Claro que lo ideal es detener la violencia en su fase inicial, y en eso Arias dice que tienen mucho que ver los compañeros: «Para los casos más graves está la policía. Pero si se coge una situación de acoso escolar en los primeros momentos, es el propio entorno el que debe reaccionar. Intentamos responsabilizar a los compañeros de que tienen un deber importante, que es actuar rápido y bien. Que busquen apoyo en ellos, y si es necesario en padres, profesores y policía». El agente asegura que no se encuentran nada nuevo en los colegios, sino más bien lo que existió siempre. «La víctima lo es porque presenta una situación de debilidad. Una vez que aumenta el acoso tienden a tener una conducta similar, a marginarse, a aislarse voluntariamente, porque si ve que el entorno no reacciona y no tiene la opción de defenderse, intenta evadirse de ese entorno hostil». El elemento novedoso ahora es el ciberacoso, que es lo que más se encuentran: «La mayor parte de los casos tienen trascendencia en redes sociales, y nosotros les decimos que en Internet también intervengan si detectan acoso, porque pueden reportar estas conductas a la propia red social». Y es que no hay acoso sin alguien que lo tolere. «Es un pilar fundamental el hecho de que haya un entorno que está tolerando que eso suceda. Cuando alguien detecta que las bromas, las collejas y el aislamiento es siempre a la misma persona y no se hace nada, o encima hay risas y comentarios, digamos que es el que está propiciando esa situación», incide Arias, que sitúa la franja de edad clave del bullying entre los 11 y los 14 años.
Para que el bullying sea bullying y no un hecho puntual, tiene que mantenerse en el tiempo y ser intencionado. Y alguien que maltrata de esa forma necesita mucha ayuda: «El que lo sufre que vea que esa persona no tiene nada que ver con él, que se siente inferior y por eso necesita destacar. Quiere sentirse importante porque en alguna área de su vida le menosprecian y no sabe cómo sentirse popular o hacerse ver. Alguien así no está bien, no es feliz ni está equilibrado ni va a desarrollar una autoestima sana. No se encuentra bien y por eso se comporta así. No se le puede tachar de nada, necesita asistencia psicológica y que se hable con los padres». En casa se tienen que limitar a escuchar, sin juzgar: «A veces no lo cuentan porque se sienten avergonzados o culpables y no quieren desilusionar a sus padres o que se les vea débiles, o que reaccionen de forma que se sepa y que eso traiga consecuencias más negativas , porque hay amenazas de ‘como lo digas, te vas a enterar’». La psicóloga insiste también en que el acoso debería ser un tema a debatir de forma normal. «Es fundamental que en casa los padres hablen de qué es el hostigamiento, proponer entre ellos alternativas en familia y preguntarles si lo han visto, porque igual lo han normalizado», explica la psicóloga.