El hombre que corta un jamón al día

Pablo Portabales PERIODISTA

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26 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En la hostelería sucede con frecuencia algo misterioso. Locales que reúnen todas las condiciones para ser un éxito apenas cuentan con clientes y otros, sin demasiadas pretensiones, consiguen el lleno diario. «Para mí el secreto son tres cosas. El ser, es decir, la persona. El saber estar y el saber hacer, que son aspectos que se aprenden con el paso del tiempo. No todo el mundo vale para esta profesión. Hay que aguantar las presión. Ah!, y es muy importante la constancia», sentencia José Ángel González Goce. Su segundo apellido es muy de la zona de Baiona y toda una declaración de intenciones para un hostelero. Era patrón de pesca de altura y un buen día decidió cambiar el Gran Sol por Playa América. En 1989 abrió la jamonería El Serrano. «Le pusimos este nombre porque entonces el ibérico estaba resurgiendo y el bellota no estaba al alcance de todo el mundo», recuerda este empresario que, solo de ibéricos, reserva 200 jamones cada año. «En verano cortamos más de un jamón diario», asegura. Casi 30 años después de la apertura, en el establecimiento trabajan doce personas que van y vienen a toda velocidad para atender a los centenares de clientes que acuden a este mesón-templo. «Somos como un equipo de fútbol. Cada uno tiene su labor, uno por la izquierda, otro por la derecha. Para un negocio, cuando antes atiendas mucho mejor», apunta sonriente.

ENSALADA DE TOMATE

A pesar de cortar más de un jamón a diario, dice que el plato estrella es la ensalada de tomate. «Cocinamos antes de abrir. Aquí solo montamos platos y, cuando se acaba, se acabó», aclara. Otro de las referencias del local son los bocadillos calientes. «El éxito es que va troceado. Rompe con el concepto del bocata cogido con las dos manos. Si no fuese partido no hubiese triunfado», analiza. Si a todo lo anterior añadimos que los precios son contenidos se entiende el lleno al mediodía y por la noche.

CON MIKEL ERENTXUN

Hubo que esperar al final del concierto para escuchar las Cien gaviotas. Este tema, junto con Una calle de París o Esos ojos negros, son las canciones que todo el mundo esperaba en el concierto que Mikel Erentxun ofreció en el imponente Pazo de Cea de Nigrán. Fue una noche fantástica con más de mil personas (la gran mayoría adolescentes cuando Duncan Dhu estrenó los citados temas). Como suele suceder con artistas como Mikel, primero colocó sus nuevas creaciones musicales que prácticamente nadie conoce. Me imagino que lo hacen para engordar el recital y cumplir con el minutaje del contrato, porque otra explicación no hay. Lo de comprar el disco al acabar el concierto es algo que se hacía en los tiempos en los que Duncan Dhu estaba de moda. Lo importante es que la velada sociomusical fue fantástica. Centenares de cuarentones y cincuentones recordaron viejos tiempos con un cubata en la mano. Las cien gaviotas, como el verano, pasaron demasiado rápido. Antes de marcharme saludé al presidente del Deportivo, Tino Fernández, que acabó la noche dando buena cuenta de un bocata de una de las food truck instaladas en el jardín. Y me entraron ganas de un poco de jamón.

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