Aquel primer olivo de Vigo, los templarios y la otra historia que explica su origen

VIGO CIUDAD

El escritor Xosé Lois Ripalda cuenta una leyenda sobre el origen del centenario árbol de la ciudad
23 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El 28 de marzo de 1813 los vecinos de Vigo miraron al cielo con temor. Primero hubo un fuerte estallido, luego una gigantesca onda expansiva y, por último, una gran columna ascendente de humo. El polvorín del castillo de San Sebastián acababa de explotar justo cuando se celebraba una misa de acción de gracias por la Reconquista, lograda solo cuatro años antes. La antigua colegiata de la ciudad quedó muy tocada con la fuerza de la explosión y, poco después, se derribó para construir el templo que es hoy. Aquellas obras se llevaron también a un gran olivo centenario que le había otorgado a la ciudad el nombre de «Cidade da oliva», que hoy se ha convertido en «cidade olívica». Aquel árbol histórico fue, según la leyenda, un esqueje que trajeron caballeros templarios cuando estos se encargaban de la feligresía.
También se dice que el olivo que hoy está en el paseo Alfonso es el retoño que Manuel Ángel Pereyra recogió del árbol que habían plantado los templarios. Al parecer, lo colocó en el huerto de su casa delante de la Porta del Sol, para ser trasladado posteriormente al lugar que ocupa ahora. Bajo él, se refugia en sus paseos Xosé Lois Ripalda, escritor y autor de Historias do meu arrabalde (Ir Indo Edicións, 2020), un libro que recoge leyendas e historias de «ese país das marabillas que é o Vigo vello», dice. Uno de los relatos habla de otra leyenda relacionada con el olivo y que construyó en aquella infancia en un Casco Vello «no que vivían as historias e as lendas».
Ripalda cuenta que «nun lugar moi afastado había duas cidades que eran rivais» y que vivían en una guerra continua. Un día, «unha delas rematou por destruír a outra». El odio acumulado provocó una destrucción completa. Aquella ciudad en la que «as oliveiras formaban verdadeiros xardíns que se espallaban ata o derradeiro recanto» desapareció. Quemaron todos los árboles menos uno, que pudo aguantar en forma de semilla «agochándose nas entrañas da terra. Cando pasou o perigo saíu de novo a superficie e atopou unha fada», cuenta Ripalda. El ser mágico le dijo a la semilla que solo podría ser árbol en una ciudad que fuera «prudente, valente e xenerosa». Comenzó aquel día su búsqueda hasta llegar «ata unha cidade sobre as abas dunha montaña que se precipita ata a beira do mar defendida por un grupo de illas» e hizo de Vigo su hogar.