Sintió la llamada del aire de forma casual y ha creado su alter ego en Internet para difundir con una mezcla de humor y realismo el mundo de la aviación. Su perfil, Azafata Hipóxica, es de altos vuelos

Iago García
(1984) Comunicador Audiovisual. Guionista & Periodista

Andrea Enríquez es una compostelana que vive del aire, está en él y que con @azafatahipoxica, su perfil en Instagram y Twitter, ha creado una comunidad de interesados en la aviación comercial. Para entender por qué ahora decenas de miles de personas ven sus publicaciones hay que remontarse a sus inicios como TCP, las siglas de Tripulante de Cabina de Pasajeros.

O sea, quiso ser azafata. Y aunque pueda pensarse en principio que la atracción por el mundillo deriva del glamour relacionado con los profesionales que se mueven en las alturas; no olvidemos que uno de los estafadores más famosos del mundo, Frank Abagnale Jr. se hizo pasar por piloto —la película Atrápame si puedes de Steven Spielberg lo narra—; lo suyo fue distinto. Acabados sus estudios de márketing y publicidad y comprobando tras hacer un máster en Barcelona que el becario millennial no gana ni para el alquiler, surgió la ocasión de embarcarse. «Había volado mucho en el último año y pensé que aunaba cosas que me gustaban: el trato con la gente, facilidad para viajar, posibilidades reales de independizarme... Y me lancé», cuenta la santiaguesa.

Hipoxia, bendita Locura

A priori no era lo que tenía en mente, pero Andrea, tras hacer la oportuna formación, acabó siendo azafata. Dijo adiós al tedioso trabajo de algunas oficinas, pero no es lo mismo ser pasajero que tripulante. Ni hay tanto tiempo libre. «Yo hago corto radio, voy y vengo en el día, así que lo de tomarse un mojito un día en Cuba y al otro estar de compras en Nueva York, no me toca», apunta. Sí que tiene la oportunidad, cuando está «destacada», es decir desplazada en un destino estratégico para su compañía, de conocer ciudades en profundidad: «Estuve en Zurich, Roma, Florencia, París o Ámsterdam gracias al trabajo».

La realidad, sin embargo, es bastante sacrificada. Un sinfín de horas de pie, se lidia con 500 personas a diario, horarios extremos... ¿por qué no abordarlo? «Hasta que puse en marcha mi perfil, se mostraba normalmente la cara amable del mundillo, el brunch en un sitio espectacular, de paseo en París... Simplemente quise dejar de lado esa fachada y crear una cuenta que como usuaria me gustaría encontrar para tener información veraz y anécdotas graciosas sobre el trabajo», explica.

Nace así «Azafata Hipóxica», quien sufre ese estado de falta de oxígeno que altera el organismo. Aquella que pisa unos cuantos aeropuertos al día. La que además del selfie con el icónico uniforme, presume sobre todo de esfuerzo. «Tuve muy claro que enseñar la parte no tan buena tenía que hacerse a través del humor, quería que la gente se viese representada esbozando una sonrisa a la vez que daba a conocer los entresijos del oficio», detalla al respecto. En Instagram y en Twitter se sirve del meme y de la comparación. Del chiste gráfico y de la analogía.

Como muestra, las publicaciones etiquetadas como #TCPfacts (hechos de azafata): «¡Chupito cada vez que un PAX pulsa el ‘botón de llamada’ en vez de la luz de lectura!»; «Por la vida hay que ir con la cabeza alta, aunque sea porque te tira del moño» —obligatorio en muchas aerolíneas—; o «el Satisfyer no sé, pero sacarse los tacones después de volar... otro rollo».

Andrea Enríquez, TCP, con el uniforme, a punto de embarcar
Andrea Enríquez, TCP, con el uniforme, a punto de embarcar

Su audiencia, principalmente de España, pero también de Latinoamérica, está muy atenta a cada post: «Tengo que pensar cada publicación, para que el siginificado sea universal, es decir, que lo entienda por igual un español y un latino... las referencias sociales y culturales son distintas, pero el idioma de la aviación es común».

Vuela alto

El resultado a estas alturas (nunca mejor dicho) es insuperable. Solo en Instagram son más de 25.000 los seguidores captados en apenas un año. «Lo que ha enganchado a la gente es que la parte no tan buena del profesional del aire y sobre todo la más humana no se había contado así nunca», dice Andrea sobre su alter ego cibernético; que le sirve como herramienta para continuar vinculada al márketing, donde sigue formando, y a la vez no deja de lado el diseño y la fotografía, dos de sus pasiones. «Me permite seguir ligada a mis estudios, pero el motivo de continuar no es que vaya a ser un trabajo de fin de máster, lo hago porque me gusta que a la gente le guste... no hay nada mejor que decir de un proyecto así».

Además, empieza a saborear las mieles del éxito. «Cada vez que alguien me pregunta si soy la de Instagram o me pide una foto, paso un poco de vergüenza», comenta con cierta emoción. Al mismo tiempo, saca de dudas a sus seguidores sobre algunos temas a través de los mensajes privados, con alguna situación, un pelín surrealista: «A veces me preguntan cosas como si fuera Google, en plan, ¿en tal compañía exigen 1,65 metros de altura para poder trabajar y yo mido 1,60 ¿qué puedo hacer?... en todo caso siempre intento responder a todas las interacciones». Reconoce que como influencer está tentada de mostrar productos, pero el late motiv sigue («y seguirá») intacto: «Me gusta que el objetivo sea la aviación y todos los consejos de belleza, ropa o alimentación están, o en función de lo que significa el perfil u obedece a la pregunta de un seguidor».

Promete seguir respondiendo, pese a la creciente fama, a sus seguidores, subir más vídeos a YouTube (algunos superan las 6.000 reproducciones), y por supuesto volar. Esta gallega no se baja ya de la nube. Ni de la atmosférica, ni de la digital.