Los artistas del granito de Vigo

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Los canteros dejaron su dominio del cincel plasmado en los grandes edificio de la ciudad

06 abr 2025 . Actualizado a las 00:17 h.

Sus nombres quedaron en un segundo plano o pasaron desapercibidos en la gran expansión arquitectónica vivida en Vigo desde las dos últimas décadas del siglo XIX hasta la primera mitad de la siguiente centuria. Sin embargo, la huella de aquellos canteros está presente de forma indeleble en los grandes edificios de piedra levantados para la poderosa burguesía viguesa por los arquitectos más reconocidos de la ciudad. A algunos de aquellos artistas de la piedra se les puede seguir el rastro por la fama que alcanzaron, que trascendió a algunos estudios y a la prensa de la época. El caso más notable es el de José Araújo Pérez, nacido en Mourente, en Pontevedra, tierra de canteros. Llegó a Vigo en 1893, con 24 años, para trabajar en la cantería. Y no le fue mal ya que cuando alcanzó los 37 años pudo construir su propio edificio en el número 76 de la calle de Urzaiz. También hay constancia de su participación en la construcción del edificio del Banco de Vigo, para el que empleó granito procedente del Monte da Mina, en Castrelos.

Otro nombre importante en la cantería viguesa fue Francisco Viéitez Viéitez, de Quireza, Cerdedo. Antonio Rodríguez Fraiz, en su trabajo Canteiros e artistas de Terra de Montes e ribeiras do Lérez, afirma que fue uno de los mejores artistas en piedra de Terra de Montes que, junto con el valle del Lérez, fueron las grandes escuelas de canteros en Galicia. Hay constancia de su participación en las filigranas esculpidas en granito del edificio de Casa Simeón, en la Porta do Sol de Vigo. Este hombre fue concejal republicano en Cerdedo y, en 1976, recibió un homenajeado en su pueblo poco después de su fallecimiento.

Junto a estos dos artistas de cincel y maceta también se sitúan los nombres de otras personas que alcanzaron el rango profesional de maestros canteros. Es el caso de Antonio González Romero, que trabajó en las oficinas de la Mala Real, en Cánovas del Castillo, y en el número 30 de Urzaiz, hoy en día desocupado.

Antonio González Rouco, natural de Sárdoma, dejó constancia de su saber escultórico en las filigranas de los edificios correspondientes con Colón, 29, Urzaiz, 70, Areal, 40 (Bonín), Progreso, 29 y en Urzaiz, 36. Todas grandes obras del Vigo burgués de comienzos del siglo XX.

Esta profesión fue un coto cerrado al que se accedía dentro del ámbito familiar o parroquia, y que poseía su propia jerga, el conocido como latín de los canteros o el verbo dos arxinas o arghinas. El investigador Feliciano Trigo llegó a reunir más de 4.000 términos de esta forma críptica de comunicación, aún hoy de origen desconocido.

Era una profesión muy dura y mal pagada, pero fundamental en las formas de construcción de la época. El arquitecto e investigador de la historia del arte Jaime Garrido, en su libro Arquitectura de la piedra, describe a estos trabajadores como personas apasionadas de su oficio, que poseían notables conocimientos en diversas materias relacionadas con la arquitectura. Llegaban a tener forjas en sus propias casas para elaborar sus instrumentos de trabajo.

Cuando eran contratados, instalaban un cobertizo a pie de obra para protegerse del sol y la lluvia. Allí labraban la piedra, para después elevarla hasta el lugar donde el arquitecto la había pensado. Comenzaban en la profesión como aprendices cuando aún era adolescentes, e iban ascendiendo de categoría, incrementando su sueldo, hasta alcanzar el grado de maestros canteros. Manuel Pazos (de la parroquia de Xeve), José Sanmartín Solla (Mourente), Manuel Dios (Xeve), Emilio Sanmartín (Tenorio), el portugués Miguel Pires, Benito Campa (Xeve) y Rogelio Alonso (Vigo) fueron maestros canteros que trabajaron a comienzos del siglo XX para la constructora de Manuel Pérez Conde, un cantero hecho a sí mismo que contó con la confianza de José García Barbón. Realizó obras importantes, como la casa de Rosendo Silva, de Pacewicz, en la esquina de la plaza de Compostela y Concepción Arenal; inició los trabajos del Teatro García Barbón; y, ya bajo la dirección de sus sobrinos, abordó la obra del Teatro Cine Fraga.

El auge de la piedra en la arquitectura viguesa se extendió hasta los años sesenta de la pasada centuria. En sus años centrales también quedó registrado el nombre del cantero de Matamá Ángel García Martínez, Angelito Faiplanos, que trabajó en las obras proyectadas por Francisco Castro en el edificio Sanchón o en la casa de Jesús Crespo, en la esquina de las calles Cuba y Urzaiz.

Variedad de formas

Todos estos canteros fueron los autores de la variedad de formas que presentan las piedras que conforman los grandes edificios del centro de Vigo. Tanto realizaban el simple picado del almohadillado de un edificio, como afrontaban el esculpido de motivos vegetales, el enriquecimiento de una balaustrada o la elaboración de rostros humanos o de animales. Son los responsable de la decoración externa de numerosos edificios, que, en ocasiones, pasa desapercibida por la monumentalidad del conjunto arquitectónico.

Es difícil documentar la participación de canteros a comienzos del siglo pasado, pero sí se ha podido hacer con José González, que trabajó en el edificio de Castelar, 4; Joaquín Casal, en Carral, 20; Lorenzo Casal, en Urzaiz, 32; Manuel Pazos Iglesias, en Urzaiz, 18; y José González Rocha, en la desaparecida Cooperativa Socialista, en Pi y Margall.

Su labor profesional tenía otro peaje, la silicosis que afrontaban después de muchos años tragando el polvillo de la piedra. El resultado de tanto esfuerzo es digno de admiración y se puede ver en todo el centro de Vigo.