El «sex appeal» no se hereda

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CEDIDA

GENES Las dos son imagen de Chanel. Las dos son actrices. Una empieza, otra poco tiene que demostrar. Madre e hija comparten genes y contratos, ¿pero la pequeña Lily-Rose ha heredado ese algo distinto de mamá Paradis?

10 dic 2016 . Actualizado a las 05:30 h.

Existe una palabra en alemán, doppelgänger, que se aplica a ese doble que todos parecemos tener. Un ser idéntico a nosotros que, a veces, puede estar en tu misma casa. En la lista de doppelgänger famosos, siempre se cuelan Vanessa Paradis y su hija, Lily-Rose Depp. Pero ese algo que tenía ya la madre cuando solo era una cría ¿se ha quedado por el camino para la hija? Ni siquiera las campañas para Chanel consiguen evitar echar de menos ese qué se yo de Vanessa que la convirtió en una estrella en Francia con solo 14 años, cuando reventó las listas de éxitos en Francia con la canción Joe le Taxi. Su idilio con el público francés empezó en la adolescencia y hoy, pasados los cuarenta, sigue siendo un icono del charme francés.

¿Conseguirá su hija mayor, fruto de su relación con Johnny Depp, convertirse en digna heredera de su madre? La genética no le ha regalado el diastema que separa los dientes de su madre, una de sus señas de identidad, ni cierta sexualidad mucho más evidente en la generación de Paradis que en las millenials a la que pertenece Lily.

UNA PORTADA PARA VOGUE

La moda es, de momento, el mejor escaparate para Lily-Rose. Esta misma semana fue la estrella del desfile de Chanel en el Hotel Ritz de París, una fiesta en la que su madre demostró por qué ella también es uno de los rostros de la casa francesa y una de las mujeres que mejor saben llevar los diseños de Karl Lagerfeld para Chanel.

Y Lagerfeld, que de viejo solo tiene las arrugas, y que ha apostado por las nuevas modelos y por las reinas de Instagram para acercarse al público más joven, no ha dudado en escoger a la más pequeña de la familia para posar con ella en la portada del último número de Vogue Francia. El káiser de la moda y la nueva estrella de la familia Depp-Paradis protagonizan la portada de la revista, él con su inconfundible estilo, ella con esa caída de ojos que ha heredado de su padre y ese aire lánguido que comparte toda la nueva hornada de delgadísimas y jovencísimas modelos criadas en las redes sociales. Lily-Rose solo tiene 17 años. La misma edad que tenía su madre cuando ganó el premio a la estrella más prometedora en los premios César del cine francés por Boda blanca, su primera película. Diez años después (el año que nació Lily) protagonizó la que probablemente es su mejor película, La chica del puente. Porque antes de La vida de Adèle ya hubo otra Adèle en el cine francés y fue Vanessa Paradis en esta película de Patrice Leconte, aquella mujer en blanco y negro que desarmaba en los siete primeros minutos de la cinta. De momento, Lily-Rose se ha estrenado en La bailarina, que pasó sin pena ni gloria por nuestras salas (y por Cannes) interpretando a una manipuladora Isadora Duncan. Y aún no hay fecha para la llegada a España de Planetarium, en la que comparte protagonismo con Natalie Portman.

Aunque donde la hija ha preferido no competir es en la música. Si con Joe le taxi y aquel aire de Lolita se convirtió en una estrella en Francia, Vanessa volvió al número uno con su último disco, Love Songs, producido hace tres años por su última pareja conocida, Benjamin Biolay (ex de otra hijísima, Chiara Mastroiani, retoño de Marcello y Catherine Deneuve). Y a Lily está dedicada La ballade de Lily-Rose, una nana escrita por Depp y Paradis, en la que se puede escuchar a la pequeña cuando solo era un bebé. Más precoz, imposible.