Él tiene una Estrella especial

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Marcos Míguez / Jorge García

Hombres que valen más de un spot: Xosé López, Antón Belmonte y Edu Calvario han sido imagen de grandes marcas, no solo gallegas. Y tienen una historia que contar

28 may 2016 . Actualizado a las 09:41 h.

Lo que vale el chico. Xosé López (A Coruña, 20 de marzo de 1973) tiene Estrella. Con mayúscula: «É un orgullo para min ser o inventor da fórmula, o pai de todas as xeracións de Estrella Galicia», dice este ingeniero industrial que pelea la vida como actor y que nació, cuenta, el mismo día que Lina Morgan... solo que 57 años después. A este chico de anuncio le verán próximamente en la película DHOGS (Dhogsfilme) pero puede sonarles de hasta cuarenta spots: ¿Mercedes, Cepsa, Pepsi Peugeot, Meetic, Vodafone, MoviStar, Chocolates Valor, Preservativos Control? Pues sí, son algunas de las marcas que se han quedado con él.

Su encanto no tiene precio. Y eso que él hasta Precio se llamó, un nombre más bien escaso que le pusieron sus padres en un spot de Gadis 15 años atrás. Fue su debut ¿Le recuerdan, le reconocen? Miren en su canal de YouTube. Vivía una bonita historia de amor con Calidad. Tenía el pelo corto, cero barba y aquellos ojos verdes que bien valen la canción.

¿Hoy se ha pasado al hipster? «Non. Non me gusta ir coas modas. De feito, estou por cortar a barba. E se me din que abroche o primeiro botón da camisa... dáme a risa». A su aspecto le cuesta ser duro incluso a sus 43. La delicadeza se mira en él. ¿El secreto? Vivir en modo zen, apunta, «buscando o equilibrio». Él se cuida, medita, es flexivegetariano (ya saben, un vegetariano flexible) y practica yoga Iyengar: «Non o penso deixar!». «Os actores necesitamos a meditación. Porque neste oficio o instrumento de traballo é o teu corpo, as túas emocións, es ti mesmo». Habla como el actor que es, con una vocación que no vacila y reivindica papel, una variedad de registros. ¿Te ha marcado mucho tu imagen, Xosé, esa cara de anuncio? «Non sei ben canto... Pero si, márcame. Teño unha amiga que di que debería afearme un pouco para poder interpretar máis papeis». Hasta aquí, hasta el café donde hablamos de su papel en los microteatros La cita y La boda, comedias de Carmen Blanco que hoy se representan en Baba Bar, hay largos años, anuncios, matices y horas de grabación.

CARA DE PERFECTO INGLÉS

¿El que sabe Saba, no? Me dirán qué infancia no tiene su eslogan, a ver. Su flotador o sus manguitos. Sus burbujas, su corte o su Frigopié. De niño, a Xosé le marcaron Pepsi y Coca-Cola, y de los spots que ha hecho se queda con tres: El debut (Gadis), el prestigio (Mercedes) y el sexi (Control).

A este gallego de anuncio que estudió en Maristas suelen decirle que tiene cara de inglés. ¿Será por su educación? Ays, que las formas lo son todo. Pues sí, le veo un aire a Hugh Grant. «Din que teño cara de inglés de clase alta... -admite- ¡pero eu son de barrio!». Pues del barrio de las Flores al mundo entero. Como noruego también lo ha hecho bien.

Potente lo que Mecano llama la fuerza del destino. Xosé descubrió el potencial de su imagen por casualidad. O por curiosidad. Que una vez vio una cola ante un garaje e hizo esa pregunta: «¿Pero qué pasa aquí?». Había unas pruebas para actuar en un anuncio. Él pasaba por allí, se quedó, entró el último y ¡se lo llevó! Gadis. Entonces ni conocía la palabra casting. No había pedido cuentas a esa vocación que una profesora vio en él en quinto de EGB: «Iso lle dixo ela ao meu pai... pero el non me dixo nada a min!». Un anuncio, el primero, llevó a otro, salieron cuatro o cinco el primer año. Xosé se fue a Madrid y se curtió en castings. Empezó a actuar con pasión, trabajando para pagarse la formación en La Base de Teatro («coa gran Macarena Pombo») y La Platea. Su representante hoy, Comareacast (www.comareacast.com).

Nos vamos con una pausa para la publicidad. «Do que se trata en publicidade é de que non te recoñezan», da la clave Xosé. Lo mejor, advierte, es que te fichen, te paguen bien y no se repita demasiado el spot, para que otras marcas apuesten por ti. ¡Tu cara... cómo nos suena! «Pois eu -sonríe- poucas veces confeso de que».

Sueño de hombre, é o teu soño? «En publicidade?, ser embaixador de Adolfo Domínguez. Visto a súa roupa. Vai moito comigo. Encantaríame».

MARCOS MÍGUEZ

«Por el anuncio de 'Vivamos como galegos!' aprendí a montar a caballo. ¡Hasta me pedían autógrafos!»

Es Ton el del jamón. Un chico de anuncio para Torre de Núñez. Pues sí, es salado pero tiene más. Vocación, 35 años y el local Adega do Pino en Betanzos. A Antón Belmonte (A Coruña, 10 de julio de 1980) le podéis ver en Una mujer invisible, de Gerardo Herrero. El William Wallace de Vivamos como galegos! (quizá por esto te suene más) ha participado en series como Matalobos, Padre Casares, Chapa y pintura o Chicas en la ciudad: este último, «un experimento curioso y divertido. Una mezcla entre Sex and the City y Gran Hermano. Todo el mundo sabía que era una serie pero queríamos darle un toque real, jugar a eso con el espectador». Un ejemplo, Antón: «Yo en la serie era gay y decía con una cámara aquí delante: ¡No quiero que se entere nadie! Ahí el nuestro era un guion de intenciones. Te marcaban lo que tenías que hacer pero no cómo. Los conflictos iban surgiendo sobre la marcha».

En el camino se rehace el camino. Este chico de anuncio rompió la tradición familiar: «Mis padres tienen una empresa de flores. Yo soy técnico agrícola; de hecho estudié para seguir con la empresa... pero hacía teatro los sábados en Betanzos». Ay, ese pero que abre otra posibilidad. El grupo de teatro en el que estaba animó a Antón a dar el salto a Madrid para formarse. Y lo hizo. Gracias a sus padres. ¿Cómo se lo tomaron, viendo que cambiabas la flor por la farándula? «Mal -comparte Belmonte-, pero gracias a su apoyo fuerte pude empezar a cumplir mi sueño». De Madrid al cielo. Y eso que vivir de estudiante en la capital es difícil, admite quien se formó en la Juan Carlos Corazza, «la mejor escuela de España», asegura orgulloso.

«PEQUÉ DE NOVATO»

Para ganarse el pan haciendo oficio, Antón, que estaba llamado a ser la imagen de todo un estilo de vida, probó suerte en los castings de publicidad. «Ahí conoces a directores que te pueden abrir puertas tanto en el mundo de la publicidad como en producciones pequeñas», cuenta. ¿Muy duro rodar anuncios? «A veces es solo un día de trabajo, no te impide estudiar y en aquella época, hace unos diez años, era mucho dinero». ¿Ahora ya no? «Ahora no tanto -matiza-. Yo recuerdo un casting de Dolce&Gabbana que suponía 15.000 euros por año, y esto sin que fueses conocido...».

Uno de los grandes. Uno de los más divertidos que rodó Antón fue para Gadis, él que se siente «muy muy muy gallego». Ya saben, «onde a xente non é fea, ¡é riquiñaaaa!». Pronuncien el grito de guerra que revolucionó la publicidad: Vivamos como galegos! Esto Antón puede decirlo alto, ¡galopando incluso! A lomos de su condición de gallego de cine: «Sí, en ese anuncio trabajé con caballos, ¡y eran caballos difíciles! Ahí me aficioné a montar y hasta hoy. Sigo haciéndolo». El rodaje fue intenso, duro, inolvidable, dice. «En el periódico se hablaba de mí, los políticos llegaron a ponerme de ejemplo -recuerda con humor-. Otras veces piensas que un papel de una serie te va a dar popularidad y luego no tiene esa repercusión. Con todo, el Vivamos como galegos! le dejó la espinita de «un monologazo» que se perdió. «Pequé de novato. No sabía que me iban a doblar, en ese spot la voz no es la mía, sino la de un doblador mítico. Y no, no es lo mismo. Soy yo el que está con el caballo, con la gente, con esa emoción que solo puede reflejar mi voz». ¿Eres de los de versión original? «Sí. ¡Cómo puedes perderte la voz de Al Pacino o Robert DeNiro. El mercader de Venecia, por ejemplo. Ahí hay que ver a Al Pacino trabajando la voz. ¡Es una locura!»

Él, que compartió piso con Jan Cornet (Goya por La piel que habito) y David Seijo (El barco), advierte la línea que separa el talento de la popularidad. Vive como un galego y sueña como tal: él también quiere una Estrella. Galicia.

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«La publicidad me ha enseñado que soy un caradura»

Quizá te suena su nombre. Deberías oír más. Oírle a él, porque tiene voz. Él es Edu Calvario (Ferrol, 25 de diciembre de 1977) y conoce las dos caras de la publicidad. Este regalo de Navidad que le copió la barba a papá es creativo en IP Global. Pero antes ya era la leche; lo digo porque viéndole tocar la batería le ficharon como chico de anuncio para Leche Pascual. «Tendría 19 o 20 años. Mi vocación siempre ha sido la música. Yo tocaba la batería y en un concierto una chica que trabajaba en una productora me vio, le gustó mi rollete y... acabé haciendo ese anuncio. Una cosa llevó a la otra. Hice otro anuncio, otro, otro, y bueno... acabó convirtiéndose en mi profesión». Caixa Galicia, Gadis, Audi o San Miguel se cuentan entre las marcas por las que Edu Calvario ha dado la cara; de hecho a la San Miguel la llevó a beberse el mundo, o ella a él: «En Inglaterra llegaron a ponerme una San Miguel antes de pedir. ¡Es divertido!».

Tiene unos ojos azules en los que duele mirarse, tatuajes, anillos, un sombrero, guitarras, un mundo de viajes, varios temas que pueden oír en YouTube. Entre ellos, Tu nombre, que toca para nosotros en su casa. Con seguridad pero cierta timidez: «La publicidad me ha descubierto mi lado caradura, que tengo mucho morro -cuenta Edu, alma de Los Mártires del Camposanto-. La primera vez que me puse delante de una cámara... ¡te diré! Me hizo sentirme seguro de mí mismo y pensar: ?Me puedo meter en cualquier papel, desenvolverme en cualquier situación?». Sin embargo, exponerse en sus canciones, en ese proyecto tan suyo que cuajará en un disco tras el verano, le impone: «Ahí no, no soy tan caradura. Soy yo. En las canciones que escribo hay mucho sobre mí, mis vivencias. Hace unos días debutamos en la Mardi Gras, ¡fue una pasada!, pero los diez primeros segundos de concierto estaba asustadísimo».

DEL FRÍO AL ROCK

Él, que lo vive, dice que tras un anuncio hay esfuerzo y talento. «Los 39 segundos que ves pueden suponer 5 días de grabación», a veces en duras condiciones. Edu Calvario se ha mojado por su oficio. Se bañó a menos dos grados, simulando el verano en una Italia invernal: «En esta profesión hay que trabajar duro». ¿Se puede vivir de esto? «Sí, se puede. Tienes que estar dispuesto a moverte, trabajar y a perder el miedo». Porque esta es una profesión de riesgo. Así la describe Edu. Y matiza: «Sí. A veces sí lo es. En ese anuncio que comento, tenía que tirarme al agua dos o tres veces... eso en principio. ¡Hicimos 59 tomas! Y paramos porque me puse azul. Tuvieron que ponerme suero para que mi cuerpo entrase en calor, porque estaba con una hipotermia descomunal». Él da la cara sin dobles: «El actor de publicidad no los tiene. Aquí te sugieren algo y tú verás si te lanzas y lo haces. Pero el riesgo es divertido».

A sus 38, con ese estilo tan característico, y el virus de la creatividad en el cuerpo, su bagaje incluye grandes campañas a nivel mundial. «A veces mi imagen asusta -confiesa- en anuncios para bancos, por ejemplo, en que se pide un aspecto formal. Pero yo no actúo mal. Serio, peinado y trajeado soy diferente». Él se ha sentido especialmente a gusto en la piel del rockero de la vieja escuela que interpretó en Suecia para Audi. Y una vez, solo una, «engañado» en un anuncio para un partido con el que no se identifica. «Si me lo hubiesen planteado claramente y me hubiesen dejado decidir... podría haberlo pensado, pero no lo hicieron», dice. Por cierto, le ha gustado mucho el momento de Deliciosa Calma de Pavofrío, que, como saben, se ha expandido veloz en redes sociales y grupos de WhatsApp.

Edu está haciendo temblar A Coruña con Los Mártires. Esta voz tiene letra. El fenómeno Calvario promete camino.