¿Dónde coge más?

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MARCOS MÍGUEZ

¡SALE EL SOL! ¡TODOS AL RINCÓN! De Viveiro a Cangas, lo que no hay duda es que cada gallego tiene una esquina privilegiada. En Perbes hay ese microclima, en Sanxenxo también... y ¡qué decir más al sur! O en esas playas abiertas y desiertas de A Costa da Morte. Ahí sí que coge. 

20 jun 2015 . Actualizado a las 11:08 h.

«Como en La Solana, en A Coruña, no coge en ningún otro lugar». Marta Torreiro lo tiene claro: no hay ningún otro sitio en la ciudad donde el sol pegue con tanta fuerza y durante tantas horas como en el club deportivo de la dársena coruñesa. No es una leyenda urbana: Galicia tiene su minifundio playero... o solar. Lo da la experiencia. De ganarse el rincón, día a día, año tras año. Los hay hasta que dejan en herencia su roca. O su tumbona. Quítate tú que me pongo yo. 

Desde la playa de As Catedrais hasta las islas Cíes. Playas por barrios, playas por generaciones. En estos lugares las estaciones se reducen a dos: invierno y verano. Los primeros rayos de sol se toman en febrero y la toalla no se recoge hasta finales de octubre. Bajan por turnos. Dos horitas hoy, una horita mañana. Siempre con protección, por supuesto. 

«Es cierto: en el muro 'solanero' tenemos microclima. Muchas veces el resto de la ciudad está rodeado de nubes y aquí, encima de nosotros, se abre un claro en el cielo y tenemos como una sombrilla de luz», cuenta Carmen Mera. Comparte tumbona en este rincón para torrarse (y foto de portada) con su amigas «de tomar el sol», Marta Torreiro, Teresa Martínez, Marga Dorta, Loli Carballo, María Pascual e Irene Bernat. «Cuando en el resto de la ciudad hay Nordés, aquí es muy raro que sople el viento y la piedra aguanta el calor hasta por la noche; los hay incluso que, después de bañarse, se pegan al muro para secarse con el calor que desprende esta pared», apunta Marta. 

La Solana no es una excepción. Algo similar ocurre en un rincón de Samil, en Vigo. As Dornas -se conoce así porque había un restaurante con ese nombre justo en esa zona- es una especie de solarium porque abre verano e invierno. María, Loli, María Teresa, Irene, María, Teresa... son algunas de las clientas fijas. A no ser que llueva, ellas se plantan allí después de comer, y hasta que se ponga el sol. Sin excepción. En invierno se retiran antes, pero en verano les dan las nueve y media de la noche perfectamente. «Es un rinconcito donde se está muy bien, no tiene nada de especial, solo que es donde menos azota el viento», explica Nandi, otra de las habituales. 

Solo hay que ver el color de piel que lucen en las fotos (arriba) para darse cuenta que algo funciona. Pero no siempre toman el sol. En invierno bajan vestidas de chándal y echan la tarde jugando a la cartas. ¿Que hace un poco de frío? Pues se arriman al murito, pero nunca abandonan antes de tiempo. Aunque la rutina es bajar a la playa a diario, están «conectadas» y se consultan unas a otras antes de poner los pies en la arena. Lo que el sol ha unido que no lo separe nadie, porque hay que decir que este grupito de As Dornas nació entre rayo y rayo. «Algunas ya nos conocíamos de antes, pero otras fue de bajar aquí todos los días», explica Nandi. 

Un mini Caribe

Mientras en el resto de Galicia rezamos para que amaine el viento y se vaya la nube permanente, en la playa del Matadero, en A Coruña, están como en el Caribe. «Con el tiempo buenísimo que tuvimos en las últimas semanas ya estoy negra». Lo dice Cristina Martín. «Es cierto que el Matadero es otro mundo. Mis padres viven en Los Rosales, en la otra punta de la ciudad, y a veces me dicen: ?¿Qué haces en la playa? ¡Estás loca, pero si hace frío!? Allí es invierno y aquí es verano». En este rincón de los 1.400 kilómetros de la costa gallega Cristina presume de ?tomar el último rayo de sol? del día. «Aquí nos conocemos todos, es muy de barrio. A veces viene gente de fuera y veo que se ponen en la orilla y pienso ?en cinco minutos se van a tener que mover». Las mareas son así, yo las tengo controladas?. Su pasión por el sol y la playa es de toda la vida. «Soy una auténtica experta. Es mi felicidad, a veces, cuando estoy tumbada al sol, pienso ¿qué hará toda esa gente que no trabaja y no está en la playa?». Confiesa que sigue disfrutando de su rincón al sol «como cuando era adolescente». «Ya en el instituto cuando lataba a clase tenía una roca en el Matadero con mi culo marcado, estaba negra, tenía frita a los profesores», bromea.