Decir tacos es bueno para la salud

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NO SE TRATA TANTO DE HABLAR MAL como de sacar afuera lo que uno siente ante una situación de estrés y de dolor físico o emocional. Dos psicólogas, Rosa Cerqueiro y Alejandra Dotor, nos confirman este estudio de la Universidad de Keele que, ojo, diferencia entre palabrota e insulto. El segundo no beneficia ni al que lo lanza ni al que lo recibe.

24 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

No es esta una oda al taco ni pretendemos que te vuelvas un malhablado. Tampoco era ese el objetivo del equipo de investigadores de la universidad inglesa de Keele, pero su estudio tiene una clara conclusión: decir palabrotas en momentos de tensión y de dolor es bueno para la salud. El equipo evaluó a través de dos experimentos la tolerancia al dolor (colocando las manos de los voluntarios en un cubo de agua fría) y la resistencia y fuerza (a través de ejercicios anaeróbicos o de agarre manual).

Durante la realización de las dos pruebas, tenían dos posibilidades: decir palabrotas o utilizar palabras neutras. Y se encontraron con que quienes tenían libertad para expresarse a través de los tacos, presentaron una mayor tolerancia al dolor y rendían mejor en las pruebas de resistencia y fuerza física. Solo aquellos que puntuaban alto en una visión catastrófica del dolor no encontraban alivios ni siquiera lanzando improperios. Todo tiene su explicación. Al maldecir, aumenta el ritmo cardíaco y la adrenalina en sangre, que proporciona un efecto analgésico. De la misma manera, decir palabras malsonantes cuando nos enfrentamos a una situación de estrés hace que el cerebro segregue más endorfinas, que es la hormona de la felicidad, ayudando a reducir la tensión.

¿A quién no le han entrado ganas de jurar en hebreo cuando empotra el meñique justo en la esquina de ese mueble traicionero? ¿Y cuando tenemos que levantar esa mesa que pesa un quintal? Pero no solo decimos tacos para lo malo, sino también para bromear entre amigos. La especialista en robótica Emma Byrne profundizó en este hábito en su libro Maldecir es bueno para ti. La increíble ciencia de las malas palabras. En él asegura que «decir palabrotas es una de esas cosas que nos salen naturalmente y parecen frívolas, sin embargo uno se sorprende al conocer la cantidad de científicos que las estudian [...] porque nos enseñan mucho sobre cómo funcionan nuestras mentes y nuestras sociedades».

MALDECIR NO ES INSULTAR

Del mismo modo, habla de los beneficios que nos pueden traer en el trabajo: «Decir obscenidades puede ayudar a construir relaciones en el trabajo. Los científicos han comprobado que los equipos que comparten un léxico vulgar tienden a ser más eficaces trabajando juntos y a sentirse más cerca y ser más productivos que aquellos que no lo hacen». Y es que en esto de los tacos los beneficios vienen de la transgresión que supone su uso, que también une a muchos adolescentes que buscan reafirmar su «adultez». El estudio arroja otra conclusión importante: la diferenciación entre insulto y palabrota. «La palabrota se convierte en un gesto de acción y de resistencia que permite aligerar brevemente el peso de situaciones que nos generan malestar, en vez de responder desde la desesperanza e indefensión. La palabrota se convierte aquí, si es puntual, en una forma de aliviar emociones y tensión», señala la psicóloga Rosa Cerqueiro, que insiste en que el insulto no es bueno en ningún caso: «Los insultos suelen tener a otra persona como destinataria de los mismos, esté presente o no. Son una forma no eficaz de dirimir un conflicto relacional, por lo que no estamos hablando ni del mismo fin ni de los mismos resultados esperados».

Alejandra Dotor continúa en esta línea: «Se puede ser mejor o peor hablado, hacer más o menos daño al oído, pero decir una palabrota no daña directamente a nadie. A nivel psicológico no es lo mejor decir ‘eso que has hecho es una estupidez’ que ‘eres un estúpido’, porque en la segunda ya hay violencia verbal. La palabrota se lanza al aire, mientras que el insulto es una flecha que apunta a esa persona». La psicóloga advierte de que los niños, influenciados por la exposición a Internet, están sumando cada vez más tacos e insultos a su vocabulario. «Nuestro umbral de tolerancia va aumentando, y con las palabras igual. Antes el adulto podía decir tacos muy gordos, pero al niño ni se le ocurría. Y con los insultos, los han incorporado incluso en positivo, ‘qué bien juega el h* p*!’, porque también los adultos los emplean en positivo», indica. Dotor recuerda que decir palabrotas está mal, pero incide en la importancia de soltar la tensión y expresar lo que nos preocupa de alguna manera. «Desde decir tacos hasta expulsar aire o soltar un grito. Hay que echarlo fuera, porque el cortisol, que es la hormona del estrés, aumenta mucho cuando te guardas lo que sientes y eso afecta a todo el organismo, bombeas sangre más rápido, inhibe la producción de insulina y estrecha las arterias, lo que hace que llegue menos sangre al cerebro y no pensemos con tanta claridad», advierte. Por eso empiezan las reacciones de lucha o de ira, y el aumento enorme de energía en detrimento de otros aspectos fundamentales para la supervivencia. Todo eso se combate, dice Dotor, soltando lo que nos ocurre y viviendo experiencias positivas que aumenten nuestros niveles de serotonina, la hormona de la felicidad. Eso cuando el daño es emocional. Cuando es físico vale con soltar un taco, aunque después toca lavarse la boca con jabón.

CONCLUSIONES DEL ESTUDIO

1. La investigación: Los investigadores probaron que los que maldecían soportaban mejor el dolor y eran más resistentes y fuertes.

 2. La explicación: Al maldecir, aumenta nuestro ritmo cardíaco y la adrenalina en sangre, lo que proporciona un efecto analgésico.

 3. El límite: Una cosa es decir un taco y otra insultar. Mientras que el primero puede resultar de alivio, el segundo no. 

 4. La recomendación: Las palabrotas nunca están bien, pero es fundamental soltar lo que llevas dentro por tu bien físico y mental.