Mi nevera es tuya

Ana Montes

YES

MARCOS MÍGUEZ

Las neveras solidarias se hacen con las calles. Ya hay cinco y se unirán las de Valencia, Madrid, Gerona, Barcelona y Galicia. ¡Y más a la cola! Permiten compartir la comida aprovechable para que no la tires

01 feb 2016 . Actualizado a las 13:43 h.

Imagina que te encuentras una nevera en medio de la calle. Una en la que, para más inri, puedas coger o dejar la comida que quieras. Pues esa es ya una realidad. No se lleva lo de tirar esas manzanas que se te van a estropear porque has comprado demasiadas, o el potaje que te sobró y que no vas a repetir mañana. No, la cosa aún está pachucha y son muchos los tocados por la necesidad, cuentan quienes ven cómo la comida que depositan en sus frigoríficos vuela a los pocos minutos de meterla. A las cinco neveras solidarias esparcidas por España se le van a sumar pronto otras elegidas por el «importador» de este concepto, Álvaro Saiz, que puso la primera en Galdakao (Bizkaia) y está creando conciencia. 

La escuela de Hostelería de la Universidad del País Vasco, por donde circulan mil menús diarios, inauguró recientemente la suya. «Las grandes cantidades que sobran las damos a una oenegé para sus pisos de acogida y las pequeñas porciones, esa media ración, bollo o sándwich que sobra en la cafetería, las  metemos en la nevera y en un pis pas desaparecen», comenta el director Ibon Andrac. «De 8 de la mañana a 8 de la tarde, cualquiera puede abrirla y llevarse algo, estudie o no en el centro, sea o no del barrio, lo necesite o no. No preguntamos», explica.  El colegio mayor Galileo Galilei de Valencia tendrá, en vez de nevera, máquina de vending. «La idea es seguir la trazabilidad, controlar quién deposita la comida, porque además de todas las raciones que nos sobran de cada servicio, también pueden traerla particulares o establecimientos», comenta Vicente Picasarri, su director, que apunta que entre los estudiantes también hay muchos con necesidades a falta de becas de comedor.

 «Se deja abierta a todos y es lo que más dignifica», cuenta apasionado Álvaro Saiz sobre sus neveras 24 horas abiertas, y explica cómo este intercambio se basa en la «ley del abandono». El responsable de la comida es el que la recoge y no el que la dona o la elabora. El único requisito para meterla «a enfriar» es que haya sido cocinada en el día e incluir una etiqueta con su fecha, ingredientes y forma de conservación. Y quien la instala en su localidad deberá hacerse cargo de su supervisión, sobre todo si está en la calle. 

En la puerta de casa

La de Galdakao, además de cuidada, está mimada. Carlos vive enfrente y ve a menudo el tránsito de «vecinos de todo tipo, algunos fijos, que cogen y dejan comida, solo lo que necesitan (un bote con sopa, un pincho, una hamburguesa?) dejando más para otros», comenta este joven, que opina que «aunque es para todos», él prefiere cederlo a quien lo necesita más que él.  Los chocos (sociedades gastronómicas vascas que se reúnen para cocinar), los bares, particulares... todos aportan lo que les sobra, incluso grandes táper de «platos saludables, como puré de garbanzos», comida preparada que muchos vecinos sin necesidad también agradecen por la falta de tiempo para cocinar o para desahogar la economía familiar. Mis vecinos, con un negocio y con niños, a veces se llevan», comenta. David, con 36 años y cobrando una ayuda social, anda mal de dinero, nos cuenta. «Ha habido días que no he tenido un euro y me han venido muy bien las lentejas y el pollo en salsa que he encontrado en la nevera» explica este joven, que cree que «la calle está cada vez más concienciada con estos tiempos» y por eso «la gente que coge la comida se fía». También él ha metido en la nevera de Galdakao algún calabacín de su huerta, algo que  «vuela, porque la gente agradece las hortalizas buenas». Adonde no ha llegado aún la nevera está la plataforma yonodesperdicio.org, que facilita el intercambio de pequeñas cantidades de alimentos entre particulares desconocidos, «un reto» que muy pronto también podrá hacerse a través de su app para Android, nos cuenta Prosalus, la oenegé de la idea. Laura, treintañera, quedó en Madrid con una chica de su barrio para recoger cuatro huevos ecológicos que vio en esta web solidaria y sigue mirando a ver si hay algo más que le interesa «porque en casa somos muchos y todo se aprovecha, y estoy muy concienciada con esta forma de consumo colaborativo», afirma. ¿Y tú? Si lo estás, también podrás hacerlo en breve en A Coruña. Está en camino.