Kenneth Iloabuchi: «Me arrepiento de huir de África para intentar vivir mejor en Europa»

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Este párroco arriesgó su vida al dejar su Nigeria natal e intentar buscarse la vida en España. Lo más duro fue cruzar el Estrecho en patera, una cuestión de vida o muerte, con la que a día de hoy sigue teniendo pesadillas

09 mar 2019 . Actualizado a las 09:36 h.

Kenneth Iloabuchi (Nigeria, 1979) partió de África con destino a Europa con el sueño de convertirse en abogado. Durante el trayecto, las mafias lo engañaron varias veces, pasó tres años retenido entre Argelia y Marruecos, hasta que finalmente consiguió embarcar en una patera rumbo a la Península hace ya 18 años. Trabajó en el campo y en la construcción para buscarse la vida, pero desde hace un tiempo lo hace en su parroquia de Lorca. El próximo viernes contará su historia, junto con la campeona paralímpica mundial, Sara Andrés, y la cooperante internacional Lucía Lantero, en el congreso Lo que de verdad importa, que se celebrará en A Coruña.

-¿Qué es lo que de verdad importa?

-Primero amar la vida y tratarla como una gracia de Dios. Cada uno tiene que preocuparse de elegir lo más importante, que no siempre es el dinero, sino valorar la vida, buscar lo que nos da la felicidad.

-¿Cómo era tu vida en Nigeria?

-Ha habido momentos de todo, porque cuando convive con su familia, amigos, compañeros... hay que disfrutarlo. Yo he sentido el amor de mi familia, en especial de mi madre, pero luego uno va creciendo y construyendo sus planes, y la situación de Nigeria, y como lo podrán decir muchos jóvenes de hoy, no me favoreció mucho y tuve que buscar una salida.

-¿A qué edad te planteas dejar aquello?

-Con 16 años.

-Y a esa edad, ¿cómo te imaginas Europa? ¿Qué noticias os llegan allí?

-Cuando uno está sufriendo allí, y vemos las imágenes de Europa, porque en mi casa no había televisión, pero en la de mis vecinos sí, viendo aquello y comparándolo con lo que nosotros teníamos en África, notas la diferencia. Cuando vives en la pobreza y ves a otros jóvenes como tú contentos, jugando, teniendo cosas... Y no estamos hablando de riquezas, sino una vida con su plan de futuro, entonces uno dice: ‘¿Por qué no lo intento?’. Este fue el sueño de muchos nigerianos, y sigue siendo, que buscan un futuro mejor.

-En el momento que decides irte, te piden mucho dinero para viajar a Europa.

-Hay mafiosos que se dedican a llevar a los inmigrantes, son un grupo de gente que trabajan en muchos países de África, algunos lo hacen bien, pero otros para beneficiarse, porque en cualquier situación de la vida hay intereses de unos cuantos. Un africano tarda un año en recaudar 500 euros, y trabajando bien, porque tiene una empresa o un negocio que le está dando de comer, pero hay millones de personas que ganan un euro al día. Y otros que no llegan a esto, es la realidad.

-¿Cuánto dinero te pidieron a ti?

-En mi caso era diferente, porque desde Nigeria tuve que llegar a Marruecos, y desde ahí me piden 1.200 dólares. En los tres años que duró el camino tuve que pagar tres veces, la segunda vez nos deportaron al desierto de Argelia y tuve que estar allí ocho meses y pico, y después pagué para volver a Marruecos, y esta mafia se marchó con el dinero. En total, estamos hablando de más de 4.000 euros.

-El tiempo que pasas atrapado, ¿a qué te agarras para mantener la esperanza?

-Solamente a Dios, porque uno no sabe lo que va a pasar aunque consigas salir de Argelia, no sabes si una vez que estés en Marruecos vas a poder llegar a España, después de ver tantos muertos por el camino.

-En Marruecos coges una patera. ¿Tuviste miedo?

-Sí, nunca he visto algo parecido. Estamos hablando de la vida y la muerte. Suena como algo lejano, pero cuando estás metido en un callejón sin salida, te das cuenta de que estás en manos de Dios.

-¿Cuánto tardáis en cruzar?

-Nos prometieron cuatro horas, pero estuvimos toda la noche y al día siguiente por la mañana fuimos rescatados por la Guardia Civil.

-¿Alguien perdió la vida?

-Sí, viajábamos dos pateras, y la otra, con 132 inmigrantes, volcó y fallecieron todos.

-¿Hay un antes y un después en ti después del viaje?

-Marcó mi vida, antes de eso yo pensaba en varias cosas, estudiar, ser una persona responsable y aportar en la vida de los demás, pero ganando dinero para ser una persona «rica», pero después de haber vivido esto comencé a pensar de otra forma. Una persona que no tiene vida ya no tiene futuro, pero cuando estás vivo aún puedes construir tus planes, elegir lo que valga la pena y lo que importa.

-¿Se te pasa por la cabeza que puedes no llegar a la otra orilla?

-Sí, incluso antes de subir. Solo con mirar hacia atrás, viendo que habíamos perdido a compañeros por el camino, te das cuenta de que sobrevives por la gracia de Dios, porque te encuentras con cuerpos por el desierto y no puedes hacer nada, perfectamente puedes ser uno de ellos. Así que, cuando tienes otra oportunidad de coger una patera, estás convencido de que puedes salvarte pero también de que puedes morir. Cuando vemos a los inmigrantes saltando la valla, no es que estén tontos, es porque han visto la vida, y si permanecen allí lo que hay es la muerte, si saltan a lo mejor llegan sanos y vivos, y solo por eso lo van a intentar.

-¿Cuál ha sido el momento más duro?

-Cuando naufragaron mis compañeros, era como estar en un teatro viendo una película, de repente se acaba y se apagan las luces. Se encienden y uno dice: ‘Todo ha terminado’. Fue el momento más duro, a día de hoy lo sigo recordando como una pesadilla.

-¿Sigues en contacto con tu familia de Nigeria?

-Sí, cada año voy unos días, porque colaboro con una fundación de la Iglesia y cada verano comparto con ellos mi tiempo, pero también aprovecho para estar con mi madre y mis hermanos.

-¿Ellos nunca han tenido la necesidad de intentar salir de allí?

-No. Jamás. Además, ahora lo que yo hago cada verano cuando me reúno con los jóvenes es aconsejarles y decirles que no es un buen camino y de que nunca deben emprender este viaje.

-¿Estás arrepentido?

-Sí, el camino que me ha traído hasta España no era un buen camino. Cuando no es una inmigración bien ordenada no estoy a favor, cuando uno no sabe lo que le puede pasar el día de mañana, no estoy de acuerdo, pero sí cuando puedes entrar en una embajada y pedir los papeles. Yo afortunadamente estoy bien, comparado con la gente de África. Hace unos años estuve hablando con un joven en Nigeria que se estaba preparando para venir a Europa porque creía que iba a vivir mejor, y un sacerdote me pidió que lo convenciera de lo contrario, cuando hablamos me empezó a preguntar: ‘¿Cómo es la vida en Europa?’. Y yo le dije: ‘Está bien, pero hay mucha gente sufriendo, muchos inmigrantes que viven en las calles. Es cuestión de tener suerte, pero no depende todo de ti. Si tienes algo que hacer aquí, un negocio o lo que sea, quédate’. Me dijo: ‘¿Hace cuánto tiempo estás sufriendo?. ‘18 años’, le contesté. ‘Vale, entrégame tus papeles, yo me voy a España y tú te quedas aquí. Si usted piensa que es mejor vivir en África, cambiamos’, me dijo. No se trata de lo que pensamos aquí, también hay que pensar en los que están allí. No es fácil que uno deje a sus familiares, a su madre, por un lugar donde no conoce a nadie.

-Tu caso, ¿no?

-Yo no conocía a nadie y tuve que dormir por las calles.

-¿Finalmente estudiaste?

-Entré en el seminario y recibí formación para poder llegar adonde estoy hoy, pero al principio estuve trabajando en el campo y en la construcción, como los inmigrantes. No estudié Derecho, pero puedo decir que también soy un abogado porque me toca defender los derechos de la gente cuando los inmigrantes, mis compatriotas, me buscan para denunciar las injusticias. Es otro tipo de abogacía.

-¿Se te pasa por la cabeza volver?

-Sinceramente no, estoy en la diócesis de Cartagena y estoy trabajando en la iglesia local de Lorca, en Murcia.