La vida después de años en prisión: «Sales y el mundo es un caos. Todo cambió»

Pedro Rodríguez Villar
pedro rodríguez VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

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La asociación Érguete trabaja con personas en tercer grado penitenciario para preparar su vuelta a la libertad. Opinión: Una segunda oportunidad, por Elvira Rivas

15 abr 2025 . Actualizado a las 01:04 h.

Volver a vivir en libertad tras pasar por prisión puede ser difícil. La sociedad que se encuentran es diferente a la que existía cuando entraron en la cárcel. Aprender a adaptarse a esos cambios es uno de los retos que tienen que afrontar durante su proceso de reinserción. «Les cuesta adaptarse», cuenta la psicóloga y responsable del Programa de Formación e Integración Social (PFIS) de la asociación Érguete, Brenda Domínguez. De un día para otro rompen con sus rutinas, salen a un mundo que cada vez se mueve más rápido y, en algunos casos, sin redes de apoyo o un techo en el que refugiarse. En Érguete conocen este problema desde aquellos inicios convulsos de los años 80 en los que las madres luchaban por la salud de sus hijos. Pronto se dieron cuenta de que intervenir en prisión era tan importante como hacerlo en la calle «porque una persona con un problema de adicciones necesita apoyo para salir de ahí. Si no es imposible», recuerda Elvira Rivas, la coordinadora de la asociación Érguete. Por eso, en la entidad con sede en Vigo llevan años trabajando en las prisiones de Teixeiro y A Lama con varios programas de intervención. Uno de ellos trata de acompañar a los presos en tercer grado (los que se encuentran en la recta final de su condena) y que se preparan para la libertad Centro de Inserción Social de Vigo.

«Estos programas te ayudan a desahogarte. Muchas veces no tenemos a nadie con quien hablar y aquí podemos abrirnos. Es una suerte. Es difícil encontrar personas que, como Brenda, nos escuchen», dice R., un joven de 30 años al que solo le quedan meses para cumplir su condena de tres años. A su lado, la trabajadora de Érguete tiene una carta que se escribió a sí mismo. «Me llamo amigo porque eso es lo que quiero ser conmigo. Yo fui mi único enemigo y el que permitió que el miedo dominara mi vida», dice R. Con ella querían analizar sus cambios y prometer como querrían que fuera «su nueva vida». Sigue asegurando que «está en mí el poder mejorar, cambiar y vivir en armonía». En el papel escrito a boli están las cicatrices, el dolor y la culpa por lo que se hizo; también, los remedios que aprendió durante estos años.

«Yo creo que hoy soy una persona mucho mejor. La vida en prisión es dura. Hay que saber adaptarse a estar muy solo, a ser fuerte, pero también te deja tiempo para pensar mucho», cuenta R. «Allí arriba», así se refiere al centro penitenciario, pasó por varios módulos diferentes. «Algunos son más fáciles que otros. En los más complicados hay que saber sobrevivir», indica. Pese a todo, y dejando claro «que en la prisión no se vive como un rey. No es como en las películas», está orgulloso de la persona que es ahora y de lo que escribió en la carta. «Sufrí para redactarla. Abrirme de esa forma, asumir la culpa es muy complicado», cuenta. «Y, por eso, su carta es de las más bonitas», añade Brenda. Ahora, R. se está centrando en buscar un empleo y, «si no lo encuentro pronto», aprovechará para formarse y hacer más deporte, un refugio en el que contrarrestar la ansiedad. Además, también quiere recuperar poco a poco la relación con su hijo y está a punto de volver a verlo.

En el proyecto de la asociación Érguete, que cuenta con financiación de la Xunta de Galicia, participan cerca de una veintena de personas y muchas de las intervenciones que hacen son en grupo. «Que se escuchen, que sepan que hay más personas en su situación y que se sientan identificados les ayuda», continúa Brenda. En esas reuniones comparten también sus miedos y son, en algunos casos, «el principal punto de apoyo para personas a los que sus familias no los entienden o para los que han perdido el contacto con sus seres queridos» e insiste en que para algunos el mundo que se encuentras es un «caos. Todo cambió mucho».

Estos programas como el que desenvuelve la asociación Érguete facilitan la reinserción. «Yo creo que este tiene que ser el objetivo principal de nuestro sistema penitenciario», continúa Brenda, que sabe que aislar a una persona «es peor, ya que sus problemas se van a magnificar y cuando salga va a tener menos herramientas para enfrentarse a cualquier reto», insiste. Además, una parte de los usuarios que forman parte de este programa también ha tenido algún problema de adicciones, lo que implica que «necesiten también una atención especializada en este ámbito». Desde Érguete también inciden en que la intervención y atención de estas drogodependencias es «esencial» para fomentar la completa reinserción, ya que muchos delitos derivan de un consumo descontrolado. «Por eso, la prevención es la clave», destaca Brenda, que también aprovecha para agradecer al personal de las prisiones de A Lama, Teixeiro y el CIS de Vigo por abrir las puertas y apostar por estos programas.

 

«Tengo esta segunda oportunidad y no la voy a pifiar»

c. entró en prisión hace ocho años por un delito de estafa. «No sé sabe lo duro que es estar ahí hasta que se entra. No es para nada como en las películas», cuenta. Su vida ya no volvió a ser igual. También dejó de ver crecer a sus dos hijos. «Eso es lo peor. Lidiar con ese sentimiento de culpa. Ahora, ya están hechos unos hombrecitos», continúa. Hoy, ya está cerca de volver a vivir en completa libertad, lo que quiere es pasar el mayor tiempo posible a su lado y está tratando de conseguir estar con ellos cada fin de semana. 

Durante su estancia en el centro penitenciario, C. trató de mantenerse activa. «La rutina diaria siempre es la misma. Te despiertas, después el recuento, el desayuno, estancia en el modulo, economato, alguna actividad y así continuamente», cuenta. Ella, por suerte, consiguió trabajar dentro de la biblioteca de prisión. «Eso sí, ahora no quiero ver un libro ni de cerca», dice con una sonrisa y recuerda que, entre actividades, también hay mucho tiempo para pensar, para esperar el vis a vis y para reflexionar sobre una misma.

En prisión C. también se encontró con las profesionales de Érguete que, ahora, la ayudan a adaptarse a su vuelta a la libertad. «Ellas me ayudaron, me escucharon y me asesoraron. De hecho, tuve acceso a una abogada para un caso delicado gracias a ellas», cuenta. En este caso, C. fue usuaria de la Oficina É Muller, un programa con el que la asociación Érguete atiende a mujeres en prisión. «Con estas actividades te evades, aprendes cosas y también mejoras. Son muy importantes», incide.

Pese a todo, hay aspectos de la vuelta a la libertad para las que nunca se está preparada del todo. Primero, el ritmo de la ciudad. Al llegar de nuevo a Vigo me volvía loca. Tenía ansiedad y miedo. Después me tuve que adaptar a todos los cambios tecnológicos que hubo en ocho años. Eso fue otro caos y, ahora, sigo lidiando con la vergüenza». Volver a casa, a su barrio de toda la vida y que la gente sepa que estuvo en prisión «cuesta». Muchas personas que la conocen se paran a hablar con ella, pero «lo intento evitar. Saben que estuve en prisión y lo hacen con buena intención, pero yo prefiero evitarlos. Necesito estar tranquila», cuenta.

También está convencida que es necesario que la sociedad apueste por dar segundas oportunidades a las personas que, como ella, han cometido algún error. «A mí me la dieron y no la voy a pifiar», dice convencida.