-No sé si es casi más difícil mantener un matrimonio de 20 años como el tuyo.
-Pues yo creo que las dos cosas son muy difíciles, ¡ja, ja! Lo que pasa es que, bueno, en mi caso, es que no entiendo la vida sin mi chico. Es que nosotros somos uña y carne. Lo que es muy fácil es mantener un matrimonio de 20 años, eso por supuesto. Hay mucha gente que lo mantiene. Lo difícil es mantenerlo sano, de verdad y auténtico. Y saber quererse bien, eso es lo difícil, con respeto y con admiración. Que reúna todas esas condiciones es complicado.
-Vuelves al desnudo. ¿La edad te hace afrontar con más o con menos seguridad este tipo de escenas?
-¡Noooo!, a mí no me hacía sentir segura ni cuando tenía 17 años, ¿cómo me va a hacer sentir segura ahora? No, no, nunca. Lo que pasa es que tú no puedes decir que no, imagínate, a una historia maravillosa como la de esta película por tener una historia subida de tono. Realmente en eso sí que yo creo que nunca me he sentido tan confiada, tan confiada con un director como con Mikel de decir: ‘Mikel, aquí estoy y confío en tu sentido de la estética, en tu pudor y en tu manera de narrar’. Me puse en sus manos absolutamente y, de hecho, cuando lo vi montado, dije: ‘Joder, si es que es impecable’. Es un hombre que no te puedes ni imaginar la sensibilidad que tiene, es algo fuera de lo normal, de verdad.
-¿Afrontas la lectura de los guiones con Lexatin?
-Sí, con Lexatin. Es un momento para mí crítico siempre, porque yo creo que leo muy mal los guiones en alto, no sé, y es ese el momento en que te escuchan. No sé, siempre pienso que es ese el momento en el que van a llamar a mi representante y van a decir: ‘Mira, mejor buscamos a otra’, ja, ja. Me muero de los nervios, ¡me muero! Entonces intento estar como segura, que no sé si se me da muy bien aparentar esto. Pero luego en un rodaje ya es mi modus vivendi de alguna manera, ¿no? Llevo haciéndolo muchísimos años y es mi hábitat natural, así que ahí sí que ya me siento como Pedro por mi casa.
-¿Lo de ser veterana para esto no computa entonces?
-Qué va, es una caquita esto de ser veterana. No, no, qué va. Cuantos más años pasan, más insegura me siento, más responsabilidades tienes encima o, por lo menos, tú te las creas. Y cuando eres joven eres una inconsciente, para ti esto es un juego. Para mí lo sigue siendo, porque hay una parte lúdica que además no quiero perder en la vida, pero hay un peso ahí como detrás que, buah, es durito. Hay que luchar mucho, trabajar mucho la mente y al cabeza y decir: ‘No, no, me quiero agarrar fuerte, no soltarme y confiar en mí’. Confiar en tu ilusión, en tu experiencia y en las ganas que le pones a las cosas.
-Y vuelves a la televisión.
-Y vuelvo a la televisión, sí, con una serie que me tiene subyugada y a la vez aterrorizada, porque es una protagonista muy protagonista. La serie se llama Ana, que es mi personaje, una abogada penalista, criminalista, que me fascina, sobre todo porque toca un tema que no se suele tratar, que es el de la ludopatía, el del juego, y cómo destroza la vida de las personas. Y cómo se lucha en este caso contra el más poderoso, que son las empresas.
-¿Contra qué lucharías tú si te dejasen elegir una causa?
-Yo, contra el abuso de poder y la injusticia.