Yo en verano aparco el coche

Noelia Silvosa, Tania Taboada

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PACO RODRÍGUEZ

Quién va a querer recalentarse en el coche pudiendo ir al fresquito y cogiendo morenazo en el asfalto. Hablamos con cuatro personas que aparcan en el garaje hasta septiembre. Mientras, aprovechan el sol para utilizar medios de transporte alternativos. Y mucho más veraniegos.

06 ago 2016 . Actualizado a las 20:10 h.

Es un lujo aparcar el coche en el garaje y no volver a cogerlo hasta septiembre. Ya ni hablemos de lo que supone bajar al centro y no tener que buscar aparcamiento. Ni esperar el bus. Ni parar para echar gasolina. Yaiza Rey, que vive en A Coruña, sabe muy bien cómo es esa sensación de libertad. Esa gozada de saber que, para moverse, solo depende de sí misma. Precisamente por eso está enganchada a las bicicletas municipales. El servicio de Bicicoruña le deja moverse como pez en el agua en el asfalto. «La cojo todos los días para ir a trabajar o para bajar al centro. De hecho, si se pusieran en los polígonos sería un punto», explica a su llegada a nuestra cita. Por supuesto, en bici. Ella está encantada con esta alternativa: «Haces el trayecto mucho más rápido que andando y con la ventaja de que no tienes que buscar aparcamiento». Y eso, en una ciudad como la suya, es una auténtica liberación. Obviamente, también ve una clara ventaja en el bolsillo. «No gastas en bus ni en gasolina, y tampoco pierdes tiempo», señala Yaiza, que en verano no entiende su día a día sin pedalear: «Ahora no utilizo el coche», dice. Normal, porque aún encima tiene el punto de recogida de bicis al ladito de su casa. El funcionamiento del servicio es fácil. Y mucho más barato que ninguna otra forma de desplazamiento.

POR 30 EUROS AL AÑO

«Te das de alta y pagas treinta euros anuales con la tarjeta Millenium del transporte público. Puedes coger las bicis durante todo el día y la única restricción es que solo puedes utilizarla un máximo de dos horas. Luego puedes devolverla en cualquier otro punto de bicicletas», asegura Yaiza, que además tiene descargada en su móvil la aplicación que te permite saber si hay bicis disponibles en el punto que te interesa. Eso sí, hay que tener sentidiño. «Una vez que la coges, te haces responsable de ella porque al introducir tu tarjeta se abre una ruta tuya», advierte. Pero de todos los pros, Yaiza se queda con uno: «Con la bici saco mi vena hippie, porque además contribuye a sanear el medio ambiente». Y, por qué no, a endurecer las piernas.

MANUEL LÓPEZ: «Me siento muy bien sobre dos ruedas»  

ROI FERNANDEZ

En verano, en casa de Manuel López (Monforte, 1969), no solo se producen cambios en el armario. En el garaje también hay modificaciones. Si en el primero los chaquetones quedan en un segundo plano y los shorts pasan a las primeras baldas, en la cochera sucede algo semejante. El vehículo de cuatro ruedas se aparca al fondo y el de dos se coloca en posición de salida. Y es que con la llegada estival, este monfortino se olvida del coche y saca la moto, que adquirió en el año 2011. «Me siento muy bien sobre dos ruedas. Viajar en moto me relaja y llego al trabajo con más energía», explica.

137 kilómetros diarios

Manuel desea que llegue la época estival para coger su BMW R 1150 y no soltarla. Su pasión motera es tal que en verano la utiliza incluso para acudir a su puesto de trabajo, pese a que la distancia no es corta. Pero como sarna con gusto no pica, casco en la cabeza y arrancando motero. «Desde mi casa a la oficina de Lugo hay 67 kilómetros. Con lo cual, entre ida y vuelta recorro 134 kilómetros diarios. En cuanto al tiempo, esto supone 25 minutos ida y otros 25 de vuelta», explica.

Manuel López es el responsable de Cruz Roja en la provincia de Lugo. Reside en la ciudad del Cabe y trabaja en las oficinas que la ONG tiene en la capital lucense. «En verano cojo la moto porque es más cómoda. El viaje es más llevadero, me da el aire, siento más libertad... y algo fundamental es que si voy en moto no doy vueltas para aparcar. Tengo sitio delante de la oficina», explica.

Para este monfortino el viaje en moto es más llevadero. Además dispone de un vehículo grande, cómodo para viajar y con maletas para portar su equipo de trabajo. «Viajar en moto es más placentero porque la perspectiva es diferente. Cuando voy en coche estoy pendiente de un montón de factores, cuando voy en moto no. No tengo el móvil a mano, el radio cassette... voy totalmente concentrado en la conducción. Son muchos kilómetros pero se hacen bien. Tienes que ir con más precaución porque en moto el escudo es la persona y el riesgo es mayor, pero cumpliendo las normas, no hay problema alguno», concluye este monfortino.

«Antes me llevaba tiempo, ahora puedo ir en tacones»

XOÁN A. SOLER

Las buenas rutinas y costumbres acaban siendo muy productivas en todos los ámbitos. Y si no que se lo pregunten a Lucía Coego, que con la llegada del verano se pone en forma a la vez que gana el pan de cada día. Así no gasta en combustible, no se desquicia buscando sitio donde aparcar el coche y, de paso, practica deporte. «Voy andando porque puedo hacerlo y además ahorro. Al mismo tiempo hago ejercicio y evito ir al gimnasio», explica esta joven de Lalín afincada en Santiago desde hace dos años que es de las que cuando llega el buen tiempo deja el coche en el garaje y utiliza sus piernas como medio de transporte.

Lucía Coego vive en el barrio santiagués de Fontiñas desde hace dos años. Trabaja en una tienda de artesanía, situada en pleno centro de la capital gallega. «Voy todo por Concheiros, San Pedro, Casas Reais y Azabachería. Al final, entre ida y vuelta, acabo recorriendo unos cuatro kilómetros diarios que en tiempo se traducen en 40 minutos de caminata», explica.

Sus horarios laborales varían. Si unos días trabaja de 9.30 a 13.00 horas y de 15.00 a 18.00 horas; otros lo hace de jornada intensiva, siendo de 15.00 a 21.30 horas. «Para ir a trabajar siempre voy a cien porque ando con el tiempo justito, pero de vuelta a casa vengo con calma y aprovecho para hacer la compra, mirar escaparates, entrar en tiendas...», relata.

Ir caminando también hace que esté en contacto directo con la ciudad y se entere de lo que sucede. «Si vas en coche o autobús estás más aislada y pierdes el roce con la gente. No vives el día a día», considera.

Esta joven de 31 años se siente en plena forma, y el hecho de ir caminando hace que llegue al trabajo con fuerza y entre por la puerta con mucha energía. «Caminar es muy bueno para la circulación. A mí, personalmente, me viene muy bien, puesto que estoy muchas horas de pie trabajando detrás del mostrador. Además coges ritmo. Antes me costaba, me llevaba tiempo, pero ahora ya puedo ir en tacones», dice sonriendo.

Esta joven opina que la combinación de autobuses en Santiago no es todo lo buena que desearía, por lo que «entre que espero y demás, voy andando y ya estoy en mi puesto de trabajo», asegura. Y tan contenta.