Enfermera Saturada: «Somos como Mortadelo y Filemón luchando contra el coronavirus»

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ALBERTO LÓPEZ

Héctor Castiñeira, creador del fenómeno Enfermera Saturada, es uno de los profesionales que afrontan la pandemia en Madrid. «Nos faltan medios. Nos instruyen para trabajar sin mascarillas. Vamos a la batalla sin fusil», advierte este lucense que trabaja en el Hospital 12 de Octubre

25 mar 2020 . Actualizado a las 19:22 h.

La Enfermera Saturada, más saturada que nunca, sigue siendo él. Héctor Castiñeira (Lugo, 1982) salió del armario (o del box) del hospital en el 2015 para revelarse como el Clark Kent gallego de la sanidad. Su capa son las letras, el humor que contagia a través de libros como El tiempo entre suturas, Las uvis de la ira o El silencio de los goteros, de momento su última entrega. Pero la crisis del coronavirus, ese «enemigo invisible» al que los sanitarios se enfrentan en primera línea armados de valor y «escasos de medios», hace presagiar una próxima aventura literaria, y un pico de fans en la sala de espera.

«La situación es complicada, pero tratamos de llevarla lo mejor posible. En resumen, estamos al borde del colapso. No estamos en el caos, pero sí al borde. Y nos sentimos vendidos, un poco abandonados. Los equipos de protección se acaban y vemos que el ministerio va cambiando el protocolo de prevención según el stock de material. Ahora, el nuevo protocolo llega a decirte que no hace falta que te pongas nada si no te acercas mucho al paciente...», apunta Héctor Castiñeira, que trabaja en el Hospital 12 de Octubre, de Madrid, tras encadenar más de 500 contratos en la sanidad pública.

«¿Qué hacemos ahora, nos ponemos a dos metros del paciente? Ese parece que es el nuevo protocolo de Sanidad; te indica que si guardas una distancia de dos metros con el paciente no hace falta que te pongas mascarilla. Y te preguntas: ¿Qué hago a dos metros del paciente, cómo le atiendo, cómo le controlo la tensión o le miro la fiebre. ¿Qué hago, le tiro las pastillas desde lejos o le pongo las inyecciones con una cerbatana?», bromea. Su sentido del humor capea el temporal, incluso en el momento más crítico que ha vivido en su profesión. «Ni las más mayores de las mayores del lugar, las enfermeras más veteranas, han vivido algo parecido, ni siquiera cuando fue lo del ébola o la gripe A», recalca. 

-En plena pandemia en España, su humor de Enfermera Saturada no decae. ¿Es ese humor una vacuna contra la desesperación?

-Tratamos de reírnos, porque no queda otra. Hay que sacarle el lado cómico para quitarte el miedo. Es un momento complicado que nunca imaginé ni de lejos.

-Está luchando contra el COVID-19 separado de su familia, que se encuentra en Galicia...

-Bueno, aquí en Madrid vivo con mi pareja, que es enfermera y está en el Hospital Ramón y Cajal. Al final, si no lo coge uno lo cogerá el otro... Estos días nos vemos muy poco, pero coincidimos por casa de vez en cuando. Pero sí, los dos tenemos a la familia en Galicia, y se echa mucho de menos. No dejan de preguntar: ¿Y cuándo vais a venir? Ojalá que pronto, ojalá. Ojalá estuviésemos ahí.

-¿Estamos alcanzando el pico de contagios?

-Creo que todavía no, esa curva es ascendente y todavía no hemos llegado al máximo. Creo que tardaremos unos cinco días en llegar al pico. Hoy abrían ya los hoteles medicalizados y el Ejército ha ofrecido la posibilidad de montar hospitales de campaña.

-Responsabilidad, confianza, valor y a cruzar los dedos... Ustedes ponen el trabajo duro, y se llevan los aplausos cada tarde.

-Sí. Yo no tengo miedo a lo que llegue, sino a no tener los medios para hacerle frente. Sin material, es como si te mandasen a la batalla sin fusil. Sin nada. Yo voy, es mi trabajo, quiero hacerlo, ayudar, quiero que el máximo de pacientes se curen, ¡pero dadme medios! Que nos den medios a los profesionales para protegernos, porque, si no, no habría nadie para atenderos. En toda España, hay 450 contagiados ya entre el personal sanitario, son 450 médicos y enfermeras que son positivo por coronavirus. Al principio, nos decían que debíamos ponernos unas mascarillas con las siglas FFP2 y ahora que no hay nos dicen que los que tenemos la mascarilla la guardemos porque debe durarnos toda la semana. Cuando sabemos por las indicaciones del fabricante que dura un máximo de diez o doce horas. Y ahora las batas son unas batas normales que impermeabilizamos con bolsas de plástico. Cogemos una bolsa de basura grande, le recortamos un agujero arriba para la cabeza, dos a los lados para sacar los brazos... como el típico disfraz que se hace en carnaval para los niños, y listo.

«Hay un pico de positivos de coronavirus, pero también un pico de solidaridad importante. Ves, cada día, gestos increíbles»

-Un «do it yourself» total.

-Tal cual. Parecemos Mortadelo y Filemón haciéndole frente al coronavirus. Es la sensación que tienes... Otros compañeros tienen papel film, de ese para envolver alimentos, y se envuelven para trabajar. Otros compran pantallas protectoras o mascarillas, que algunos consiguen no sabes cómo.

-Quizá más de uno se está arrepintiendo ahora de haberle metido el recorte a la sanidad como a las batas de hospital.

-Yo creo que sí. Es cierto que han contratado mucho personal, pero aún así no hay suficiente en Madrid. Se ha hecho un llamamiento a los profesionales de otras comunidades autónomas para venir a trabajar aquí; lo está gestionando el Colegio de Enfermería. Pero ahora se estarán dando cuenta de que los recortes hechos durante años han dejado mella en el sistema. Llevábamos años quemados y ahora llega esto. Y a pesar de todo ni se nos pasa por la cabeza ponernos en huelga. Una vez que salgamos de esta, ya reclamaremos... Lo peor no es tener que hacer más horas, sino la situación de desprotección, el miedo a estar indefenso y contagiar a otros.

-La gente se sigue muriendo de otras cosas. ¿Lo hemos olvidado?

-Claro, sigue habiendo apendicitis, cólicos de riñón y otras muchas cosas. Por desgracia, el COVID no para todo eso. Siempre es triste ver morir a un paciente, pero cuando muere un paciente por coronavirus es especialmente triste. Por protocolo, están solos en las habitaciones, no pueden tener visitas y la persona que está con él es alguien que va envuelto en plástico o con pinta de astronauta, con mascarilla y guantes que no te puedes quitar. Es un duelo complicado para las familias. No pueden verse y abrazarse. 

«Sigue habiendo apendicitis, cólicos de riñón y otras muchas cosas. Por desgracia, el COVID no para todo eso»

-Es difícil buscarle el lado bueno, pero seguro que lo tiene. Gila se lo encontró a la guerra. ¿Se lo ha visto al coronavirus, ha repuntado la solidaridad? 

Lo ha entendido mejor que muchos adultos.

-Sí, hay muchos gestos... Ves, por un lado, a la gente que se va a las Rías Baixas o a la costa de Alicante sin ser consciente de lo que implica, o a la que le trae sin cuidado seguir contaminando y espaciendo el virus, pero aparte de eso ves también que las crisis sacan lo mejor de algunos. Hay gestos que te sorprenden cada día. Este fin de semana, aparecieron en urgencias dos personas chinas con un montón de material para donarlo, y esta mañana un taxista estaba en la puerta del hospital con un folio en el que ponía: «Traslado gratis a personal sanitario». Son gestos que te hacen fuerte y te devuelven la confianza en la sociedad. Como esos artistas que hacen conciertos por Instagram para aliviar la cuarentena... Cada uno aporta su grano de arena, también el que se queda en casa para no poner en peligro a otros. Hay una asociación que se ha puesto a hacer mascarillas caseras para ayudar. Pizzerías que nos dan pizzas de regalo. Son gestos impagables, hay un pico de positivos, pero también un pico de solidaridad impresionante.

-Uno de sus últimos tuits fue muy celebrado: «Hace unos días una niña decía que había que quedarse en casa porque si el virus no veía a nadie, entonces se marchaba. Lo ha entendido mejor que muchos adultos». Los mayores, venga a hacer acopio de papel. ¿Menos papel higiénico y más lavarse las manos?

-¡Es que no se entiende, jajaja! Muchos han debido de entender mal lo de ir al baño, es para lavarse bien las manos... no para lo otro. ¿O qué piensan, que el coronavirus se va asustar y no va a entrar en casa al ver un armamento de papel higiénico?

-Seguro que el Clark Kent de la Sanidad le sacará un nuevo libro a esta crisis, para añadir a clásicos como El tiempo entre suturas o El silencio de los goteros. Y lo merendaremos dentro de un tiempo con galletas... ¡que no sean de hospital!

-Jajaja, pues puede que sí... Ya teníamos el siguiente listo, escrito y entregado, para junio. Cuando terminé de escribirlo había los primeros casos de coronavirus en Italia, y un par en España. Es el libro anterior al coronavirus, pero me dan ganas de escribir otro con todo esto que estoy viendo y viviendo en el epicentro del COVID.