevando con mucha tranquilidad porque los hermanos no dan nada de guerra, aunque la factura del teléfono va a subir considerablemente en estas fechas en las que la videollamada les ha dado la vida. «É o único xeito que teñen os avós de disfrutala, a familia é quen peor leva non poder estar coa nena, non poder collela no colo, iso é duro para eles porque van vendo como crece e todo o que perden. Só a ven polo móbil e a través das fotos que lles enviamos». «‘Cando poidamos achuchala xa vai andar!’ é o que me din eles, os avós, que son os máis prexudicados agora mesmo, son os que a botan máis en falta, a ela e ao neno».

NI COGERLA EN EL COLO

También Alba y Martín piensan igual. Ellos tuvieron a su primera hija, Daniela, el 28 de marzo y solo los padres de Alba, que viven en A Coruña, donde dio a luz ella, pudieron ver a su nieta a través del cristal del coche el día que le dieron el alta. «Los abuelos son los que están sufriendo más, Daniela es su primera nieta y se ven en estas circunstancias en las que no pueden ni cogerla en el colo, y lo peor es que tampoco hay mucho horizonte. La niña va cambiando, creciendo, y bueno, intentas suplirlo con las videollamadas, que podemos hacer siete al día con ellos», se ríen.

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Ese es quizás el mayor inconveniente de este confinamiento, que sí les ha dado tranquilidad en cuanto a la crianza de la niña, pero no les ha permitido compartir esa alegría con los que más quieren. «Ni en nuestros peores sueños nos hubiéramos imaginado esto que hemos vivido, a estas alturas esperábamos estar rodeados de la familia, de nuestros amigos, y hacerlos partícipes de este subidón que nos ha dado tener a nuestra primera hija».

Porque Martín y Alba están rebosantes de alegría, ahora que ya ha pasado la incertidumbre del parto. «Para mí los días previos a su nacimiento fueron los más angustiosos, no sabíamos si iban a dejar entrar al padre en el parto, yo tenía miedo por el coronavirus, pero una vez que pasó todo, ya me relajé. Aunque si te digo la verdad, con el dolor que tenía, se me olvidaba el coronavirus y todo lo demás. Te da igual», cuenta Alba, que asegura que a Daniela no la conoce nadie de la familia personalmente. «Ha sido imposible en estas circunstancias; cuando nos dejen salir a la calle tal vez podrán verla de lejos, pero será difícil».

«DISFRUTAMOS AL MÁXIMO»

En casa, eso sí, han tenido una tranquilidad que disfrutan al máximo, sin visitas y sin nadie que interfiera en «esto hazlo así» o «hazlo de otra manera». «Aquí nos hemos tenido que apañar solos, aunque si tengo alguna duda, para eso están los abuelos», dice Alba que al lado de Martín confirma que Daniela es un bebé tranquilo. «Para mi recuperación ha sido perfecta esta situación, pero solo por eso, lo peor desde luego es poder vernos rodeados de nuestros padres, que no la vean crecer porque va cambiando mucho, y en este tiempo hasta no tiene la misma carita», confiesa. Alba cree que, a pesar de la angustia de este tiempo confinados, lo mejor para superar este tiempo duro es quedarse con lo bueno y olvidarse de lo malo. «Cuando miras para Daniela se te pasa todo, ella es nuestra alegría, nuestro motor».

Es exactamente lo mismo que piensa Gonzalo, que ya tiene un hijo de 3 años, Iago, y acaba de tener al pequeño Antón, que cumplió un mes el 19 de abril. Tampoco este bebé conoce la luz del sol, pero en esta burbujita en la que viven, sus padres lo ponen todo lo que pueden cerca de la ventana y recurren a la vitamina D que les ha dado el pediatra. Gonzalo y su mujer, Silvia, no pasan tantos apuros por su recién nacido como por su hijo Iago, que con 3 años ha tenido que verse de pronto encerrado con un hermanito en un piso pequeño.

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«No se cela nada, él lo lleva bien, es un poco brutiño a veces y quiere achucharlo y besarlo mucho -relata Gonzalo-, pero lo peor es no poder sacarlo a la calle y que corra y desfogue como debería». Antón ya nació en estado de alarma, así que sus padres sabían que no iban a poder recibir visitas tampoco en el hospital. «Eso fue un alivio, porque mi mujer necesitaba descansar y casi agradeces esa tranquilidad. Además nos dieron una habitación para nosotros solos y todas las enfermeras y los médicos se volcaron en esta situación», dice Gonzalo, que después de esa primera preocupación por si había algún problema con el coronavirus, vive más tranquilo. «Antón ha sido una alegría, una inyección de felicidad también para la gente de alrededor, que ha sufrido por algún fallecimiento. Cuando llega un bebé al mundo lo cambia todo, yo al menos lo percibo así, a mí me ha dado la vida, lo miro y siento que puedo con todo» .

Este bebé ahora ha sido una alegría, una inyección de felicidad en estos tiempos duros. A mí me ha dado la vida y ahora siento que puedo con todo»