Este viaje sí me salió caro

Antonio Mosquera / N. S.

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PACO RODRÍGUEZ

Y NO POR LO QUE COSTÓ Este grupo de viajeros tuvo que hacer frente a una serie de simpáticas desdichas. Pero ni un golpe de Estado en Togo ni un robo en Perú ni un partido de Champions en Escocia lograron truncar sus grandes viajes.

13 ago 2016 . Actualizado a las 05:10 h.

Siempre hay algún viaje que se nos frustra por algo. Organizamos las vacaciones ideales, actualizamos el pasaporte, solicitamos el visado pertinente, compramos los bañadores e incluso nos vacunamos, y al final pasa algo que hace que no cojamos ese avión y nos quedemos en casa. O sí llegamos a coger el avión, pero por cualquier motivo el viaje no resulta como nos habíamos imaginado.

 El avión sí lo cogieron María y Manuel, un matrimonio andaluz afincado en Oleiros. En los años 80 se animaron a «descubrir» el continente desconocido. A través de un suplemento del periódico contactaron con dos aventureros madrileños, de ahí prepararon el macuto y rumbo a África. «Si de algo me arrepiento es de no haber ido más», indica María, melancólica, «y eso que fuimos hasta cuatro veces. Cada año cambiábamos de aventura, el Sáhara, el lago Victoria, el Magreb... hasta que nació nuestra hija. Ahí lo dejamos».

Siempre que podían aprovechaban para pasar un mes en algún rincón de África. Aunque no todo fue fácil ni bonito. «Nos ha pasado de todo», indica Manuel entre risas. «Eran viajes durillos, de mucha carretera. Convivíamos 24 horas con mucha gente en un camión, era como un Gran Hermano». Y acto seguido sonríe, recordando una anécdota: «Estábamos en Niamey (Níger) y a uno de nuestros compañeros le dio un brote psicótico en plena calle. La policía se lo llevó a comisaría y de allí a una especie de psiquiátrico que había en la ciudad. Hablamos con la familia, que nos suplicó que lo sacáramos de allí. No sabíamos qué hacer, la situación nos superaba, y lo que se nos ocurrió fue una locura».

Su esposa lo interrumpe con una carcajada: «Se hizo pasar por psiquiatra. Fue buenísimo», indica sonriendo. «De alguna manera había que sacarlo, ¿no?», continúa Manuel. «Y lo más curioso fue que se lo creyeron. Tuve que firmar un montón de papeles, pero pudimos sacarlo de allí y meterlo en un avión de vuelta a casa».

Pero esto no fue todo. En 1991 se toparon con el golpe de Estado militar en Togo. «Ya no nos podían pasar más cosas», recuerda María. «Había controles de carretera cada dos horas, con disparos al aire, era algo exagerado. Nos ponían en fila, inspeccionaban las maletas y nos preguntaban nombre y profesión». «Y además en francés, claro», complementa Manuel. «Llegó un momento en que nos hartamos, porque era algo continuado, y preferimos tomárnoslo con filosofía. Así que cuando nos preguntaban decíamos lo que se nos ocurría», y escenifica:

-Vous. Profession -pregunta el militar.

-Trapecist -improvisa un compañero entre las risas de los demás.

-Trapecist? Qu’est-ce que c’est trapecist? -insiste el togolés, que no entiende.

-Oui, trapecist... de circo.

-Le cirque? Ah... équilibriste! -reacciona sorprendido el hombre, que lo observa ahora con gran admiración.

Los tres reímos alegremente. «¡Équilibriste, era un équilibriste! Ja, ja, ja, ja...». La verdad es que fueron unos valientes... «Unos imprudentes diría yo», reconoce Manuel. «Muchas de las cosas que hicimos hoy ni se nos pasarían por la cabeza», «como dormir con leones», aporta María ante mi cara de asombro extremo. Y continúa: «Entramos con el camión en el Serengueti (parque natural que se extiende entre Kenia y Tanzania) y ya era de noche. Algunos montaron la tienda y otros preferimos quedarnos en el camión. Había leones a 400 metros, pero era una noche fantástica. Así que preguntamos al guía, autóctono, si podíamos dormir encima, en el techo. ‘No pasa nada’, dijo, mientras entraba en el camión». «¿Cómo que entró en el camión?», interrumpí. «¿No era que no pasaba nada?». «Eso mismo le dijimos nosotros, a lo que contestó: ‘Sí, sí. Pero yo por si acaso me quedo dentro, porque los leones prefieren comerse a los negros’». «¡Hala! ¡Qué exagerado!», solté. «Ya, ya... pero durmió con el camión para él solo», dijo María. «Quizás esa era su jugada, porque los leones muy racistas no es que sean», apostilló Manuel, sonriendo.

ROSA Y MANOLO EN PERÚ

PACO RODRÍGUEZ

10.000 KM HASTA LA BODA

Rosa es una mujer peruana casada con Manolo, de Abegondo, lugar donde ambos residen. Celebraron su boda en Betanzos, en mayo del 2015. Pero esa no era su idea inicial. Unos meses antes, en noviembre de 2014, ahorraron y planearon un viaje a Perú, a la ciudad de Pisco, con el objetivo de celebrar la fiesta junto a la familia de Rosa. «Era nuestro viaje, llevábamos meses organizándolo y yo iba a poder vivir mi gran día con los míos, en mi casa», comenta. De Madrid aterrizaron directamente en Lima, donde aprovecharían para entregar los papeles del casamiento en la Embajada española. Y digo aprovecharían porque esos papeles nunca llegaron a ser entregados. «Del aeropuerto agarramos un taxi para ir directamente a la embajada. Llevábamos dos maletas, una grande con la ropa y otra de mano con todos los documentos. Durante el trayecto nos detuvimos en un semáforo, y de repente, sin que lo esperásemos, un hombre abrió la puerta del coche, cogió la maleta y se escapó corriendo».

Y claro, ni boda ni nada. «La maleta que agarró fue justamente la de los documentos. Puestos a pedir mejor que hubiera sido la otra. Sin vestido una puede casarse, pero sin papeles no. ¡Qué mala pata!», nos dice Rosa, que recuerda la anécdota con ironía: «A mí siempre me pasan cosas raras como esta, al final te lo tienes que tomar con una sonrisa».

DAVID FERNÁNDEZ DESDE ESCOCIA

CESAR QUIAN

«LA RE-BODA»

Para algunos, esta jugarreta del destino puede suponer una señal, pero Rosa y Manolo no tardaron ni seis meses en casarse. Eso sí, mucho más cerquita.

Y es que si el amor es un juego del destino, las bodas serían probablemente la casilla de la calavera, la que te hace volver a empezar. Y si no que se lo digan al bueno de Chris Gunter, jugador de la selección galesa de fútbol. Ni en sus mejores sueños el de Newport (ni ningún otro compañero) podía imaginar que llegaría a jugar las semifinales de la Eurocopa. Así que cuando su hermano Marc, meses atrás, le pidió que lo acompañara en el día más importante de su vida (día que coincidía con la hipotética semifinal), no pudo decir más que sí. Y como si saliese de un guion de película de sobremesa, la boda se celebraba en Cancún (México) y el pobre de Chris no solo era el hermano del novio, sino también el padrino. «Creo que es la primera vez que un padrino da el discurso a través de Skype», apuntó el galés sonriendo.

Algo parecido le pasó a David, y todo se remonta a otro galés (empieza a ser extraña la relación entre galeses y bodas frustradas, ¿no?). Concretamente a John Benjamin Toshack, entrenador del Deportivo entre los años 1995 y 1997. El míster dio la oportunidad a un joven mediapunta de Corcubión, David Fernández, que actualmente es ojeador del Manchester City de Guardiola. David tuvo una época exitosa en el Celtic de Glasgow (momento de la foto) y fue entonces cuando se produjo su gran viaje frustrado.

«Era la boda de Raquel, mi hermana, en el mes de octubre. Había pedido permiso al club (Celtic F.C.) pero era un momento malo. Estábamos en plena competición y jugábamos martes y sábados todas las semanas», por lo que el club no le dejó ir a la boda. «Recuerdo que aquella semana teníamos un partido importante. Era imposible que me dejaran ir a casa porque, además, supondría perderme varias sesiones de entrenamiento. No me hubieran dejado viajar ni aunque fuera mi propia boda», señala sonriendo.

Así que la familia tuvo una gran idea: «Hicieron la re-boda», comenta entre risas. En el mes de junio del año siguiente, cuando David terminó la temporada, repitieron la boda para él. «Prepararon la casa para la ocasión, montaron el banquete, se vistieron de novios e incluso llamaron al cura... ¡No faltaba detalle!», reímos los dos, y él añade: «Y eso que ya llevaban ocho meses casados... Todo era un paripé».