La era del sexo

YES

16 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En una de las secuencias más explícitas de la audaz Sex Education que emite Netflix, el alumno desubicado del instituto se encarama a una mesa de la cantina y convoca a sus compañeros para hacerles una revelación. De un gesto se baja los pantalones y con ademán decidido confirma a la audiencia que, efectivamente, los rumores sobre su persona eran ciertos: el tamaño de su pene es enorme. Y para que el espectador certifique cuál es la envergadura exacta de la confesión de Adam, la cámara se coloca detrás y se detiene en el tramo superior de sus piernas entreabiertas para que se constate cuál es el alcance preciso del prodigio.

Sex Education es en apariencia la típica serie de instituto con todos los estereotipos de adolescentes que en diferentes tonos ha ido retratando la industria americana hasta construir un estándar, desde Desmadre a la americana pasando por American Pie, la inevitable Grease o la más reciente Por trece razones. Lo que hace distinta a esta producción británica es precisamente la forma de abordar el sexo y las relaciones entre los personajes, una forma explícita y desacralizada que conecta con un nuevo paradigma.

Estos años veinte del siglo XXI son probablemente los más sexuales de las últimas décadas. Estamos en la era del sexo. Nunca se ha hablado tanto y de manera tan explícita de cómo y con quién mantener relaciones físicas. El consumo de pornografía ha dejado de ser tabú; hay clubes de intercambio a la vuelta de todas las esquinas; bares con cuartos oscuros; orgías organizadas y sin organizar; aplicaciones que alientan y saludan la fugacidad carnal y una aceptación casi general de que el sexo no es un tabú sino una manifestación más de la naturaleza humana. Casi todas las formas y combinaciones entre adultos que consienten y disfrutan son posibles, aunque hay dos colectivos para los que el cambio de paradigma ha sido revolucionario: los homosexuales y las mujeres.

Sex Education respira dentro de esos nuevos marcos por los que transita una sociedad que hace apenas tres décadas era ñoña y pacata y en la que el sexo fuera de las convenciones permanecía oculto bajo siete velos y sometido siempre a la posibilidad del escándalo, la censura y el destierro.

Si hoy revisáramos aquel innovador Hablemos de sexo que en 1990 llevó a TVE la doctora Elena Ochoa (dirigida, por cierto, por Narciso Ibáñez Serrador) respiraríamos una ingenuidad inaudita en los tiempos de Grinder. La psicóloga y editora despojó de suciedad el debate sexual en unos años que todavía olían a mantilla, alcanfor y preservativos de ganchillo. A partir de ahí todo rodó.

EL TRÁMITE CARNAL YA NO ES UN TABÚ

Hoy los tabúes son más sentimentales que sexuales. Otra sexóloga televisiva, Lorena Berdún, aseguraba hace unos días en El País que hoy es más fácil acostarse con alguien que quedar con ese alguien para conocerse, porque «el amor nos da más miedo que el sexo». El trámite carnal ha dejado de ser un tabú para convertirse en una especie de obligación social que requiere conocimientos enciclopédicos y disponibilidad para abordar cualquier situación. Todo desde la normalidad y la ausencia de escándalo.

Uno de los momentos más reveladores de esta dinámica lo protagonizó Amaia Romero, la dulce e inteligente ganadora de Operación Triunfo. Durante su encierro, en una conversación con una compañera del programa y con esa naturalidad marca de la casa confesó: «Voy a ser directa contigo, ¿vale? Me apetece un tío, un buen tío... un buen tío». En realidad la frase era mucho más explícita. Tan explícita como esa secuencia de Sex Education con ese adolescente exhibiendo los portentos de su naturaleza.