José Lema, jefe de Urgencias de Cee: «Sueño con volver a abrazar a mi mujer y a mi hijo»

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ANA GARCIA

Hace mes y medio este médico tomó la decisión de vivir aislado de su familia para evitar riesgos. Una exigencia que se suma al esfuerzo profesional, porque la soledad también hace mella en los que están en primera línea. «Volver a casa solo después de que se te muera alguien es muy duro»

19 abr 2020 . Actualizado a las 14:07 h.

José es uno de los médicos que está en primera línea, es uno de los profesionales que no ha parado ni un momento desde ese 14 de marzo que él tiene fijado en la memoria, porque fue el momento en que decidió que no volvería a ver a su mujer y a su hijo. José Lema es el jefe del servicio de Urgencias del Hospital de Cee, y aunque es natural de ese lugar, vive en Santiago, donde reside su familia. En ese momento durísimo, y contando que tiene vivienda en Cee, creyó más oportuno, dadas las terribles circunstancias que ya se preveían, tomar la precaución de vivir aislado de su mujer y su hijo, de 16 años. «Llevo todo este tiempo sin verlos ni por supuesto abrazarlos, y aunque al principio tal vez por el estrés que yo tenía de trabajo, lo llevaba algo mejor, lo cierto es que ahora las horas que tengo libres se me hacen eternas, tengo muchísimas ganas de estar con ellos», me confiesa José. Él es uno de esas tantísimas personas que han tenido que sumar a su extraordinaria exigencia profesional otra extremadamente dura en el ámbito familiar. «Yo sabía que si estaba con ellos los exponía y no quise correr ese riesgo. De hecho, a todos mis compañeros les recomendé que si tenían la posibilidad de aislarse en una segunda residencia, lo hicieran, porque era la mejor manera de evitar los contagios. Pero entiendo que si tienes niños pequeños es un esfuerzo muy grande y ninguno en realidad lo llevó a cabo».

EL RIESGO DE IR A COMPRAR

José sí lo hizo, y ahora cuenta los días para volver a estar con los suyos. «Por prudencia voy a esperar unos diez o quince días más, ahora está todo más relajado, pero como esta semana alguna gente ha vuelto al trabajo, los contagios, si los hay, se notarán más en diez días. Si para entonces está todo igual, si la curva baja, entonces será el momento de ir a ver a mi mujer y a mi hijo».

¿Qué medidas les has recomendado que tomen ellos en casa?, le pregunto. «Las que sabe todo el mundo: que estén separados, aunque sea difícil, que no se toquen la cara, que se laven las manos muchas veces al día y que si salen a la calle a comprar, se protejan mucho, que lleguen y se laven las manos otra vez, que limpien bien todo». José lo dice sabiendo que es en el exterior donde está el verdadero foco del contagio, porque ha visto que la gente que solo sale a la calle supuestamente a hacer la compra es la que se ha puesto enferma. «Es muy difícil controlarlo, pero la realidad es que es en el supermercado donde está el peligro, si  una superficie que no esté limpia, los carros, un mostrador...; si la gente no sabe usar los guantes correctamente, si no van protegidos... Ir a hacer la compra es un riesgo, por eso hay que extremar las precauciones. A mí me llegan por la puerta del hospital personas enfermas que solo han salido a comprar». «Estas rutinas las tenemos que automatizar para años, hasta que llegue una vacuna. La gente se tiene que ir mentalizando de que esto no es para dos meses, esto va a ser así continuamente», reflexiona.

Este médico de urgencias asegura que el momento más duro desde el punto de vista profesional lo padeció los primeros diez días del estado de alarma. «Cogió a todo el mundo con el pie cambiado en todas partes, y tuvimos que tomar medidas inmediatamente. Todo el mundo respondió de manera extraordinaria, pero fue muy duro. No pude consensuar nada con mis compañeros, porque no podía atrasar las decisiones y tuve que imponer unas medidas de golpe y porrazo: ‘Mañana empezamos a hacer esto, ‘pasado esto’... Fue una exigencia brutal, con horarios larguísimos, todos los días», apunta José.

«SE MURIÓ EN MIS MANOS»

Con todo, él tiene grabado en la memoria a un paciente cuya vida se le escurrió entre los dedos de sus manos. «Te sientes tan impotente —relata—, era un señor de ochenta y pocos años, sin patologías previas, un hombre de la zona que se contagió y no pude hacer nada por salvarlo. En aquel momento derivábamos a las ucis de Santiago, pero ya se había tomado la decisión de que una persona de esa edad con COVID no ingresaba en cuidados intensivos. Insistí en todas partes, que mientras hubiera medios había que intentarlo, pero fue inútil y se murió. Hace solo dos meses esto hubiera sido impensable, él estaría vivo», apunta emocionado José.

Él que sabe lo que cuesta estar alejado en este duro contexto de su familia, se proyecta en un horizonte en el que haya por fin el abrazo y todo el cariño que les ha faltado estos días. «Mi mujer y mi hijo yo creo que lo llevan mejor, se tienen uno al otro; mi hijo estudia, mi mujer teletrabaja y entre las cenas y las comidas, el día se les va pasando. Al principio me decían: ‘¡No vengas, estás loco!’, pero ahora yo creo que ya se acerca el momento».

¿Habrá abrazo? «Todos nos sabemos las normas, pero yo después de dos meses sin ver a mi mujer y a mi hijo, los abrazaré. Ese calor es el que reconforta toda nuestra lucha, todo nuestro esfuerzo. Volver a abrazar a los que queremos».