
Aumenta en Vigo el número de negocios que exigen un gasto superior a 5 euros
16 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Que el pago con tarjeta se iba a extender a todos los ámbitos y para siempre con independencia de la cuantía del gasto, se ha convertido en una afirmación con la misma validez que la de que con la experiencia de la pandemia, saldríamos mejores personas. Es decir, ninguna. El confinamiento y el miedo inicial a tocar cosas susceptibles de contagiar el virus convirtió a la tarjeta de crédito en el método de abono favorito de comerciantes y clientes.
La costumbre ha ido perdiendo fuelle y en el último año se ha producido un amplio retroceso en este sentido. En Vigo, crece exponencialmente en número de establecimientos que exigen un gasto mínimo (oscila entre los 5 o los 10 euros) para aceptar el pago electrónico.
Cada comerciante tiene su propia teoría, aunque hay dos corrientes mayoritarias: los que dicen que les sale carísimo por las comisiones que se llevan los bancos, y los que aseguran lo contrario, que les supone un gasto irrisorio. Entre medías, decenas de apreciaciones. Por ejemplo, Juani, de la pastelería Diz, en García Barbón, reconoce que el gasto bancario es perfectamente asumible, pero que es tarea más que sumar a todas las que tiene que atender cada día, al tener que acudir a la entidad crediticia y está «harta de ellos». La vendedora aduce que ya bastante mala cara le ponen cada vez que llevar monedas a contar, «a pesar de que pagamos por ese servicio», para tener que ir, además, para que le devuelvan las comisiones que, según dice, si son muchas operaciones, al final, si se los reclamo, me los abonan y si no lo hago, se lo quedan. «Lo que quiero es evitarme más gestiones», explica. Y para facilitar a su clientela el pago que se habían acostumbrado a hacer sin llevar ni un euro en el bolsillo, ha ideado su propia minibanca: «A algunos les dejo que me lo abonen todo junto al final de la semana y así ya superan el mínimo que pedimos», cuenta.
Rosa Domínguez, en la tienda Cómics, en liquidación por jubilación, se extraña de esta tendencia en el sector. «Los bancos cobran una comisión muy pequeña, cuando hago el total, que yo lo hago todos los días, al siguiente, cuando me lo cargan, veía que salían más caras las bolsas de papel, y lo digo en pasado porque ya no compro más, que estoy a punto de cerrar», argumenta.
En la misma calle, la tienda Súper Maxi tampoco admiten pagos con tarjeta inferiores a 5 euros. En su caso, el motivo, según explica Nery, se debe a que «por cada pasada de tarjeta nos pueden cobrar entre 4 céntimos a medio euro en cada operación, y da igual que el monto de la factura sea de cien euros o de un euro de una barra de pan». Señala que el banco con el que tienen contratado el terminal (TPV), por cuyo alquiler los bancos también cobran, no ofrece ninguna tarifa plana de la que otros comerciantes aseguran disponer. «Además las tarjetas extranjeras cargan por operación mucho más y para quitarnos del lío, hemos decidido poner un mínimo de gasto para cubrirnos», indica la mujer reconociendo que, por otra parte, no tenía muy claro el funcionamiento hasta que otro comerciante amigo le advirtió de si estaba revisando estos gastos porque habían subido. «Durante la pandemia todo eran facilidades, no nos cobraban mucho, pero esas condiciones ya no están vigentes», lamenta.
De este modo, el pago con tarjeta sin límite vuelve a la misma casilla que estaba cinco años atrás. Pero en este tiempo, la gente, sobre todo los más jóvenes, se han acostumbrado a salir de casa sin efectivo. Otros, incluso se han abonado al pago a través del teléfono o por Bizum y la tecnología bancaria choca con la posición de quienes no ven beneficios, sino pérdidas.
Castañas con Bizum, rosquillas con Visa y ocio infantil y limpieza de trajes a tocateja
Mientras unos ponen cortafuegos al gasto, del otro lado, los consumidores se encuentran con que negocios que sí los asumen, desde puestos de rosquillas con TPV a castañeras que admiten pago a través del servicio de Bizum.
En el extremo, los que solo permiten pagos en efectivo. Es el caso de establecimientos como la tintorería Imperial, en la calle Alfonso XIII, la ludoteca del hospital Álvaro Cunqueiro o las panaderías La Mondarizana, con locales las calles Santo Domingo y Sanjurjo Badía, entre otros muchos.
Zulima, dueña del bar cafetería Regueira, en Domaio, no admite tarjeta, solo efectivo, en su caso, por cuestiones organizativas. No puede ir al banco porque está todo el día en su negocio, desde las 5.30 de la madrugada hasta las 22.00 horas que cierra y además, explica que prefiere manejarse con dinero en metálico porque se entera mejor así.
Otros opinan que ese modelo está desfasado. El tendero y bloguero filósofo Braulio Ferreiro, de Lucifeli, afirma: «Acepto tarjeta y entiendo que un negocio debe dar una claridad de imagen, que quien entre, sepa que las aceptas en todas las condiciones, y que cada uno valore la comisión que le cobra el banco o busque la mejor opción para su caso», indica el profesional, que añade que en lo que respecta a su actividad, «las comisiones me parecen aceptables, ya que la entidad bancaria me apoya con un soporte técnico tanto material como humano importante y acorde con mis necesidades», y recuerda que hay muchas casuísticas, por ejemplo, visitas a algún local de hostelería en el que solo se podía pagar con tarjeta.