-Como dice el rap, soy Antonio Alcántara, vengo desde abajo. Antes era bedel y ahora empresario del año, ¡ja, ja! Realmente Alcántara es un pueblerino listo, se ha amadrileñado muy bien.
-Lo va a tener difícil con Merche, ¿no?
-Eso está fatal, fatal, porque han estado mucho tiempo juntos y se echan mucho de menos, pero cada uno mantiene su postura. Yo quiero verlo en clave de humor, porque uno se pone en situaciones tan ridículas pero tan necesarias en esas circunstancias... La reafirmación de uno, la reafirmación de su vida… Al final tengo lo que quiero, pero estoy más solo que la una, ja, ja. Además Antonio trabaja en pleno meollo; esa plaza, ese barrio, sigue siendo el epicentro. Y como la decisión es de ella, al que le toca sufrir es al hombre, que no se ha enterado de lo que se le venía encima.
-Veinte temporadas ya... si seguís así llegáis a las bodas de plata.
-Tendríamos que hacer muchos saltos, seguimos estando a 29-30 años de diferencia, estamos en el 91. Lo que pasa es que en la época, en el 90, hubo una transformación hacia una modernidad y una forma de entender el humor y de hablar. Las circunstancias políticas del país también hicieron que parezca menos histórica la serie, que parezca que está más cerca, pero en realidad estamos todavía preparando la Expo de Sevilla y la Olimpiada, ese momento en el que en España nos sentimos un país poderoso, con imaginación, con sentido del espectáculo. Queda mucho por contar, lo que no sé es cuánto tiempo va a durar este contar, pero de momento estamos ahí.
-¿Pero seguís sin verle el final?
-Todos los años le vemos el final. Como trabajamos año a año, cada año pensamos que a la serie no le queda mucho. Pero por el cambio audiovisual, quizás. O a lo mejor sí, porque los espectadores llegan y la serie cumple sus objetivos. Pero la pretensión es que esto no es eterno, porque hay que cuidar la forma en la que se llega a esta etapa. El reto es encontrar formas de contar que, siendo las mismas, no sean repetitivas.
-¿Lo único que mantienes desde el primer capítulo es tu peso?
-Sí, mis 70 kilos, y ha habido etapas de menos. Pero ya ni el pelo, ni nada. Todo este tiempo he cambiado mucho, pero sí, esa sería la nota característica, y la mantengo desde el año 80.
-¿Y cómo se hace eso?
-No tengo ni puñetera idea, ja, ja.
-¿Sigues fumando?
-Hago intentos de acabar del todo y no lo consigo, pero creo ya no es un problema que tenga que abordar inmediatamente.
-Después de tantos éxitos, ¿sigues teniendo miedo a pinchar?
-Está dentro del contrato, se fracasa o se medio triunfa continuamente. Esto no es una carrera ni una competición para tener éxitos. Es una forma de vivir y un trabajo que tiene que ver con que vayas pasando etapas. Hay historias preciosas que tienen mucho éxito, otras no tienen tanto y se quedan en el recuerdo. Pero al final es una actividad que se revisa, por tanto el tiempo va colocándola en su sitio, y esa sensación de que este igual no es el mejor año siempre está. Lo que hay que hacer es convivir con ella, no angustiarse y aceptar que uno no puede ser el centro de atención total de todo, ¿no?
-Tus hijos parece que quieren seguir con la profesión. Jon estrenó «Instinto».
-Jon está trabajando mucho, y parece que quiere trabajar en esto y que le gusta. Al pequeño todavía le queda, tiene que cumplir la mayoría de edad y definirse, aunque supongo que lo querrá hacer. Tiene esa tentación, lo que pasa es que intentamos mantenerle en la línea educativa lo máximo posible. Ya tendrá tiempo para lo demás.
-A tus 63, ¿estás como un niño con zapatos nuevos?
-Estoy bien. Bien de salud, paso los días entretenido… Me encuentro razonablemente feliz, prefiero ser feliz a tener razón todo el tiempo. Prefiero estar equivocado y estar tranquilo, que tampoco es que esté equivocado, pero vivo tranquilo. Se trata de intentar vivir sin generar guerras ni conflictos, aunque no siempre se consigue.