Jose Coronado: «Para mí la pareja está por encima de todo»

YES

En la pantalla es el duro oficial del cine español. Pero en las distancias cortas, Jose Coronado es ese galán que ha robado el corazón de muchas espectadoras.  Y de otras tantas que trabajaron con él

05 mar 2016 . Actualizado a las 14:10 h.

Nada de José. A Coronado le gusta que le llamen Jose, sin acento, quizás para acercarse todavía más al que le habla. En medio de la ajetreada del estreno de los últimos capítulos de El Príncipe y de su nueva película, Cien años de perdón, el poli más intenso se afloja las esposas y habla para YES con la guardia bajada. «La pareja está por encima de todo», nos confiesa a pesar de su fama de mujeriego. Porque llega una edad en la que «hay que primar», y antes que el de actor ahora en Coronado prevalece el papel de amante y padre. Con diez años en la cresta de la noche a sus espaldas, Jose dice que ya no tiene cuerpo para fiestas: «Tengo otros proyectos que no son el de salir con cincuenta años a una discoteca a hacer el pringado». Sabe que, a su edad, sigue siendo un tío de bandera. Un guapo que defiende con orgullo sus arrugas y rehúye los espejos, porque no le preocupa su aspecto. Normal. Él solito protagonizó mil y una portadas y montó una agencia de moda en sus inicios, sin tener ni idea del oficio. Su trabajo en un restaurante hizo que se apuntase a clases de interpretación para desestresarse, y hoy el cine español no se entendería sin su nombre. Y sí, es tan encantador como parece.

-Últimamente te identificamos con la figura del poli, pero serás consciente de que marcaste la vida de muchos periodistas como jefe de aquella redacción del «Crónica Universal».

-Fue una serie que nos dio mucha satisfacción y sí es cierto que hubo un incremento de matrículas en Periodismo, en la Universidad, mientras emitimos. Fue una serie bien hecha, de las primeras series que se hicieron sobre un colectivo, sobre un gremio como el de los periodistas, y lo hicimos con mucho cariño. Creo que fue la primera vez que telecineábamos y llevábamos la televisión casi al cine. Ha sido una serie que ha marcado estilo y que ha abierto muchos otros campos a otras profesiones.

-Hablando de jefes, creo que una de las cosas que más te gustan de ser actor es el hecho de que no tienes uno encima.

-Pues sí, creo que tal y como ha sido mi vida he podido salir victorioso en cuanto a mantenerme siempre sin jefe, o por lo menos con un jefe de corta duración, como ha sido el de cine o el de teatro, que lo haces por meses. Si algo tiene de bonito mi profesión es que no existe la monotonía, que estás continuamente conociendo a gente diferente, temas diferentes que al mismo tiempo te permiten enriquecerte personalmente. Y a cualquiera que le preguntes, te diría que no le gusta tener un jefe que le esté puteando cada día [risas].

-En tu nueva película haces otra vez de policía? ¿y de malo malísimo?

-No es tanto un malo malísimo, mi personaje es más bien una herramienta del poder. Es un coronel que está retirado y que su misión es llegar a resolver los asuntos turbios a los que no puede llegar el Gobierno a través de la ley. Es un hombre con una gran capacidad negociadora, pero no es un corrupto en sí, es simplemente una herramienta del poder como existen de hecho en la realidad, y es gente que normalmente no se sabe nada de ella, pero que está ahí. Esa es una de sus virtudes, entre comillas, la del anonimato.

-Pero te pone hacer de malo. Eres el tipo duro oficial del cine y de la tele.

-Sí, los malos son bastante agradecidos. Pero bueno, es como todo. Siempre tienes que estar inmerso en una buena película, de nada te vale el malo que hagas si no hay una buena historia o un buen director detrás. Pero evidentemente te dan un Santos Trinidad en No habrá paz para los malvados, con Enrique Urbizu, y tienes más posibilidades de brillar que otros que no son tan malos, ¿no? Al final lo importante es hacer películas con historias interesantes y personajes con peso y con complejidad.

-¿Haces honor al título de la peli, «Cien años de perdón», o a ti te cuesta poco perdonar?

-Bueno, yo creo que hay diferentes tipos de perdón. Yo siempre digo que esta es una película en la que el espectador va a tener cierta empatía con los atracadores, porque va transcurriendo y te vas dando cuenta de que la verdadera maldad está en las altas instancias. Y que tiene mucho más perdón desde luego un mero atracador que roba a lo mejor por dar de comer a su familia que otros muchos que roban por tener un yate más grande o un jet privado. Para mí esos últimos no tienen perdón de ningún tipo. El resto, pues bueno, todo el mundo siempre ha soñado con el atraco a un banco. Es un género muy, muy agradecido, que cualquier espectador se pone a soñar pudiendo atracar un banco y sabiendo que no estás robándole el pan a nadie, sino que se lo estás robando a corporaciones tremendamente poderosas que tampoco las vas a dejar en la calle.

-Y entre tanto estamos con la recta final de «El Príncipe». Has comentado que cuando ves a Álex González te ves a ti mismo hace 25 años. ¿Cómo era ese Jose de entonces y cómo lleva el Jose de ahora que sea otro el guaperas?

-Ja, ja, ja. Evidentemente los años te van haciendo evolucionar y relativizar todo un poco. Yo no he perdido la energía ni he perdido los principios en los que moverme, pero sí es cierto que vas cambiando y que no tienes esa tensión. Pienso que a los 25 años tienes que dar la vida por tu profesión, incluso por delante de tu vida personal. Pero yo creo que quien llega a los cincuenta y sigue poniendo por delante la vida profesional, quiere decir que algo va mal. Llega una edad en la que tienes ya que primar.

-En relación con esto, te has mojado en alguna ocasión al decir que lo que no se vive en su momento y lo vives después, cuando no toca, te convierte en un idiota. Eso es algo que les pasa a muchos hombres con la crisis de los 50 y tú ya los has rebasado. ¿No te afectó de alguna forma? 

-A mí me gusta envejecer. Pero yo también he tenido la suerte de vivir mi veintena en la década de los 80, de la movida, en los que se podía salir a la calle y era todo maravilloso, era todo divertimento, la libertad que no habíamos tenido en mucho tiempo. Entonces yo ahí la verdad es que estuve casi diez años antes de convertirme en actor viviendo la noche de una forma absolutamente intensa que me quitó las ganas ya para el resto de mi vida. Y es lo que me ha permitido ahora acometer otros proyectos que no sean el de salir con cincuenta años a una discoteca a hacer el pringado. Pero es verdad que hay mucha gente que se ha dedicado a dejarse la vida por el trabajo entre los veinte y los treinta y se ha olvidado de vivir, y todo el mundo tenemos que vivir de alguna forma. 

-¿Se puede tener amigos en esta profesión?

-Por supuesto, yo de hecho tengo unos cuantos. Es más difícil que en otras profesiones donde convives con gente todos los días, y eso te permite conocerla. Aquí hay muchas veces rodajes de dos meses, por lo que puedes ver a los actores quince o veinte días trabajando e igual no te permite llegar a establecer un nexo de unión más fuerte. Sin embargo eso sí que ocurre en las series, como me ha pasado con Álex González, que es mi amigo porque, claro, son dos años y pico de estar juntos, de conocerte. 

-No sé si en algún momento de tu vida has tenido que batallar contra tu propia belleza. ¿Es verdad que no te gusta mirarte en el espejo? Puede que no le des importancia al aspecto, pero te vino de serie.

-Muchas gracias, pero no, la verdad es que no le doy importancia. Soy el tipo menos presumido y menos coqueto que hay en el mundo. Ya quisieron meterme en ese terreno, y ya que se metían otros dije: ?Pues bueno, yo me dejo llevar porque es lo que me está dando de comer y no le voy a hacer ningún asco?. Pero siempre he intentado buscar otros registros y los he conseguido, por lo tanto tampoco reniego de los anteriores.

-Bueno, pero montaste una agencia de moda sin tener ni idea de moda. Y aún encima, después empezaste en la interpretación sin tener ni la más mínima vocación. 

-Ja, ja, ja. Sí, ninguna.

-Entonces, ¡das asco! Consigues lo que mucha gente sueña sin pretenderlo. ¿A lo mejor esa es la clave?

-Bueno, también es cierto que a la semana de estar jugando a lo que era el mundo de la interpretación, me apasionó y dije: ?¿De esto se puede vivir??. Y me dijeron: ?Si te lo curras, sí?. Y dije: ?voy a por ello?. Y he intentado convertirme en un trabajador de la profesión, que aparte es lo que además me gusta, el oficio en sí. Toda la parafernalia que engloba y que rodea a nuestra profesión es lo que más duro me resulta de llevar. Pero a mí lo que es el oficio, el trabajo en equipo día a día, es algo que me apasiona.

-Ya hablamos de los amigos en este mundillo, que los tienes. ¿Pero te resulta tan difícil mantener la pareja siendo actor?

-Bueno, yo creo que eso en los comienzos igual sí, es una profesión un poco más delicada de entender. Pero después, una vez que ya conoces a tu pareja, yo creo que la pareja está por encima de todo. Y sobre todo si hay confianza y si entiende tu profesión es al revés, la hace hasta más atractiva. O sea que más bien es al contrario, los más difíciles quizás sean los primeros meses.

-Entonces, ¿a estas alturas ya te da igual que te atribuyan novias?

-A mí me da totalmente igual, que hablen lo que quieran, que yo mi vida personal la hablo con la gente que me conoce y a la que le importa. 

-Mi vida, lo siento, te tengo que dejar porque me están llamando.

-Como para no excusarle?  A Jose le perdonamos todo.