«Los niños pueden oler, ver y decidir qué quieren comer»

Susana Acosta
SUSANA ACOSTA REDACCIÓN

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Escola Infantil A Caracola, en A Coruña
Escola Infantil A Caracola, en A Coruña MARCOS MÍGUEZ

La Escola Infantil A Caracola fue pionera en A Coruña en introducir alimentos ecológicos en el comedor

27 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Con Beatriz Ferreira Varela se inició la revolución en las cocinas de estos colegios en la comarca coruñesa. La directora de la escuela municipal A Caracola de A Coruña lidera este proyecto que tiene mucho de compromiso personal a la hora de introducir buenos hábitos alimenticios en los pequeños. Amante de los alimentos gallegos, de temporada y recién extraídos de la huerta, cree que lo mejor que podemos enseñarles a nuestros pequeños es aprender a comer bien y sano. Que los niños sean capaces de apreciar el sabor de una zanahoria, de las de aquí, que nada tiene que ver con las de otras partes, que sepan que no hay mejor golosina que una fruta de temporada, que en los menús aparezcan alimentos muy nuestros como los tirabeques y que en el pescado no importe tanto el tipo, sino que sea fresco y de lonja. Esto es lo que marca la diferencia en esta escuela municipal que está arrastrando a otros colegios de la zona a participar de este modo tan saludable de hacer las cosas.

En A Caracola todo es ecológico. Las verduras se compran a productores de la zona. El pan se hornea todos los días en la escuela, la pasta y el cereal, además de la carne, el pollo, el aceite y los yogures también son ecológicos. Y el pescado, fresco y de la lonja. Así se obtienen menús que bien podrían ser elaborados por Ferrán Adriá. Hasta incluso en algunas recetas toman como referencia los platos de los estrellas Michelin. Porque aquí lo que importa, por encima de todo, es que los niños coman bien: «La comida echa con amor alimenta el corazón», es uno de los lemas que te encuentras en el tablón de anuncios en la entrada de la escuela: «Lo más importante es el equipo de la escuela porque es gente comprometida con el proyecto», asegura Ferreira que reconoce que a veces siente que ora en el desierto cuando anima a otros centros educativos a participar de este proyecto.

El menú para los niños que ya han cumplido el año de vida es ensalada con verdura de temporada y vinagreta de primero y boloñesa de lentejas con pasta, de segundo. El del miércoles antes de las vacaciones de Samana Santa fue crema de verduras de temporada, boniatos asados con cilantro y pescado de lonja a la plancha. Estos matices que se introducen en los menús, verdura de temporada y pescado de lonja, son claves en el proyecto: «Tengo que realizar los menús con un mes de antelación. Y cuando hablo con los proveedores para hacer el pedido me dicen qué es lo que tienen de temporada porque puedo poner calabaza, pero si no lo hay en ese momento, me la tienen que traer de fuera. Lo mismo ocurre con el pescado», aclara la directora del centro que da de comer a 70 cativos todos los días. De ahí la importancia de no realizar menús tan específicos.

RESPETAR AL COMENSAL

Ver comer a los niños es todo un espectáculo. Da gusto cómo esperan por la comida y la autonomía que tienen antes del año de vida. En eso, el colegio se ha empeñado en que así sea. Intentan que sean los lactantes los que tomen la iniciativa de la alimentación complementaria. Para ello ponen en práctica el modelo inspirado en el Baby Led Weaning, que consiste en omitir los purés y los alimentos triturados en la medida de lo posible y darles alimentos sólidos siguiendo unas pautas, dejando que el niño interactúe con la comida en sus manos. De este modo, les ofrecen alimentos cocinados al vapor o al horno: «En ese caso, no es lo mismo que les demos una zanahoria de aquí, que es mantequilla, que una de fuera, que es más dura. Y lo mismo con la calabaza, por ejemplo», explica.

Lo único que se tritura es la carne o el pescado: «Los niños, cuando ven el plato, pueden oler, ver y decidir qué quieren saborear. No sentimos la presión de que se coman todo el plato, queremos que la cuchara se convierta en su amiga. Hemos comprobado que cuando se sientan a comer y ven el color rojo o el verde en la berenjena, el tomate, la ternera... son ellos los que deciden y no los adultos. Se llama autorregulación», dice.

Esta política alimentaria permite que los niños se conviertan en auténticos protagonistas, hasta el punto de que incluso emplatan su propio plato. Además, las familias tienen la oportunidad de comer cuando quieran en la escuela junto a sus hijos, pueden participar en los talleres de cocina y «ver con sus propios ojos lo que se cuece en el comedor». Y hay más. El menú es exclusivo y no se repite cada mes.

El compromiso de este centro con la sostenibilidad sube otro escalón e incluso se ha creado un grupo de consumo para los progenitores: «Aquí los padres también se pueden llevar las verduras ecológicas a sus casas. Ellos pueden hacer sus pedidos a nuestros proveedores y cada martes se llevan su bolsita», explica Beatriz. Parece que estamos hablando de un colegio de Finlandia, ¿verdad? Pues no, está en el barrio de Novo Mesoiro, en A Coruña.