«Mi hijo de dos años tiró todos los juguetes por la ventana y vino la policía»

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El pequeño Tiago, ahogado por el encierro, aprovechó una rendija de una ventana de un 7.º piso para lanzar en caída libre un piano infantil, una máquina registradora, un chándal, un muñeco de Bob Esponja y a Peppa Pig

15 mar 2020 . Actualizado a las 18:25 h.

Tiago tiene dos años y desde que está encerrado en casa está muy inquieto, no acaba de entender por qué no puede salir a la calle, así que cada dos minutos le dice a su madre: «Mamá, zapatos», «mamá, chaqueta», en un reclamo constante de dirigir sus pasos al aire libre. Su madre, Sugeidi Pena, lleva como puede esta impaciencia de su hijo pequeño, intenta dejarle todo el espacio posible para que el rey de la casa se mueva a su antojo, le permite jugar con cosas que antes no hacía en un piso, como subirse a una máquina de hacer deporte, y echa de imaginación para entretenerlo como puede. Tiago sonríe con su tablet de juguete y me manda besos a través de una videollamada, en la que su madre, acurrucada a su lado, mira agotada con él los dibujos animados.

Lo hace sobre todo desde que el viernes les dio un gran susto. El primer día en que Tiago se quedó sin ir a la guardería, al cuidado de su hermana de 20 años y su hermano de 16, aprovechó una rendija de la ventana de la habitación de sus padres, que estaba abierta para ventilar, e inició una limpieza de juguetes que no se le hubiera ocurrido ni a Marie Kondo. Desde su piso de la calle coruñesa Rodrigo A. De Santiago a Tiago el coronavirus le ha permitido deshacerse de un montón de regalos de Reyes a través del minúsculo hueco que quedó a su disposición en un séptimo piso. Por la ventana se fueron en caída libre un piano infantil, una caja registradora, un chándal y un calzoncillo suyos, unos muñequitos pequeños de Bob Esponja y Peppa Pig y algunos detalles más, los que le dio tiempo, mientras desde la calle los vecinos esquivaban la maniobra de Tiago con gritos de alerta: «¡Hay un niño tirando juguetes desde su casa!».

Un policía local se personó, después de llamar a varios pisos del edificio, en la vivienda de Tiago, donde sus hermanos mayores le abrieron la puerta para que viera que la situación estaba ya en calma y no había ningún tipo de peligro para el menor. El agente aprovechó la ocasión para dirigirse a Tiago con todo el cariño y la buena disposición y le dijo de broma que estaba castigado. Algo que su madre aprovecha ahora de vez en cuando para advertirle a su pequeñajo si se inquieta mucho: «Tiago, ¡que como te portes mal vuelve el policía!», pero el niño lo mira con cara de pillo, ajeno a lo que le tocará aguantar durante los próximos largos días. «Está algo más irascible, llora más porque el encierro lo tiene nervioso -explica su madre-, no se puede más que ser paciente, atenderlo mucho, intentar que se le pase el tiempo lo más entretenido posible y afortunadamente él tiene aquí a sus hermanos que también echan muchas horas con él ayudándolo en esta situación excepcional. Pero es muy difícil pedirle a un niño de 2 años que tenga calma, él no entiende nada de lo que pasa». Ánimo, Tiago. 

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