Eva Millet: «La gasolina de los hiperpadres es la ansiedad por que sus hijos triunfen»

La Voz

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«Hay un mercado brutal para darle a tu hijo todo y hacer de él lo que quieras», advierte Eva Millet. El azote de la crianza voraz vuelve con «Niños, adolescentes y ansiedad», para ahondar en las heridas y las causas de la ansiedad. Hay antídoto y cura

09 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Que los padres tigre y las madres mánager son hoy una especie común no es ningún descubrimiento. Quizá tampoco que ahora, allí donde hay cierto bienestar y los niños son un bien escaso, «los hijos se han convertido en un signo de estatus» a través del que los padres tendemos a medir nuestros méritos, las expectativas que no hemos cumplido, o quedaron en remojo de las que nuestros padres pusieron en nosotros. En ello insiste la periodista Eva Millet, autora de Hiperpaternidad e Hiperniños, que ha vuelto a poner la letra en la llaga con Niños, adolescentes y ansiedad.

-¿Cómo lidiamos con la ansiedad de nuestros niños y adolescentes, con este problema cada vez más familiar?

-La ansiedad es una emoción básica, fundamental. ¿Cómo lidiamos con ella con nuestros hijos? Lo primero es entender que la ansiedad viene de serie, que no podemos desembarazarnos de ella, pero sí que podemos gestionarla. La ansiedad tiene muy mala fama, pero también tiene un punto positivo.

-¿La ansiedad no es mala?

-No, puede ser una aliada. Si un estudiante no tuviera ansiedad, no habría entrado en Medicina. En sus dosis adecuadas, la ansiedad es buena y necesaria, hasta para levantarse por la mañana. El problema de la ansiedad llega cuando se desboca, porque entonces nos arruina la vida.

-¿La ansiedad es un asunto más de los padres o de los hijos? ¿Somos los adultos generadores de ansiedad?

-Creo que es un asunto más de los padres. La crianza es hoy muy intensiva. La gasolina de la hiperpaternidad es la ansiedad de los padres por el éxito de sus hijos. Hay una ansiedad de los padres para que el niño triunfe, llegue, sobresalga. Y esta ansiedad es debidamente transmitida a los hijos, que se ponen ansiosos ante tanta expectativa paterna. Pero tampoco hay que olvidar los ritmos de vida, completamente antinaturales, que llevan los niños hoy, que generan en ellos un estrés brutal.

-¿Qué falta, o qué sobra, en el modelo de vida que se impone?

-Sobra esta competitividad que existe desde que son pequeños, y que no siempre mitigamos. Preocupa la precocidad. Francisco Mora Teruel, doctor en neurociencia, me decía que uno de los mayores generadores de ansiedad en la infancia es esta moda de la lectoescritura precoz, las ganas de que el niño aprenda a leer y escribir con 4 años, sobre todo para fardar. Su cerebro a los 4 años no está preparado para eso.

-¿Qué nos pasa a los padres hoy, por qué nos lanzamos a competir a través de los hijos?

-No lo sé... Pero tú vas a Twitter y lo primero que ponen los perfiles es «padre», «madre», es el primer cargo que figura, algo de lo más natural...

-¿Siempre hemos sido competitivos o lo es como nunca la sociedad de hoy?

-El ser humano es competitivo, pero hoy los hijos son otra manera de competir. A ver quién tiene el hijo más listo, más guapo o el que estudia en la mejor universidad... E incluso «voy a sobornar a quien se me ponga por delante [como ha pasado en EE.UU.] para decir que tengo una hija en Yale». Tenemos tan pocos hijos que concentras todas las opciones y expectativas en uno. Hoy hay un mercado brutal para darle a tu hijo todo y hacer de tu hijo lo que quieras. Cada vez hay menos niños, cada vez los tenemos más tarde y cada vez tenemos más tiempo de planearlos.

-Adviertes que hay dos polos que conviven: los niños desamparados y los niños sobreprotegidos.

-Sí, ahí están los dos extremos. Hoy los niños son una rareza. Y como a todas las rarezas, hay que dedicarles tiempo y esfuerzo. Son un lujo que sale caro, y por eso se sobreprotegen.

-¿Cómo abordamos entonces la ansiedad, cuáles son los focos que la generan en nuestros niños?

-Hay fobias puntuales que se dan con frecuencia en menores, como la fobia a los animales, a las tormentas, a las inyecciones o al dentista. Ahora hay dentistas que dan a los niños sedaciones light para que no se pongan nerviosos...

-¿Estas fobias concretas de los niños pueden considerarse normales?

-Sí, son normales y desaparecen con el tiempo. Lo que dicen los expertos es que cuando la ansiedad o la fobia impiden tu ritmo normal de vida se tienen que tratar. Y la manera más normal de tratarlas es la terapia cognitivo-conductual. La buena noticia es que los niños responden muy bien, rápido, a la terapia. A los padres no debe darnos miedo ayudar a nuestros hijos a superar sus fobias, es mucho mejor que maquillarlas y sobreprotegerlos, porque esto genera más ansiedad y más fobia.

-En «Niños, adolescentes y ansiedad» señalas que hoy tendemos a patologizar cosas que son normales.

-Estamos tratando como si fuesen patologías emociones que hasta hace poco eran normales. Todo esto suele ocurrir entre las clases más pudientes, que son las que se lo pueden permitir, claro. Los chicos marroquíes que cruzan el canal en patera no se pueden permitir la ansiedad... lo que no quiere decir que no la tengan. Sí es verdad que se están patologizando emociones normales. Un buen ejemplo es el del duelo, cómo afrontamos la tristeza del duelo. Te dicen: «No llores, no te lamentes, tómate esta pastillita y ya está». Pues no, porque ese dolor si lo tapas va a salir por algún lado. Llora, laméntate en su momento. Es mejor. En esto ayuda la corriente de la educación emocional, ahora en boga. Es vital entenderse. Saber qué es lo que te pasa es un primer paso para ponerle solución.

-La valentía es una herramienta clave.

-La ansiedad es el miedo al miedo. Evitando lo que da miedo no se consigue nada. Hay que entrenar la valentía, acercándote a ese insecto que te da pavor, presentándote a ese examen que te sientes incapaz de superar, yendo al colegio cuando no quieres... Educar en la valentía es uno de los mejores regalos que les podemos hacer a nuestros hijos. En la valentía y la frustración.

-¿El hiperpadre vive cada frustración y caída del hijo como un fracaso?

-Sí, pero no podemos considerar sinónimos frustración y fracaso.

-¿La frustración, en pequeñas dosis, nos hace más fuertes?

-Sí. No se trata de provocar que el niño se frustre continuamente. Pero, como dice el profesor Gregorio Luri, todo niño tiene el derecho a ser frustrado.

-¿Qué tienen de bueno los cuentos de hadas clásicos?

-Son buenas herramientas para educar en la frustración y la capacidad de superación. Los cuentos tradicionales son antídotos contra la ansiedad.

-En este libro, citas un capítulo de «Black Mirror», «Arkangel», como un ejemplo de hiperpaternidad.

-Es tal cual. Es esa idea de que los niños no se enfrenten nunca a nada. El programa Arkangel no solo controla a la niña, sino que pixela la fuente de ansiedad. Y la cosa acaba muy mal.

-¿Remedios para la ansiedad?

-La naturaleza, dormir las horas necesarias... ¡Dormir es un ansiolítico fantástico! También el juego libre, irse a correr o jugar al escondite, son muy buenos antídotos contra la ansiedad. Hay que recetar menos prisas, más abrazos y, aunque parece obvio, una dieta sana. Está comprobado que la microbiota ayuda a producir las células nerviosas que segregan serotonina, que es la hormona del bienestar.

-Lo has dejado claro, «la familia no debe ser una democracia». ¿Por qué?

-Porque no somos amigos de nuestros hijos, somos sus padres, y ejercer la autoridad, con cariño, es necesario. Autoridad no es autoritarismo. La familia no debe ser una dictadura, pero la convivencia debe tener unas normas claras.