«Vine de Venezuela con 25 años y logré dedicarme a lo mío»

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ANA GARCIA

Valeria Martínez dejó todo atrás en su país y consiguió luchar por su sueño en Galicia

21 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El cambio de vida de Valeria vino acompañado también de un cambio de país. Con 25 años dejó todo atrás en Venezuela y se apuntó a la aventura de unos amigos que se venían a Galicia a casa de sus abuelos: «Nos dieron la oportunidad a mi novio y a mí de venirnos aquí con ellos y quedarnos en su casa hasta que encontrásemos algo», cuenta la joven, que añade que se vinieron los dos solos y que volverían a hacerlo. Dos años después, todavía sigue sorprendiéndose de la paz de la que disfruta. «La tranquilidad con la que vivimos aquí no tiene precio. Igual que el vivir sin miedo y el sentirse libre. Y además encontramos a personas muy buenas y hay oportunidades, porque allá no hay acceso a nada por mucho que hagas», lamenta.

Valeria estudió Fisioterapia en Venezuela y siempre le tiró el pilates, pero allí era imposible dedicarse a ello.

EN BUSCA DE SU OPORTUNIDAD

Y a su llegada, aunque dejó currículos en muchos sitios, muy pronto la llamaron para darle la oportunidad de dedicarse a ello: «Llegamos un viernes, el martes me estaban entrevistando y al siguiente lunes ya empecé de instructora de pilates en un gimnasio y me pusieron de monitora de sala». Un trabajo que compaginaba con una pizzería los fines de semana, una etapa en la que hizo su máster de gallego particular. «A raíz de trabajar allí empecé a aprenderlo, y ahora no lo hablo muy bien, pero lo entiendo», dice. Tranquila, feliz y con trabajo, la única pega es que no ha vuelto a ver a su familia. «Desde que me fui en el 2017 no he podido volver a verlos, por el gasto y por el peligro que corres allá», lamenta. De abuelos italianos, asegura que lo tuvo más fácil para venir a España al contar con el pasaporte europeo y viajar como comunitaria y no como venezolana. Sus padres dejaron ir a su hija de 25 años con pena, pero al mismo tiempo con una felicidad inmensa: «Ellos me vieron marchar felices. Como si les decía que iba a China. Querían una vida mejor para mí», indica. Ahora mismo compagina su trabajo en otro gimnasio en A Coruña con sus clases de pilates en Carballo. «Me gusta mucho, está relacionado con la danza, que me encanta. En Venezuela ya daba clases de flamenco», cuenta. Quién le iba a decir a esta venezolana que bailaba flamenco que acabaría viviendo en España.