La isla secreta de Galicia

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David Trillo Gallego

Un tesoro que ya puedes visitar. Lobeira Grande es la isla principal de este archipiélago de la ría de Corcubión. Su superficie granítica, su costa abrupta y sus fondos pedregosos enmudecen al navegante que pisa por primera vez estas rocas

05 nov 2019 . Actualizado a las 15:30 h.

Los que las visitan por primera vez nunca fallan. Siempre repiten eso de «paresen de película!», reproduce con entusiasmo la exclamación a la que ya está habituado David Trillo. Este marino mercante, que se pasa medio año embarcado por los mares de todo el mundo, es conocido como el Robinson da Lobeira en Corcubión, donde tiene atracada una pequeña lancha llamada Navieira Jalisia. Así, con gheada. Como él reivindica y como dicen en los puertos de mar gallegos.

«As Illas Lobeiras son o consepto de illa en si. Sen estradas, como nas Cíes, nin restaurantes, como nas Ons. Aquí tampouco hai un pazo, como en Sálvora. Son o que un imaxina cando pensa nunha illa», describe con admiración. En la zona saben que no hay mejor guía para llegar hasta el archipiélago que de la mano de este Crusoe norteño.

Archipiélago de cine

Cuando David era pequeño acampaban dentro de la casa del «faroleiro», como llaman aquí a los fareros. Hoy, la construcción está tapiada. «Antes, os vesiños viñan coas barcas e fasían sardiñadas. Nos días de calma chicha, claro», sonríe David. Cuando el viento aprieta, las Lobeiras recuerdan más a la Shutter Island de Martin Scorsese que al arrecife tropical de El lago azul. Están en la boca de la ría de Corcubión, en el límite meridional que da inicio a A Costa da Morte.

Dos islas, Lobeira Grande y Lobeira Chica, componen el pequeño archipiélago que no llega a siete hectáreas de extensión. Desde ellas se divisan el monte Pindo y Carnota. Corcubión es su concello y la Autoridad Portuaria tiene los derechos de la «farola», encendida por primera vez en 1909 y automatizada desde hace décadas. Ahora está supeditada al faro de Fisterra. Una antigua fábrica de salazón, también desierta, completa las construcciones levantadas sobre Lobeira Grande.

«Chegou a haber unha taberna. Iso foi hai moitos anos. Para os vesiños son de sobra coñesidas, non para os de fóra», cuenta David. Su relativo anonimato, si las comparamos con las islas del Parque Nacional, no ha impedido que el boca a boca y las redes sociales las estén descubriendo. En una encuesta realizada este verano en la página web de La Voz de Galicia, las Lobeiras fueron las islas gallegas más votadas por los lectores.

«Desde terra paresen só un montón de pedras. Cando chegan na barca e ven que hai dúas praias, a farola, a casa... non se imaxinaban que había todo isto», destaca este Robinson atlántico. Hace excursiones personalizadas en su lancha para grupos reducidos, de hasta cinco personas. De noche se ve la vía láctea y, si se confabulan los astros, el mar de ardora. Además del suyo, otros taximar ofrecen viajes hasta los islotes. Hai que tener experiencia y pericia, los fondos están salpicados de rocas. «Hai un patrimonio por recuperar. A empresa Portomuiños quere facer un restaurante temático e estudar as súas algas. Sempre hai alguén que di que se van encher, pero aquí a xente só está un momento e pódese vir uns días contados ao ano. As ondas superan os des metros en inverno», informa David.

ATRAPADOS

El nombre de las islas está inspirado, según una leyenda, en su carácter. Esperaban escondidas cual lobo a que los barcos se acercasen hasta chocar contra ellas. Lo cierto es que aquí naufragaron navíos ingleses o griegos. Por un temporal, la familia de uno de los «faroleiros» quedó atrapada en Lobeira Grande todo un mes en 1912.

David ofrece rutas «persoalizadas, onde se comparte a cultura mariñeira e se coñese o patrimonio do mar. Nos días de borraxeira ver as farolas envoltas na brétema é alusinante», añade. Con la ayuda de un veterano marinero de 90 años está recopilando la toponimia y microtoponimia que quiere inmortalizar en un libro. «O punto máis alto é o Outeiro da Miranda», desvela, porque, como él dice, «nas Lobeiras cada pedra foi bautisada». «O seu encanto? Só hai que velas», responde David. Zarpamos con él.