«Veo a mi familia 15 años después»

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MARCOS MÍGUEZ

GALICIA ABRAZA A URUGUAY Esta familia ha vuelto a juntarse tras 15 años. Silvia Rivoir, su marido y sus dos hijas cruzaron el Charco en el 2003 en busca de porvenir y de un pariente. Aquí echaron raíces, y aquí está una parte de su vida. La otra ha venido de Uruguay para vivir el reencuentro

29 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Es difícil expresar con palabras la piñata de emociones que se rompe al abrazar a un hermano 15 años después. «Es que se mezclan muchas cosas, nervios, ansiedad, alegría, duelo, llanto», dice Silvia Rivoir, que acaba de vivir este septiembre el reencuentro con parte de la familia que dejó en Uruguay cuando emigró a Galicia con 23 años. «Galicia es mi tierra ahora, me siento coruñesa. ¡No me voy más!», dice esta mujer de apellido francés y raíces italianas que se llevó en la maleta el sentimiento de hogar. Silvia (sentada, en la foto, en el monte coruñés de San Pedro), hoy con el corazón partío por el Atlántico, nació en la Colonia del Sacramento y recuerda que el agua en el Río de la Plata está tan «fresca» como aquí. En el 2003, siguió a su marido, Álex, y con dos hijas pequeñas, Bárbara y Agustina, cruzaron volando el Charco sin querer mirar atrás. En Colonia, suroeste de Uruguay, quedó una parte de la vida de Silvia. Su pedazo de tierra con raíces, su niñez, su adolescencia, sus padres y seis hermanos unidos en un deseo: volver a verse.

El abrazo se hizo, en parte, realidad este septiembre, cuando dos hermanos de Silvia (Jose y Estela) y sus parejas (Alicia y Aldo) aterrizaron en Alvedro. «Yo nunca había subido a un avión», dice Aldo, despegando el relato de toda la familia que quedó con un vacío en Uruguay. «A Silvia la dejamos chiquita, a sus niñas... Es lindo volver a verlos después de tantos años. Y va a ser duro despedirnos, regresar a Uruguay. Pero es la vida. Hay gente que no puede hacer esto. Hay que valorarlo y endurecerse», expresa Aldo roto de emoción. «¡Pero el año que viene vais a volver!, ¿no? No llores, tío», le anima Bárbara, su sobrina mayor, a la que dejó de ver con 8 años y reencuentra con 23.

Esta xuntanza abre una puerta. «Mis hermanos y mis cuñados fueron los primeros. Pero hay más gente allá. Y ahora nos tocará a nosotros ir», valora Silvia. Ella y su cuñada Alicia lo maquinaron todo. «Silvia nos había invitado a venir a Galicia. Y el impulso surgió como una idea loca en el trabajo -cuenta Alicia-, gracias a unos compañeros míos que se venían a España por otro motivo, y se me ocurrió decirles: ‘¿Me llevan?’ ¡y me dijeron que sí! Se lo conté a Jose [su marido, hermano de Silvia] y también dijo ‘sí’. Se lo comentamos a Aldo y Estela y se unieron. ¡Y nos vinimos! Y hoy nos sentimos agradecidos a la vida. Hemos tenido la ocasión al fin de hacer juntos el duelo. Por mi suegro, mi suegra, por un hermano que murió hace muy poco. Y al fin, podemos conocer al Piti... es hermoso y dulce; redulce como sus hermanas». Piti es el alias de Xoali, el benjamín de la familia, que fue uno de los primeros frutos del viaje crucial de Álex y Silvia. Xoali nació en Monforte y ve por primera vez a sus tíos. «Sí. El primer contacto con la familia de su madre es este, porque él nació en Lemos, a súa terra é O Saviñao», explica su padre.

EN MONFORTE EMPEZÓ TODO

Él, Álex, fue el primero en pisar tierras gallegas en el 2003. Viajó a Milán, de Milán a Barcelona y de Barcelona a Ourense en busca de un tío gallego al que no encontró. «Cuando lo encontré era tarde...», cuenta. «Me vine sin nada, me quedé en un hotel, pero no tenía dinero y no podía pagar. El dueño, un gallego bajito, se vino detrás de mí. ¡Ay...! Y me dijo: ‘Ven, ven, ¿sabes algo de campo?’. Y le dije: ‘¡Vengo del campo!’. Y me mandó a trabajar con ovejas a Monforte. Y ahí empezó todo. En Monforte», recuerda. Silvia se vino tres meses después que su marido, de una mano traía a Bárbara, y de la otra a Agustina (que fue seleccionada en Galicia para el papel protagonista de la peli A casa da luz).

«Empezamos de cero. ¿Cuánta gente tiene esa oportunidad? Nosotros empezamos una vida nueva», dicen Álex y Silvia, que han hecho hogar en Monteagudo, Chamín, Arteixo. La cultura de América del Sur, valoran, se parece a la gallega. La aldea. El carácter. El humor.

«Es difícil no enamorarse de esto. Cuando entras en Galicia, hasta el olor cambia», dice Álex. «La gente gallega es diferente. Este es un pueblo duro, noble».

Una parte de esta familia vuela ya de vuelta a Uruguay. Con dolor y esperanza. «En esta vida nunca sabemos cuándo va a ser el último beso, pero confiamos en que volveremos a vernos», dice Alicia.

Ojalá la bandera gallega ondee allá. Somos hermanos de color. Blanquiazules.