Conserjes, bedeles, cuidadores, cocineros... esas personas que por su manera de hacer las cosas se han hecho imprescindibles en el centro escolar. Este es nuestro homenaje. ¿A quién elegirías tú?

Susana Acosta

Eliseo Lista, Liso para todo el mundo, cura con delicadeza una herida en el tobillo de una alumna: «Como queres que che cure: con dolor (y le enseña la botella de alcohol) ou sen dolor (le muestra la de agua oxigenada)?». Es obvia la respuesta y él sonríe: «Todos din o mesmo». La imagen habla por sí sola y el cuidado con el que realiza la tarea parece más propia de un abuelo que del conserje del CEIP Fogar, de Carballo. Porque un colegio que lleve por nombre la palabra fogar ya dice mucho de lo que aquí se fomenta. Liso se ha convertido en el corazón del centro escolar, una pieza fundamental en el engranaje de esta máquina que mueve el intelecto y educa a casi 800 alumnos. Él es su protector, su pañuelo de lágrimas, a veces hace de psicólogo, el que les cura las heridas e intercede en los enfados... y el que disfruta de los momentos felices con ellos. Una figura imprescindible en este hogar escolar. Y así se lo demuestran los niños, porque tiene una máxima por encima de todo: respeto. El cariño es tal que los chavales no dudan ni un segundo en canturrear el himno nacional del colegio: «Liso, tra, tra, tra. Liso, tra, tra, tra». Es difícil no emocionarse al ver el afecto que los niños le demuestran: «Levan anos cantando así, pásano de xeracións en xeracións», comenta este hombre de aspecto serio y corazón blando.

Descubrió tarde su pasión por lo niños. Antes de eso, fue emigrante durante trece años en Suiza, como muchos de la zona. Y cuando regresó «había que buscarse a vida dalgunha maneira». Fue entonces cuando convocaron la oposición a conserje, se presentó y aprobó: «Non sabía que me gustaban tanto os nenos e que tiña tanta paciencia con eles. Aprendino aquí», confiesa quien recalca que exige «o máximo respeto», para los pequeños: «Que ninguén lles toque», puntualiza, porque él siente la necesidad de protegerlos: «E eles sábeno. Cando teñen calquera cousiña veñen a min», dice mientras reconoce que esta mañana durante el recreo actuará de mediador en algún enfado de poco calado: «Principalmente o que chora é o que vén a explicar e dime: ‘Foi fulano ou mengano e despois hai que conciliar, amañalos, que saian amigos outra vez», dice con la sabiduría que le da la experiencia. Porque así lleva Liso 26 años. Trabajando por el bien de los alumnos, pero también de los profesores. Todavía recuerda el caso de Andrés, que se escondió en un armario y estuvieron buscándolo por todo el cole, hasta que a él se le ocurrió mirar dentro del mueble: «E alí estaba Andrés. E díxenlle: ‘Andrés que fas?’ E el respondeu como o faría un neno da súa idade: ‘Xogando ao escondite’. Nós chamábamos por el, pero el coa súa inocencia pensaba que estabamos todos xogando ao escondite. Foi unha anécdota, pero asustámonos».

Tampoco se olvida de lo que le comentó hace poco un niño recién llegado al centro: «Díxome que no seu país tiña moito medo polas noites cando oía chover, imaxino porque vería algunha riada. Tamén que alí non comía todos os días. Se o le xa sabe que estou falando del. Aquí, por desgraza, tamén hai necesidades entre os nenos». De ahí que se empeñe en sustituir esas carencias con cariño: «Os nenos serán dos pais, pero tamén son meus», afirma categórico.

UN HERMANO MAYOR

De repente, Fernando, el director del colegio, sale de clase expresamente para decir que Liso es una figura «fundamental» en el centro, «sobre todo para os rapaces», y la razón por la que él mismo sigue trabajando allí. Casi nada: «Hace 20 años que llegué aquí. Entonces era un profesor jovencito y todo me parecía muy terrible. Tal y como entré por la puerta escuché que alguien me decía: «‘Onde vas?’. Me impresionó y pensé entonces: ‘Con este no quiero nada’. Pero ahora sigo aquí por él. Es un hermano mayor, me aconseja cuando tengo dudas sobre cómo debo actuar. Hace una labor muy importante de orientación. Sabe cómo encauzar los problemas. Es muy especial», asegura Fernando, mientras comenta que es Liso quien le avisa de si ha fallecido alguien en Carballo para ir al tanatorio o de si hay algún nacimiento en la comunidad escolar: «Todos lo adoramos. Eso sí, no le toques las llaves. Todavía estoy esperando a que me dé las de mi despacho», bromea.

Liso ahora está loco por jubilarse. Asegura que está «canso de escoitar todos os días o espertador». Pero para eso, todavía le faltan algunos meses, aunque ya avisa: «Eu vou vir por aquí. E espero que manden ao novo antes de que marche. Gustaríame explicarlle as cousas».