Ana Arias: «A mí me pones un karaoke delante y me vuelvo loca»

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CEDIDA

Su personaje de Paquita le ha dado todos los aplausos. Tenía 20 años cuando empezó y hoy, con solo 32, habla con el poso de mucha experiencia. Con un hijo en brazos, Ana ha evolucionado casi tanto como Paquita, pero tiene dos tareas pendientes: sacarse el carné de conducir e ir a kung fu.

21 mar 2015 . Actualizado a las 17:14 h.

Ana Arias (Madrid, 1982) responde con su niño en los brazos mientras viaja en autobús. Está acostumbrada desde muy joven a espabilarse y a hacer muchas cosas a la vez, sin embargo, habla con calma, en una especie de equilibrio vital y sosegado que para sí quisiera Paquita, su personaje de Cuéntame. Un terremoto que la ha reflejado como la gran actriz que es.  

-La primera pregunta es obligada: ¿qué es «Cuéntame» para ti?

-¡Madre del amor hermoso! Ha sido crucial en mi trabajo, date cuenta de que empecé en la serie con 20 o 21 años, he aprendido todo ahí, es la columna vertebral, además con un equipo maravilloso, con tanto talento. Ha sido (y es) una escuela.

-¿Cuando empezaste no te sentiste abrumada? ¿Tuviste miedo?

No, no. No sé cómo decirte, era como un sueño, como cuando estás soñando pero sabes que no es verdad, fue algo raro. Yo estaba en shock, como diciendo ¿pero realmente estoy aquí? ¡Pero tenía un trabajo!

-¿Sentiste que te descolgabas de tu vida? De tus amigos, tan joven...

-Bueno, tus amigos tienen que quererte mucho, tu pareja también. Porque este trabajo no tiene horas, siempre llego tarde, o no llego, son difíciles las rutinas. Por ejemplo, llevo no sé cuánto tiempo queriendo ir  a kung fu, pero no puedo, porque me apunto y luego nunca voy. Aún no tengo el carné de conducir, porque me saqué el teórico y me ha caducado no sé cuántas veces, me falta el práctico.

-¿Te gusta el kung fu?

-Me fascina, siempre me ha gustado y me parece muy útil para mi profesión. La artes marciales ayudan a canalizar toda la energía, es como buscar tu centro.

-¿Y qué más te gusta?

-Desde que soy madre paso la mayor parte del tiempo con mi hijo. Pero ir al cine, al teatro, leer, ver pelis en casa...

-Así que eres de plan tranqui...

-No, no, creo que lo he dicho porque como ¡estaba pensando en el niño! Me encanta bailar y cantar, suena funky y ya estoy en el medio de la pista, me das un karaoke y me vuelvo loca. Soy todo energía, patinar, esquiar, viajar... Nosotros no paramos, mi hijo tiene dos años y desde que tenía dos meses ha viajado por todo el mundo. Somos una familia viajera.

-¿Siempre quisiste ser madre?

-Sí, sí. Y se lo recomiendo a todo el mundo. No me arrepiento en absoluto, creo que hay cosas que hasta que  las experimentas no las entiendes. Yo ahora cuando interpreto a Paquita con sus hijas creo que hago cosas y tengo reacciones que antes de ser madre no tenía. Pero eso solo lo sabe quien lo es.

-Vamos a Paquita. ¿Qué es lo que más te sorprende de ella?

-Su relación con el dinero, lo tacaña que es, no puedo con eso. Siempre se lo digo a los guionistas, no me hagáis eso [risas]. Pero me parece una mujer admirable, supervaliente, sobre todo porque no le preocupa lo que le digan los demás, no se deja amedrentar.

-¿Te reconoces en esa valentía?

-Sí en ese tirar para adelante, pero yo soy más calmada. Y sobre todo si alguien en quien confío me da su opinión, aunque sea la contraria a la mía, la tengo en cuenta. Paquita es más visceral.

-¿Qué te dice la gente por la calle?

-De todo. Que si llevo croquetas en el bolso, si me voy a arreglar pronto con Miguelón [Juan Echanove], pero la mayoría me agradecen este trabajo.

-¿Y con Juan Echanove cómo es esa química después de tantos años?

-Yo creo que hemos llegado a un punto en que los dos, y creo que puedo hablar por él también, estamos encantados, nos gusta trabajar juntos. Son muchos años, hemos hecho secuencias divertidas, trágicas, complicadas... Yo muchas veces cuando cojo un guion y veo que hay una secuencia difícil ahora sé que la vamos a hacer bien porque está él. Da mucha seguridad eso.  

-¿Podrías como Paquita enamorarte de un hombre 20 años mayor?

-Hombre, ahora no, que tengo pareja [risas]. Es algo tan hipotético que no sé, a mí nunca me ha pasado, pero si te enamoras de alguien, te enamoras. Quiero decir que uno no mira el carné de identidad, el amor es un misterio, yo conozco gente que se lleva muchos años y es felicísima.

-¿Nunca has necesitado parar y poner freno?

-Sí, yo rodé embarazada hasta el final. Pero cuando nació mi hijo decidí parar y darle prioridad a él, lo necesitaba y tuve esa suerte, ese entendimiento por parte del equipo. Pero enseguida me enganché otra vez, recuerdo un día que fui a ver una obra de teatro, y al acabar, no podía irme. Era un necesidad terrible la que tenía de volver.

-Se ve que donde pones el ojo pones la bala. Lo tuyo es vocacional.

-Totalmente. Yo de pequeña no decía: «Quiero ser actriz», sino que decía: «Voy a ser actriz». Claro que para pagarme los estudios hice de todo, fui heladera, camarera... Pero mi objetivo lo tenía claro.  

-Entonces eres de las que creen en el esfuerzo por encima de la suerte.

-Yo creo en los dos, pero también me parece que solo las dudas y el miedo es lo que nos frenan a cumplir nuestras metas. Esforzarse por algo que no merece la pena o no va contigo es inútil. ¡Pero me estoy poniendo muy filosófica! Y no quiero despedirme sin decir que Galicia es maravillosa, que tengo grandes amigos, Mateo, el Perro, y Penas... Un besazo desde aquí. Adoro a los gallegos. Me iría ahora mismo para ahí.